5 CLAVES PARA ELEGIR UN CAMPAMENTO DE VERANO ADECUADO PARA TUS HIJOS

Si pones en internet “campamento de verano”, te encontrarás con una oferta amplísima. ¿Pero qué debería buscar una familia católica en un campamento para sus hijos? Aquí te damos 5 pistas

Dominio público

La oferta de campamentos es cada vez más variada. Existe un abanico amplio de instituciones que organizan actividades para perfeccionar un deporte, aprender un idioma o un instrumento, o simplemente dar a los hijos opciones de entretenimiento. La hermana Mariam Samino, SHM, que ha organizado muchos campamentos de verano, no tiene ninguna duda en recomendar a los padres que envíen a sus hijos de campamento. Sin embargo, aconseja que se enteren de la propuesta que hay detrás y de lo que buscan conseguir los organizadores con sus acampados. “No todo vale, y si no se elige bien, podría ser desastroso para los hijos, y para toda la familia”, sentencia. 

Esta hermana ha sido una acampada desde la cuna. Cuando tenía 15 días de nacida, sus padres, Rafael Samino y Esmeralda Pérez, se la llevaron a un campamento en el que ellos participaban como personal de apoyo. Ellos también animan a buscar campamentos donde los niños y adolescentes, además de disfrutar de un ambiente sano en medio de la naturaleza, puedan vivir una convivencia intensa para crecer en virtudes y talentos humanos (amistad, alegría, superación, generosidad…), y donde, además, reciban formación espiritual. Estas son los claves que ofrece la familia Samino Pérez (padres e hija) para detectar un buen campamento. 

1. Saca a los hijos de su zona de confort. Para muchos jóvenes un campamento supone un antes y un después. Rafael comenta que el sólo hecho de salir de casa, pernoctar en la naturaleza y dormir en tiendas de campaña con personas que al principio les son desconocidas, los saca de su zona de confort. Se trata de que el campamento los impulse a levantarse a la primera, hacer caminatas largas, pasar un poco de hambre, hacerse la cama, comer la comida que toca e incluso lavar la ropa. “Comprobamos siempre cómo el sacrificio los ayuda a crecer y a madurar”, explica la hermana. 

2. Les conecta con la realidad. Por el ritmo trepidante de la vida actual, muchos niños llegan a los -campamentos y  “ya no saben ni jugar”, asegura la hermana. “Estos días pueden ser óptimos para aprender a jugar sin pantalla, con sencillez, como se ha hecho toda la vida”, reclama. Además de los juegos y manualidades, hay que intentar que también aprendan a realizar las tareas cotidianas y les cojan el gusto. En cada campamento la hermana ha comprobado que  “por lo general a los acampados les encanta ayudar en la cocina, ordenar sus tiendas, limpiar la iglesia, fregar, lavar los baños…”. De ahí que los Samino Pérez animen a los padres a impulsar a sus hijos a que continúen realizando estas labores al volver a casa. “Si son capaces de hacerlas en los campamentos, con alegría y diligencia, pueden continuar en casa”.

“Estos días pueden ser óptimos para aprender a jugar sin pantallas, como toda la vida”

3. Les da formación. “Las reuniones de formación son lo primero que fijamos en el horario”, explica la hermana Mariam. Y relata el caso de una chica de 16 años que asistió al campamento obligada por su madre.  “Al principio todo lo hacía con desgana, pero al ir escuchando las charlas de formación, poco a poco, tuvo una transformación impresionante. Se notaba su alegría, su disponibilidad, su apertura a Dios. Sabemos que su conversión fue auténtica porque después de estos meses continúa fiel a sus compromisos”. Rafael y Esmeralda también percibieron una -transformación importante en sus hijos campamento tras campamento.  “Al volver a casa se mostraban más colaboradores en las tareas domésticas, más dóciles, cariñosos y obedientes. Es verdad que, a veces, no les duraba mucho, pero iban creciendo en madurez verano tras verano”, asegura Rafael. 

4. Llena su tiempo de sentido, no sólo de contenido. Si bien un buen campamento combate la ociosidad y la pérdida de tiempo, que está en la raíz de muchos vicios, la hermana advierte de que no basta con  “tenerles ocupados”. Necesitan recibir más que un  “sano entretenimiento”. “Si sólo los entretenemos no tendría sentido toda la preparación previa que hacemos. Entretenerles es algo que puede hacer cualquiera”. Un buen campamento está impregnado de sentido en todo lo que se hace.  “Eso no significa que estén todo el tiempo rezando, pues el día tiene que estar repleto de actividades de diversión, pero incluso estas actividades deben están orientadas a profundizar en algún tema de nuestra fe”, comenta la hermana. Y subraya que los campamentos son también excelentes para hacer buenas amistades:  “Yo aún conservo amistades que nacieron en uno de mis primeros campamentos, cuando tenía tan sólo 10 años”.

5. Les da la oportunidad de tener un encuentro personal con Dios. Es recomendable buscar un campamento católico donde los más pequeños vivan experiencias que los marquen en su vida de piedad para toda la vida. Rafael asegura que en los campamentos muchos niños participan de su primer Rosario o de su primera Misa vivida con plena conciencia, o de un rato diario de oración a solas con el Señor.  Tanto es así, que al regresar a casa, “algunos le piden a sus padres que los acompañen a Misa o rezar el Rosario como hacían en el campamento”. ¡Y la semilla de la fe se afianza y crece en toda la familia!

Por  Isabel Molina Estrada

Fuente: Revista Misión