EL CORPORAL DONDE SE DEPOSITAN CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

En la liturgia, todos los objetos importan, sobre todo los que se utilizan en el corazón de la Misa: el ofertorio y consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo

Corinne SIMON I CIRIC

"El diablo está en los detalles", como dice el refrán. Incluso en la liturgia, durante la cual el objeto más pequeño debe ser adecuado para su uso sagrado, ya que se trata de permitir que el sacrificio de Cristo, muerto y resucitado por la salvación del mundo, cobre vida, aunque sea de forma muy material.

En el altar, se utilizan varios paños para el ofertorio, la consagración y la purificación (IGMR 306) . La palia, el manutergio, el purificador o el corporal, en diversos grados, protegen o tocan las especies sagradas y dan testimonio del respeto debido al Cuerpo y la Sangre del Señor.

Este respeto explica que no se laven hasta que hayan estado en remojo durante algún tiempo para disolver cualquier rastro de la presencia real de Jesús. Tejidas con fibras naturales (lino y algodón), una cruz bordada recuerda su función litúrgica.

1. ¿DE DÓNDE VIENE EL NOMBRE?

El nombre corporal procede del latín "corpus", que significa "cuerpo".

2. ¿PARA QUÉ SIRVE?

Colocado en el altar al comienzo del ofertorio, el corporal sostiene la patena, el cáliz y los copones. Antiguamente, la hostia se colocaba directamente sobre este paño, de modo que simbolizaba el sudario de Cristo, cuyo sacrificio se actualiza durante la Eucaristía. Su función es evitar la pérdida de trozos de pan consagrado.

3. ¿CÓMO RECONOCERLO?

Desplegado, el corporal es un cuadrado de tela blanca de unos cincuenta por cincuenta centímetros (puede ser más grande si se van a utilizar varios cálices y copones). En uno de los lados, en el centro, se borda una cruz, de modo que quede delante del sacerdote en la consagración, debajo de la patena.

Se dobla en tres, empezando por delante, doblando el lado opuesto y luego en tres al revés. El resultado es un cuadrado, y cualquier trozo del Cuerpo de Cristo que quede en él queda encerrado por el pliegue.

Valdemar de Vaux 

Fuente: Aleteia