LA CLAVE DE SAN JOSEMARÍA PARA VOLVER A COMENZAR

A más de la mitad del año y tras las vacaciones de verano, esto decía san Josemaría sobre volver a comenzar cada día, persiguiendo nuestros propósitos

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Sin lugar a dudas, para niños y mayores, este momento del año es un punto de inflexión. Al volver de las vacaciones de verano, cuando retomamos nuestras rutinas, llega el verdadero y real reseteo.

Y con él, los loables propósitos: la matrícula en el gimnasio, la lista de libros que te propones leer, ese taller que ha querido, quizá, y la inevitable lista de alimentos prohibidos que, en este curso, estarán en la sección de "hoy no entran en casa".

No te canses de volver a empezar

Conviene recordar que el mero hecho de proponernos nuevos hábitos o habilidades ya es algo bueno y valioso. Las ganas de mejorar siempre dejan un regusto de ilusión, esperanza y optimismo. 

Y ese optimismo será necesario para no derrumbarnos cuando descubramos, a mitad de curso, que no hemos cumplido ni la cuarta parte de lo que, con tanta ilusión, habíamos planeado. No pasa nada. 

De hecho, esa sensación de volver a empezar es casi un sello de la condición humana. Ni se te ocurra renunciar a tener propósitos solo porque en un momento dado no los sacaste adelante. Esta vida va de comenzar y recomenzar todas las veces que haga falta.

Con amor todo se ve diferente y es posible

Existen personas que pertenecen a un grupo que no busca novedades ruidosas. Sus propósitos no pasan de suscribirse a un gimnasio o aprender una nueva técnica. No: su propósito es seguir con lo que ya estaban haciendo, nada nuevo, pero hacerlo mejor. 

Ahí está la clave. Aplican lo que dijo san Josemaríano es verdad que tus días sean iguales; si pones amor, cada día será distinto.

La clave: hacer las cosas con y por amor

Así, con esa ilusión, escribirás ese correo que pide la dirección sin dejarlo para el último minuto. No atenderás a un paciente con la rutina automática, sino con la atención que merece alguien único e irrepetible.

Corregirás un examen como si detrás de cada folio hubiera un mundo entero en juego. Cuidarás la alimentación de los tuyos como quien prepara un banquete. Prepararás a fondo una tutoría sin caer en el "ya me lo sé".

Y si es bueno parar y pensar cómo hacer brillar la monotonía en las actividades profesionales o en las tareas del hogar, más necesario aún es preguntarse cómo mejorar, cómo hacer brillar la monotonía de las relaciones personales.

Deja huella en cada objetivo

Ahí se juega mucho más que el orden de una casa o la eficiencia en un trabajo. Se trata de cuándo y cómo escuchar a un adolescente díscolo, cómo sorprender a mi mujer con un detalle inesperado, cómo retomar el trato con esa amiga a la que dejé de llamar.

Pequeños gestos, sí, pero que sostienen los vínculos. La rutina puede ser gris o puede ser un lienzo donde cada día pintamos algo distinto. Y la diferencia está en cuánto amor ponemos en esas repeticiones.

Nuestro principal objetivo y propósito de este nuevo curso —al que también tendremos que dedicar tiempo para pensarlo, soñarlo y encomendarlo— debería ser cómo lograr que las personas que me importan se sientan un poco más queridas. Nada de grandes campañas ni de manuales imposibles.

Simplemente dejar huellas de cariño en lo cotidiano: una palabra de aliento, una llamada breve, una sonrisa que interrumpe la prisa. Porque, al final, de eso trata todo: de que, cuando termine el día, alguien pueda decir "hoy me he sentido querido".

Mar Dorrio

Fuente: Aleteia