6 BENDICIONES ÚNICAS DE TRABAJAR CUANDO LOS DEMÁS DESCANSAN

Para todos aquellos que trabajan en turnos nocturnos, días festivos, horas extras o fines de semana: estas son algunas bendiciones que puedes percibir

Josep Suria | Shutterstock

Hay una sensación particular que se siente cuando llegas al trabajo justo cuando todos los demás se están preparando con un pastel o se están poniendo sus pijamas navideñas. Es esa mezcla de "estoy haciendo algo importante" y... "¿en serio?". El resto del mundo parece estar brindando mientras tú estás tecleando, colocando el cartel de "Abierto" o ajustándote la tarjeta de identificación para otra larga noche.

Pero antes de que la frustración se apodere de nosotros, vale la pena fijarse en algo silenciosamente hermoso: algunas de las bendiciones más grandes de la vida se revelan precisamente cuando estamos trabajando mientras todos los demás descansan. Y no, no siempre parecen glamurosas, pero son reales:

1. El regalo de una paz inusual

Hay una serenidad inesperada que se apodera del mundo cuando tu turno comienza justo cuando todos los demás se van a casa. El ritmo se suaviza. El ruido disminuye. Puede que estés reponiendo estanterías, respondiendo llamadas, sirviendo comidas a altas horas de la noche o comenzando otro turno nocturno, pero hay una paz en ello, una tranquilidad que la mayoría de la gente nunca experimenta.

En esa quietud, puedes volver a pensar. Puedes rezar. Puedes respirar de una manera que parece imposible a las 2 de la tarde de un martes. Es una bendición envuelta en silencio.

2. La camaradería del "equipo nocturno"

Trabajar hasta tarde o durante las vacaciones crea una camaradería especial. Ya sea que trabajes en el sector sanitario, minorista, hotelero, ministerial, de seguridad pública o en cualquier otro puesto entre bastidores, empiezas a reconocer a otras personas que también están "de servicio".

Un gesto con la cabeza, una broma compartida, una sonrisa comprensiva a las 11:47 p. m. de Nochebuena... De repente, formas parte de una pequeña tribu de personas que mantienen la vida en marcha. Hay una bendición en ese sentido de pertenencia: la sensación de que lo que haces importa, aunque no se vea.

3. Disfrutar de la alegría de los demás

Cuando trabajas mientras otros se relajan, eres testigo de la alegría de cerca: familias reunidas, amigos riendo, personas agradecidas simplemente por estar juntas. Su felicidad puede contagiarte de formas inesperadas.

Un susurrado "gracias", una sonrisa de alivio de alguien a quien has ayudado, un niño que te saluda con la mano mientras friegas el suelo... Estos pequeños gestos se convierten en momentos de alegría compartida. Descubres la gratitud en lugares que otros pasan por alto.

4. Una forma silenciosa de imitar a Cristo

Hay una dimensión profundamente espiritual en servir en silencio. Jesús realizó algunas de sus obras más tiernas en los márgenes: en las últimas horas del día, en los momentos de silencio, en los espacios olvidados. Trabajar en días festivos o en turnos de fin de semana puede parecer como entrar en esas escenas del Evangelio.

Estás velando, ofreciendo tu presencia, haciendo posible la vida de los demás. Tu turno se convierte en una ofrenda silenciosa, una liturgia oculta de servicio.

5. El descanso se convierte en un verdadero regalo

Una de las bendiciones secretas del trabajo en horarios irregulares es que transforma el descanso. Cuando finalmente llega tu descanso, cuando te quitas la placa, cuando te desatas los zapatos, cuando finalmente te sientas, el descanso se convierte en algo que se recibe, no se da por sentado. Se convierte en un regalo, no en un derecho. Y ese cambio en el corazón es profundamente humanizador, incluso sagrado.

6. Una nueva perspectiva sobre lo que realmente importa

Las personas que trabajan mientras otras se relajan aprenden algo esencial desde el principio: la vida no siempre es perfecta. Las vacaciones no siempre son ideales. Los fines de semana no siempre son libres. Pero la vida puede seguir siendo rica, significativa y llena de alegría. La santidad no está ligada al calendario, sino al corazón que pones en el momento en el que te encuentras.

Esta perspectiva puede convertirse en una fuerza silenciosa, un recordatorio de que Dios obra poderosamente en horas poco convencionales.

Así que si te encuentras trabajando en algún día feriado, en Navidad, Año Nuevo o el sábado en que todos los demás parecen estar almorzando, no te desanimes. Eres parte de algo más grande, algo que silenciosamente mantiene al mundo en movimiento. Y en algún lugar de estas horas no tan fáciles, hay bendiciones esperando a ser descubiertas.

Y tal vez, cuando finalmente cuelgues tu abrigo después de ese largo turno, Dios mismo te susurre las palabras que tal vez nunca escuches de las multitudes a las que serviste: "Gracias por estar presente. Lo vi".

Cerith Gardiner 

Fuente: Aleteia