El camino que fray Lorenzo nos indica es sencillo y arduo al mismo tiempo
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Publicamos el
texto íntegro de la introducción del Papa León al libro del fraile carmelita
Lorenzo «La práctica de la presencia de Dios», en la nueva edición de la
Librería Editora Vaticana, que saldrá a la venta el 19 de diciembre. Este
libro, escrito por un sencillo y humilde religioso francés que vivió en el
siglo XVII, es un texto que, junto con otros, ha marcado la vida espiritual de
Robert Prevost.
León XIV
Este pequeño
libro se centra en la experiencia, o mejor dicho, en la práctica de la
presencia de Dios, tal y como la experimentó y enseñó el fraile carmelita
Lorenzo de la Resurrección, que vivió en el siglo XVII. Como ya he dicho, junto
con los escritos de San Agustín y otros libros, este es uno de los textos que
más han marcado mi vida espiritual y me han formado en lo que puede ser el
camino para conocer y amar al Señor.
El camino que
fray Lorenzo nos indica es sencillo y arduo al mismo tiempo: sencillo porque no
requiere más que recordar constantemente a Dios, con pequeños actos continuos
de alabanza, oración, súplica, adoración, en cada acción y en cada pensamiento,
teniendo como horizonte, fuente y fin solo a Él. Ardua, porque exige un camino
de purificación, de ascetismo, de renuncia y de conversión de lo más íntimo de
nosotros mismos, de nuestra mente y de nuestros pensamientos, mucho más que de
nuestras acciones. Es lo que ya escribía san Pablo a los fieles de Filipos:
«Tened en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2,5):
por lo tanto, no solo hay que uniformar con Dios las actitudes y los
comportamientos, sino también nuestros sentimientos, nuestro propio sentir. En
esta interioridad encontramos su presencia, la presencia amorosa y ardiente de
Dios, tan «otra» y, sin embargo, tan familiar a nuestro corazón. Como escribe
san Agustín, «el hombre nuevo cantará el cántico nuevo» (Discursos 34,1).
La experiencia
de unión con Dios, descrita en las páginas de fray Lorenzo como una relación
personal hecha de encuentros y conversaciones, de ocultamientos y sorpresas, de
abandono confiado y total, recuerda las experiencias de los grandes místicos,
en primer lugar Teresa de Ávila, que también había dado testimonio de esta
familiaridad con el Señor hasta el punto de hablar de un «Dios de las ollas».
Sin embargo, indica un camino practicable por todos, precisamente porque es
sencillo y cotidiano.
Como muchos
místicos, fray Lorenzo habla con gran humildad, pero también con humor, porque
sabe bien que todo lo terrenal, incluso lo más grandioso y dramático, es muy
pequeño ante el amor infinito del Señor. Así, puede decir irónicamente que Dios
lo ha «engañado», porque él, que entró quizás un poco presuntuosamente en el
monasterio para sacrificarse y expiar duramente sus pecados de juventud,
encontró en cambio una vida llena de alegría.
A través del
camino que fray Lorenzo nos propone, a medida que la presencia de Dios se
vuelve familiar y ocupa nuestro espacio interior, crece la alegría de estar con
Él, florecen las gracias y las riquezas espirituales, e incluso las tareas
cotidianas se vuelven fáciles y ligeras.
Los escritos y
testimonios de este converso carmelita del siglo XVII, que atravesó con fe
luminosa los turbulentos acontecimientos de su siglo, sin duda menos violento
que el nuestro, pueden ser de inspiración y ayuda también para la vida de
nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio. Nos muestran que no hay
circunstancia que pueda separarnos de Dios, que cada una de nuestras acciones,
cada una de nuestras ocupaciones e incluso cada uno de nuestros errores
adquieren un valor infinito si se viven en presencia de Dios, continuamente
ofrecidos a Él.
Toda la ética
cristiana puede resumirse realmente en este recordar continuamente que Dios
está presente: Él está aquí. Esta memoria, que es algo más que un simple
recuerdo, porque involucra nuestros sentimientos y afectos, supera todo
moralismo y toda reducción del Evangelio a un mero conjunto de reglas, y nos
muestra que, realmente, como Jesús nos prometió, la experiencia de la confianza
en Dios Padre ya nos da el ciento por uno aquí abajo. Confiar en la presencia
de Dios significa saborear un anticipo del Paraíso.
Ciudad del
Vaticano, 11 de diciembre de 2025
Fuente: Vatican News