«No me fío más que de Dios, porque al que está en la puerta le pueden comprar
los terroristas esta noche para que les deje pasar»
Era domingo al mediodía en la parroquia de San Juan, emplazada en el
llamado «Vaticano de Pakistán», el barrio Youhanabad de Lahore. Los
guardias de la garita seguían absortos en un partido de criquet cuando el
terrorista suicida se dispuso a entrar en la iglesia, abarrotada por centenares
de fieles. Un joven parroquiano, Kash Basir, lo intuyó y le
frenó cerca de la puerta; sus razonamientos fueron vanos, y segundos después el
kamikaze hizo estallar su carga de explosivos con plomos.
El islamismo fanático no había penetrado nunca, hasta este domingo,
en el barrio cristiano de Lahore. «Es su territorio, un auténtico gueto, es
cierto, pero un lugar donde los cristianos paquistaníes se sienten protegidos y
pueden celebrar la Pascua o las Navidades en la calle», señalaba ayer con dolor
a ABC el misionero español Miguel Angel Ruiz Spínola,
que ha pasado once años trabajando en Youhanabad, siete de ellos al frente de
una escuela salesiana y el mayor internado cristiano del país.
«Han venido al corazón; la comunidad se siente hoy como violada»,
añade el padre Ruiz Spínola, al explicar los disturbios que desde el domingo
registran las dos principales ciudades de Pakistán, Lahore y Karachi, donde se
concentran la mayor parte de los cristianos, un 2 por ciento de los 180 millones
de paquistaníes.
La rabia empujó el domingo a centenares de jóvenes cristianos a salir
a la calle y a destrozar algunos comercios de vecinos musulmanes, que
previamente habían abandonado el barrio. Dos fueron linchados por la turba.
El Gobierno autorizó finalmente la entrada de la Policía en
Youhanabad. Primero utilizaron sus porras. Después, los gases lacrimógenos. Los
choques produjeron un muerto y al menos doce heridos. Las calles de Youhanabad y de parte de Lahore
quedaron cortadas al tráfico, mientras el Gobierno central, en Islamabad,
decretaba el cierre temporal
de todas las escuelas cristianas del país. Los manifestantes, más
pacíficos ayer que la víspera, desplegaron sus pancartas. «¿Por qué nos
matáis?». «¡Dejad de matar a los cristianos!», rezaban algunas.
El del domingo no fue el atentado islamista más grave contra los casi
cuatro millones de cristianos paquistaníes. En septiembre de 2013, otro ataque
similar mató a 82 fieles en una iglesia de Peshawar. Pero hoy los no
musulmanes de Pakistán sienten que se ha traspasado una línea roja.
«Quieren liquidar el único refugio cristiano de Pakistán», afirma con
énfasis el padre Ruiz Spínola. «Para los fanáticos somos criaturas sucias;
quieren la Sharía
(ley islámica)y nosotros estorbamos». ¿Más seguridad en el barrio cristiano?
«¿Qué quieren, que construyamos muros más altos en el gueto?». Quizá más
protección oficial, como reclaman muchos estos días. «Si al gobernador de
Lahore, que decidió proteger a los cristianos, lo mató su guardaespaldas ¿de qué
puede servir poner guardias en iglesias y colegios», concluye escéptico el
misionero salesiano.
Cálculo político

El Gobierno
paquistaní de Sharif, que depende en buena parte de su alianza con
partidos religiosos, hace promesas y echa balones fuera. Su ministro del
Interior, Chaudry
Nisar, se ufanaba ayer de los éxitos de su campaña militar contra los
militantes islamistas del este, «que lleva a estos a atentar contra comunidades
indefensas». Pero Islamabad no se atreve a tomar ninguna medida en defensa de la
población cristiana, por miedo a perder votos y pactos con los partidos
islamistas «moderados». El caso de Asia Bibi, la cristiana
condenada por presunta blasfemia, está a punto de saldarse con la pena
capital.
«Cerrar todos los colegios cristianos por inseguridad es insensato»,
señala a ABC Pilar
Vila-Sanjuan, monja española y directora del Colegio de Jesús y María de
Lahore. Lleva 18 años trabajando en Pakistán y no ha perdido un ápice de su
acento y su bravío natural. «Vienen alumnas y padres del colegio (el 90% del
alumnado es musulmán) a solidarizarse, a decirme, como siempre, que los
terroristas no son musulmanes auténticos, que no sienten como ellos». «Son de
verdad fanáticos, no tienen nada en la cabeza: ¡que se crean que por matar a
cristianos van derechos al cielo y con cinco vírgenes cada uno!», afirma
serena Pilar. La solución no es fácil «porque el fanatismo avanza»; «habrá que
seguir rezando, diciendo a la gente que tenga paciencia, y tranquilizar a los de
fuera: aquí aguantamos».
El mito de la seguridad con más policías suscita también una sonrisa
en la madre Vila-Sanjuan: «No me fío más que de Dios, porque al que está en la
puerta le pueden comprar los terroristas esta noche para que les deje
pasar».
El mismo sentido sobrenatural destaca en el tono del padre Ruiz
Spínola. «Dicen que musulmanes de barrios cercanos vendrán esta noche a crear
alboroto en Youhanabad; les he dicho a los chicos que nosotros a la capilla a
rezar; aquí les formamos en otra cosa».
Fuente: ABC