A más de la mitad del año y tras las vacaciones de verano, esto decía san Josemaría sobre volver a comenzar cada día, persiguiendo nuestros propósitos
Sin lugar a
dudas, para niños y mayores, este momento del año es un punto de inflexión. Al
volver de las vacaciones de verano, cuando retomamos nuestras rutinas, llega el
verdadero y real reseteo.PeopleImages | Shutterstock
Y con él, los
loables propósitos: la matrícula en el gimnasio, la lista de libros que te
propones leer, ese taller que ha querido, quizá, y la inevitable lista de
alimentos prohibidos que, en este curso, estarán en la sección de "hoy no
entran en casa".
No te canses
de volver a empezar
Conviene
recordar que el mero hecho de proponernos nuevos hábitos o habilidades ya es
algo bueno y valioso. Las ganas de mejorar siempre dejan un regusto de ilusión,
esperanza y optimismo.
Y ese optimismo
será necesario para no derrumbarnos cuando descubramos, a mitad de curso, que
no hemos cumplido ni la cuarta parte de lo que, con tanta ilusión, habíamos
planeado. No pasa nada.
De hecho, esa
sensación de volver a empezar es casi un sello de la condición humana. Ni se te
ocurra renunciar a tener propósitos solo porque en un momento dado no los
sacaste adelante. Esta vida va de comenzar y recomenzar todas las veces que
haga falta.
Con amor
todo se ve diferente y es posible
Existen
personas que pertenecen a un grupo que no busca novedades ruidosas. Sus
propósitos no pasan de suscribirse a un gimnasio o aprender una nueva técnica.
No: su propósito es seguir con lo que ya estaban haciendo, nada nuevo, pero
hacerlo mejor.
Ahí está la
clave. Aplican lo que dijo san Josemaría: no es verdad que tus días
sean iguales; si pones amor, cada día será distinto.
La clave:
hacer las cosas con y por amor
Así, con esa
ilusión, escribirás ese correo que pide la dirección sin dejarlo para el último
minuto. No atenderás a un paciente con la rutina automática, sino con la
atención que merece alguien único e irrepetible.
Corregirás un
examen como si detrás de cada folio hubiera un mundo entero en juego. Cuidarás
la alimentación de los tuyos como quien prepara un banquete. Prepararás a fondo
una tutoría sin caer en el "ya me lo sé".
Y si es bueno
parar y pensar cómo hacer brillar la monotonía en las actividades profesionales
o en las tareas del hogar, más necesario aún es preguntarse cómo mejorar, cómo
hacer brillar la monotonía de las relaciones personales.
Deja huella
en cada objetivo
Ahí se juega
mucho más que el orden de una casa o la eficiencia en un trabajo. Se trata de
cuándo y cómo escuchar a un adolescente díscolo, cómo sorprender a mi mujer con
un detalle inesperado, cómo retomar el trato con esa amiga a la que dejé de
llamar.
Pequeños
gestos, sí, pero que sostienen los vínculos. La rutina puede ser gris o puede
ser un lienzo donde cada día pintamos algo distinto. Y la diferencia está en
cuánto amor ponemos en esas repeticiones.
Nuestro
principal objetivo y propósito de este nuevo curso —al que también tendremos
que dedicar tiempo para pensarlo, soñarlo y encomendarlo— debería ser cómo
lograr que las personas que me importan se sientan un poco más queridas. Nada
de grandes campañas ni de manuales imposibles.
Simplemente
dejar huellas de cariño en lo cotidiano: una palabra de aliento, una llamada
breve, una sonrisa que interrumpe la prisa. Porque, al final, de eso trata
todo: de que, cuando termine el día, alguien pueda decir "hoy me he
sentido querido".
Mar Dorrio
Fuente: Aleteia