La carta
del Papa a los consagrados y consagradas enumera los objetivos, las
expectativas y los horizontes del Año de la Vida Consagrada, que se concluirá
el 2 de febrero 2016
¡Despierten al mundo! Es la exhortación del Papa Francisco en la Carta dirigida al mundo de los consagrados y de las consagradas en la vigilia de la inauguración del Año de la Vida Consagrada que ha comenzado el domingo 30 de noviembre, I domingo de Adviento.
El Pontífice ha anunciado
este año especial en ocasión del 50° aniversario de la Constitución dogmática
Lumen Gentium, que trata de los religiosos en un
específico capítulo.
La carta del Papa a los consagrados y consagradas
enumera los objetivos, las expectativas y los horizontes del Año de la Vida
Consagrada, que se concluirá el 2 de febrero 2016 y se inspira en las
indicaciones contenidas en la Exhortación Vita Consecrata de San Juan Pablo
II.
Francisco indica tres objetivos a los consagrados y consagradas
en la realización de la propia vocación.
En primer lugar, “mirar
al pasado con gratitud”, para tener viva la propia identidad, sin
cerrar los ojos de frente a las “incoherencias, fruto de las debilidades humanas
- afirma el Papa - y quizás también del olvido de algunos aspectos esenciales
del carisma”.
El segundo objetivo es el de “vivir el presente
con pasión”, viviendo el Evangelio en plenitud y con espíritu de
comunión.
El tercero, “abrazar el futuro con
esperanza”, sin dejarse desalentar por las tantas dificultades que se
encuentran en la vida consagrada, a partir de la crisis de las
vocaciones.
Dirigiéndose a los más jóvenes, el Papa los invita a
no ceder a la tentación de los números y de la eficiencia, todavía
menos a aquella de confiar exclusivamente en las propias fuerzas.
“La fantasía de la caridad – recalca el Pontífice – no conoce
límites y tiene necesidad de entusiasmo para llevar el soplo del
Evangelio a las culturas y a los más diversos ámbitos sociales. De hecho, saber
transmitir la alegría y la felicidad de la fe vivida en la comunidad hace crecer
a la Iglesia por capacidad de atracción. Es el testimonio del amor fraterno, de
la solidaridad, del compartir el dar valor a la Iglesia”.
Una
Iglesia que debe ser una fábrica de poetas y, como tales, capaces de
escrutar la historia en la cual viven y de interpretar los acontecimientos,
denunciando el mal del pecado y las injusticias.
Francisco no se espera
que los consagrados mantengan vivas “utopías” sino que sepan crear
“otros lugares” en donde se viva la lógica evangélica del don, de la
fraternidad, de la diversidad, del amor recíproco.
El lugar
ideal para que esto suceda son las comunidades del Instituto del cual se es
parte y que no debe reducirse a una realidad aislada.
Es más, el Papa
desea precisamente que “este Año de la Vida Consagrada sea ocasión de una más
estrecha colaboración entre las diferentes comunidades - también de Iglesias
diferentes - en la acogida de los refugiados, en la cercanía a los pobres, en el
anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración”.
En la
carta a los consagrados y a las consagradas el Papa Francisco no olvida el
importante rol de los laicos que con los consagrados comparten ideales, espíritu
y misión. De ahí la última exhortación contenida en la carta, reservada a los
hermanos en el episcopado para que sean atentos en el promover, en las
respectivas comunidades, los distintos carismas, apoyando, animando y ayudando
en el discernimiento “para hacer resplandecer la belleza y la santidad de la
vida consagrada en la Iglesia”.
Fuente: Radio Vaticana/ReL
