Desde el reposo absoluto que le ha sido recetado por los médicos, Francisco sigue abordando sus quehaceres
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El Papa Francisco saluda a los fieles en la plaza de San Pedro, en una imagen de archivo. Dominio público |
El Papa
Francisco se encuentra desde el pasado viernes 14 de febrero ingresado
en el Hospital Policlínico Gemelli de Roma, desde donde sigue
atendiendo sus tareas como obispo de Roma, aunque los actos en su agenda
previstos a corto plazo hayan quedado cancelados. El Vaticano ha
ido informando del cuadro clínico del Santo Padre, que ha pasado de ser
«complejo» con una «infección polimicrobiana de las vías respiratorias» a
confirmarse como una neumonía bilateral.
Desde el reposo absoluto que le ha sido
recetado por los médicos, Francisco sigue abordando sus quehaceres. Este lunes, por ejemplo, firmó la renuncia del obispo
canadiense Jean-Pierre Blais, de 75 años. En la salud y la enfermedad, el
Pontífice argentino se ha mostrado siempre dispuesto a continuar a los mandos de la barca que es la Iglesia. De hecho, cuando la
gonalgia aguda que sufre en la pierna derecha le obligó a empezar a desplazarse
en silla de ruedas y algunos cuestionaron su capacidad para seguir en la
cátedra de Pedro, él mismo dejó clara su intención de no renunciar. «Se
gobierna con la cabeza, no con la rodilla», dijo entonces.
Caso distinto sería si le achacase una enfermedad incapacitante.
Para este caso y según Francisco confesó en una entrevista en el año 2022, ya
tenía escrita su carta de renuncia, que entregó al principio de su pontificado
al cardenal Tarcisio Bertone, quien a sus 90
años ya no ocupa ningún cargo en la Curia, pero era hasta 2013 fue secretario
de Estado del Vaticano. «En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé
yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen. No sé a quién se la habrá dado el
cardenal Bertone», comentó al diario ABC.
Como ya hizo Joseph Ratzinger y otros dos obispos de
Roma antes que él (Gregorio XII y Clemente I), Francisco I también podría renunciar al pontificado, aunque no
haya estado nunca en sus planes. Nada en el Derecho Canónico lo impide, y lo
que es más: lo permite. El obispo de la Iglesia romana, como sucesor del
primero de los Apóstoles, tiene potestad «suprema, plena, inmediata y universal
en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente», según establece el
canon 331.
Igual que tiene la autoridad para
desempeñar el cargo, la tiene para renunciar a él. El
Código de Derecho Canónico establece la única condición necesaria para
que sea válida su marcha del ministerio petrino, siendo esta que «sea libre y
se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie».
Clara González
Fuente: El Debate