Un grupo de jóvenes canta villancicos en el
centro de Madrid para «recuperar el sentido verdadero de la Navidad»
Un grupo de jóvenes madrileños recorren las calles del centro de Madrid
durante los días de Navidad para evangelizar a golpe de villancico. Con
canciones de letras específicamente cristianas y otros clásicos populares, se
juegan la voz contra el frío para que «en medio del bullicio y de las compras,
no se pierda el sentido cristiano de la Navidad»
Las calles del centro de Madrid son estos días un hervidero en el que pululan
turistas invernales; familias con niños que contemplan las luces y adornos
navideños; compradores que ultiman sus encargos para los Reyes o anticipan la
llegada de las rebajas; grupos de amigos medio ebrios con adornos estrafalarios;
y una multitud de personas que hacen todo lo anterior a la vez.
En mitad de esta marabunta informe, a medio camino entre el consumismo
desaforado y la diversión superflua, unos acordes a ritmo de guitarra y
pandereta reclaman la atención de la gente, que empieza a arremolinarse en
grupos para escuchar mejor esas letras que suenan bien sobre todo porque suenan
familiares. Son villancicos. De toda la vida. Y otros algo más desconocidos,
pero con sabor tradicional y letras netamente religiosas. Los niños aplauden con
sus manoplas, los turistas se detienen a escuchar, las familias tararean los
estribillos y hay incluso quien afloja el bolsillo y echa un par de monedas a la
funda de la guitarra que hay en el suelo.
Y Cristina, Daniel, José, Juan, Laura, Miguel, Pablo, Miguel, Pablo y Rebeca,
un grupo de jóvenes del Camino Neocatecumenal, de las parroquias de San Isidro
Labrador y Santa Catalina Labouré, que son los auténticos causantes de tan
singular estampa, siguen entonando sus villancicos «para llenar las calles del
centro con un poco del sentido real de la Navidad».
«En el fondo, no se ha perdido el sentido de la Navidad»
«A todos nos gusta cantar –explica Rebeca–, y con los villancicos, ves cómo
reacciona la gente y es muy sorprendente: los niños y también muchos adultos
cantan, bailan, y disfrutan al mismo tiempo que lo hacemos nosotros. Es
gratificante ver cómo una cosa tan simple como ponerse a cantar un villancico
puede emocionar tanto a las personas. Que en medio de todo el jaleo de las
compras, del bullicio que es el centro en estas fechas y de todo el ruido, la
gente siga valorando los villancicos porque les recuerda a lo más importante
forma parte de la Navidad, es precioso. Así como otras muchas cosas se han
perdido, con esta experiencia vemos que la de los villancicos es una tradición
que aún sigue ahí y que es algo importante que se mantiene, porque, en el fondo,
aún no se ha perdido del todo el sentido cristiano de la
Navidad».
Cantar en Madrid con la mirada puesta en Polonia
No es la primera vez que lo hacen, aunque este año es el que mejor se lo han
preparado: «No ha sido idea de nadie en concreto; otros años, algunos ya lo
habíamos hecho, aunque un poco cada uno por nuestra cuenta, y nada más que un
par de días. Este año, se nos ocurrió que si nos organizábamos bien y formábamos
un buen grupo, podía resultar una buena experiencia», cuentan. Y tanto que lo ha
sido. De hecho, «después de la que estamos viviendo este año, que está siendo
muy bueno, seguro que la Navidad que viene repetiremos todos».
Además, reconocen que para salir a la calle les ha movido el deseo de
evangelizar…, y para poner la funda de la guitarra en el suelo «nos ha influido
que la JMJ de Polonia está a la vuelta de la esquina, y hay que empezar a
ahorrar para poder ir». Así, los euros que les echan los van a invertir en tener
una experiencia de Iglesia que, seguro, dará abundantes frutos a su
vuelta.
Desde Adviento y hasta Reyes
El grupo apura las últimas horas antes de que lleguen Sus Majestades de
Oriente, que pondrán fin a su aventura evangelizadora. «Llevamos cantando desde
el último domingo de Adviento, y pensamos seguir haciéndolo hasta que vengan los
Reyes, y quién sabe si algún día más. Cada semana, hemos ido una media de dos o
tres días, aunque las voces se resienten un poco por el frío y por las ganas que
le ponemos; incluso hemos tenido alguna baja por ello en los últimos días»,
asegura Rebeca.
Su radio de actuación ha sido el mismísimo centro de la capital: «Hemos
estado en la Plaza Mayor, en la calle Arenal, en el Mercado de San Miguel, en la
calle Postas… A veces nos echaban de uno u otro sitio, así que había que ir
variando un poco, aunque la Policía se porta muy bien con nosotros y, en todo el
tiempo que llevamos cantando, sólo nos llamaron la atención una vez». Y también
hemos estado en un par de residencias cantando a los abuelitos y sus
familiares.
Los primeros beneficiados
Los primeros beneficiados de esta musical forma de adoración a Dios han sido
ellos mismos: «Para nosotros –dicen–, es una forma de vivir de verdad la
Navidad, de darle una oportunidad a Dios para hacerle un hueco en nuestras vidas
y dejarle que pueda nacer en medio de nuestra vida, tanto entre los hermanos,
primos y amigos que formamos el grupo, como con todo aquel que se acerque a
escucharnos. Y además, es algo que hacemos de una manera que nos gusta a todos;
cantando, que como decía san Agustín, es alabar dos veces a
Dios».
Gitanos que cantan a capela, chicos de educación especial…
Como si sus jornadas las hubiese proyectado Galdós en alguna de sus novelas
costumbristas del centro de Madrid, las anécdotas se les acumulan. Cristina
cuenta que «una vez, justo cuando estaba cantando villancicos, se nos acercó un
grupo de gitanos; y cuando terminamos el nuestro, una gitana empezó a cantar
ella sola un villancico a capela. Oírla cantar y ver cómo disfrutaban tanto ella
como el público, y nosotros mismos, fue precioso».
No han sido los únicos que se
han sumado a sus canciones: «Tanto este año como el año pasado he tenido la
suerte de coincidir con una escuela de educación especial que cada Navidad
realiza un paseo por la Plaza Mayor. Cuando nos ven, se suman a nosotros y me
encanta oírles cantar y ver cómo disfrutan con los villancicos, sobre todo con
el de Los peces en el río». Incluso algún periodista curioso se ha
parado a escucharles, y no sólo ha descubierto su historia sino que también se
ha sumado, camuflado entre la turbamulta de transeúntes, a cantar con ellos.
Y concluyen: «Le agradecemos mucho a Dios el habernos dado esta oportunidad
de evangelizar cantando, y esperamos poder seguir haciendo este servicio por
mucho tiempo». Seguro que los madrileños que hayan atisbado, en medio de tanto
bullicio y de tanto rótulo comercial, un destello de la Luz que trajo el Niño,
también lo esperan…
Fuente: Alfa y Omega