En Misión estamos de celebración: esta es nuestra edición número 75. Decenas de historias han pasado por nuestras páginas, como la de Isabel Ortega, a quien conocimos en el primer número
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Fotografía: Dani García |
Esta madre de
familia entonces esperaba a su quinto hijo y su vida giraba en torno a
recogidas en el colegio, baños y extraescolares. ¿Qué le ha enseñado la
maternidad en este tiempo? ¿Ha merecido la pena renunciar a su carrera de
abogada? ¿Cuál es el secreto para que su matrimonio vaya viento en popa?
La conocimos
a punto de tener su quinto hijo. ¿Cómo es su familia 17 años después?
La familia ha
crecido porque llegaron tres hijos más, aunque el último no llegó a nacer;
perdimos a nuestro octavo hijo. El mayor tiene 23 años y el pequeño tiene 7.
Estudió
Derecho, pero ya cuando la conocimos había renunciado a la abogacía por su
familia…
Sí, estudié
Derecho y ejercí durante unos años hasta que mi marido y yo, porque tomamos la
decisión juntos, vimos que mi profesión como abogada no era compatible con
nuestro proyecto de vida familiar, y entonces renuncié a ejercer mi profesión.
¿Se ha
arrepentido de esa decisión?
No. Gracias a
Dios he podido encontrar trabajos que me han permitido conciliar, así que estoy
muy -agradecida y contenta con la decisión que tomamos.
¿Qué es lo
mejor de una familia como la suya?
Una familia así
tiene muchas cosas buenas, pero yo destacaría que en esta casa donde hay mucha
gente hay mucha vida. Hacemos sobremesas en las que todos quieren contar lo
suyo, donde los pequeños miran embobados a los mayores… Eso es muy divertido.
Y, por supuesto, lo bueno de las familias numerosas es también que llega un
punto en el que claramente tenemos más manos y todos colaboran. Nosotros hemos
tenido la suerte de que a nuestros hijos mayores, además de que les gusta
ayudarnos, también les gusta ahora pasar tiempo con nosotros. Eso es un
gustazo. Disfrutamos de su compañía ya en otro plano.
“En el
matrimonio nunca hay que dar nada por sentado. Cada día es una lucha, pero el
Señor nos sostiene”
¿Ha sido la
misma madre con los mayores que con los pequeños?
No, y eso nos
lo echan en cara (ríe). Álvaro, el mayor, tenía 2 años y medio cuando
nació Inés, la tercera. Entonces claro, a Álvaro cuando tenía 7 años le
exigíamos unas cosas que no exigimos ahora al de siete. Creo que hemos
aprendido a elegir las batallas.
¿Cuál es el
aprendizaje más grande que se lleva como madre?
Que todo pasa.
Que los malos momentos se acaban y son un aprendizaje, porque te llevan
al límite y ahí uno aprende mucho de uno mismo. Que hay que mirar mucho a cada
hijo porque cada uno es totalmente distinto. Que lo que te sirve con uno no te
sirve con otro, y hay que saber cómo acercarse a cada uno de ellos. Pero quizás
lo más importante es que antes de desgastarse en ser madre hay que desgastarse
en ser esposa. El matrimonio es el centro de la familia y no se puede ser buen
padre si no se es buen esposo. Eso es la base de la familia y ojalá mis hijos
puedan tomarla de referencia a la hora de construir sus familias.
¿Hay algún
truco para que un matrimonio funcione?
Nunca hay que
dar nada por sentado. Incluso en los momentos en los que uno siente que está en
un momento de felicidad, de paz, de tranquilidad, que tiene las cosas en orden,
hay que dar. No tenemos nada ganado. Cada día es una lucha, pero el Señor nos
sostiene porque su gracia está ahí.
¿Puede poner
algún ejemplo de cómo cuidan el matrimonio?
Pasar tiempo a
solas con tantos hijos es complicado, por eso a veces nuestro pasar tiempo a
solas era en casa: preparábamos algo rico de cena, nos arreglábamos como si
fuéramos a salir y pasábamos un rato juntos cuando teníamos a los niños ya en
la cama. ¡Hasta nos tomábamos después una copa y bailábamos! El amor exige
creatividad y ese es otro de los consejos que podría dar a cualquiera.
“Hay que
mirar mucho a cada hijo porque cada hijo es totalmente distinto”
¿Hay algo de
estos años que cambiaría o haría de otra manera?
Quizá haberme
parado más con cada uno y no haberme centrado tanto en lo que deberían estar
haciendo o en lo que iba a pasar después, simplemente disfrutar del momento.
Cuando hay muchos niños, a veces resulta abrumador sobrevivir al día a día:
colegios, uniformes, deberes, cenas… pero eso no es lo importante. Lo
importante es el tiempo que pasas contemplando a cada uno para saber lo que
necesita.
¿Qué papel
juega la fe?
Para nosotros
desde siempre la fe ha estado en el centro para los -buenos y para los malos
momentos. Habernos casado por la Iglesia, haber tenido siempre sacerdotes
cerca, haber estado en un grupo de matrimonios, haber hecho el Máster de
Pastoral Familiar de lo que es ahora la Asociación Persona y Familia, haber
podido dar charlas prematrimoniales… nos ha permitido vivir con el foco puesto
en Dios y en la gracia que supone el matrimonio.
¿Cómo
gestiona el hecho de que los mayores vayan saliendo poco a poco del nido?
Se va
aproximando el momento en el que ellos van a tener sus propias vidas y ya son
cosas que no caen bajo mi control. Los tres mayores ya están saliendo con otras
personas con las que se supone, si Dios quiere, van a formar una familia. Así
que rezamos mucho por eso. Porque por nuestra experiencia sabemos lo importante
que es saber elegir a la persona correcta. Y eso ya no es una elección nuestra,
es una elección suya. Es momento de tomar distancia y confiar en la siembra que
hemos hecho.
¿Qué consejo
le da a sus hijos de cara a formar sus propias familias?
Lo fundamental
para mis hijos ahora y para cuando formen sus familias es que hablen, que
hablen mucho, que se comuniquen, que pongan encima de la mesa todos los temas.
Porque al margen de que elijan bien a la persona con la que van a pasar el
resto de su vida, esa elección pasa por hablar mucho en el noviazgo, y en
el matrimonio seguir hablando mucho también, hablar realmente de lo que
cada uno lleva en el corazón.
¿Cómo
resumiría sus casi 25 años de matrimonio?
Doy gracias a
Dios porque, al margen de las dificultades, a esta familia el Señor la ha
tratado muy bien. También nos ha hecho pasar muchas pruebas, pero yo tengo que
dar gracias por mi marido, por mis hijos y por estos 25 años de matrimonio que
vamos a hacer. Y hemos pasado momentos duros como la muerte de un hijo, pero
son cruces que, desde la distancia, veo que nos han fortalecido. Y también los
buenos momentos, los momentos divertidos, los más fáciles, pues esos también
son como un colchoncito donde uno puede descansar y recordar que esto merece la
pena y que, en los momentos de duda, hay mucho por lo que luchar y hay que
tirar para adelante.
Por Marta
Peñalver
Fuente: Revista Misión