El magisterio social de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en el fondo decían los mismo
No es la primera vez que uno de los gurús de la derecha económica, el economista
y divulgador francés Guy Sorman, arremete contra el Papa Francisco.
Ya lo hizo
con ocasión de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, y ahora lo hace con
ocasión de la encíclica Laudato si.
Sólo que esta vez incluso consigue
para ello las más prestigiosas páginas de los periódicos conservadores europeos.
Su argumento es de simple insultante: el Papa no debería criticar el capitalismo moderno porque según este lumbreras es el sistema que saca de la miseria tanto social como ecológica. Ya. Que se lo digan a los millones de campesinos expropiados de sus tierras para que las multinacionales hagan su agosto con sus transgénicos, como denuncia el Papa.
Por decir disparates, llega a decir que el agua potable debería de
ser, en todo el mundo, un producto de consumo sólo sujeto a la ley de la oferta
y la demanda. Claro que así se acabaría con la miseria. Sólo beberíamos agua
potable en el primer mundo. En el tercer mundo pasarían por morir de infecciones
del 80 al 100% de la población. Todo un lumbreras.
Con todo, es
interesante constatar como la derecha política y social se “retuerce” con el
magisterio del Papa Francisco. Tampoco es que el magisterio social de Juan Pablo
II y de Benedicto XVI les gustase mucho, que en el fondo decían los
mismo.
Pero su lenguaje era más técnico, y dándose cuenta de ello, creían
que su pensamiento económico y social no llegaba a la gente. Con el Papa
Francisco ese consuelo ha desaparecido, y vemos por primera vez como algunos de
los gurús del liberalismo no ya no aguantan más, y han decidido salir al campo
de batalla para ridiculizar al Papa.
¿No es lo que han estado
haciendo con los pontífices anteriores los gurús del mal llamado
progresismo? Pues ahora les toca a los líderes del pensamiento único
liberal. La cosa tiene su gracia porque estos liberales estaban situados en una
postura muy cómoda con respecto a las cuestiones morales. Si la
izquierda ideológica se enfrentaba a la moral cristiana abiertamente, la derecha
ideológica había conseguido introducir en el pensamiento único un principio
absolutamente falaz: que la economía de mercado es una ciencia exacta y que la
moral no tenía nada que ver con ella.
Así, no entrando en el
debate moral como hace la izquierda, ellos podrían seguir defendiendo la
inmoralidad de las inmoralidades, que es la mentalidad individualista y
consumista, sin entrar en más cuestiones.
Los liberales ateos, tan
contentos, y los liberales cristianos, presa, sin saberlo, tanto de la herejía
teórica (no se creen nada de la Doctrina Social de la Iglesia), como de la
práctica (los diez mandamientos quedan reducidos a uno, al sexto, que es el
único del que se confiesan los más religiosos).
Porque en el fondo
lo que al señor Sorman le molesta es que el Papa no se quede en un tibio
debate medioambiental, o que no se quede en repetir las consignas
generales de una mayor responsabilidad ecológica, sino entre en las cuestiones
antropológicas y morales de fondo que cuestionan la ideología neo-liberal. Dice
que su llamada a la conversión ecológica y social es una utopía. Pero bien sabe
él que es todo lo contrario.
Lo utópico es pensar que con una cosmovisión
esencialmente egoísta como la liberal, se puedan resolver los problemas tanto
sociales como medioambientales, automáticamente, por un futurible desenlace de
la varita mágica del mercado que predicaba Adam Smith. Eso es si que es una
utopía. Eso predicaban ya en los años 70 con tanto ahínco que se atrevieron a
borrar el vocabulario político el término países en subdesarrollo, porque allí
donde no hubiese regímenes comunistas, por principio, ya es estaba en vías de
desarrollo.
Pero Señor Sorman, como a todos los liberales, creyentes o
no creyentes, lo que les molesta en realidad es que el Papa cuestione su moral
más profunda, que no es otra que la de la ley del más fuerte; y su estilo de
vida, que no es otro que el de la frivolidad consumista, la competitividad
enfermiza, y la desigualdad insolidaria. No quieren que el Papa, con
enorme predicamento, al que no pueden comprar, consiga convencernos como en el
cuento de Andersen, de que el rey esta desnudo, es decir, de que la
varita mágica de la ley de la oferta y la demanda no sólo no es la solución a
todos los problemas, sino que es la escusa de todos los ladrones de guante
blanco.
Fuente: Aleteia