¿Qué valor tiene un nombre? ¿Qué relación tienen los nombres con el Bautismo y con el signo de la Cruz? ¿Qué papel juegan las mascotas en la vida del cristiano? Aquí algunas respuestas del catecismo
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Antes de pasar a la cuestión de los nombres
humanos dados a los animales, conviene responder a la pregunta de qué significa
que la Iglesia haya dicho algo.
Una declaración de la Iglesia es una
declaración del magisterio, no una frase dicha por un cura o un contenido
difundido por una página web católica. El Magisterio de la Iglesia tiene por objeto proporcionar
una interpretación auténtica de la Palabra de Dios y de la Tradición. En la
práctica, esto se hace a través de encíclicas, decretos, cartas apostólicas y
otros documentos de la Iglesia que son fruto de la investigación y el debate.
Hasta ahora, por tanto, la Iglesia no se ha
pronunciado oficialmente en el sentido de que dar nombres humanos a los
animales sea pecado.
¿Qué valor tiene un nombre?
En muchas culturas, un nombre tenía un
significado mucho más profundo que el que tiene hoy. En la antigua Roma, después de haber prestado servicios a la República se daba un nuevo apodo
oficial. Publio Cornelio Escipión, por ejemplo, recibió el nombre de Africano
por la ocupación de Cartago. En muchas tribus, un niño que era reconocido como
hombre después de haber superado pruebas especiales recibía un nombre nuevo que
describía sus rasgos.
Actualmente, la elección del nombre tiene que
ver más con el sonido (o incluso las modas) que con su significado; aun así, la
mayoría de ellos tiene una etimología cristiana. En cuanto a los cristianos, es
común que el nombre elegido por los padres corresponda a un santo patrón
especialmente cercano a o admirado por ellos. En el Catecismo de la Iglesia
Católica leemos:
El sacramento del bautismo se administra «en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). En el bautismo,
el nombre del Señor santifica a una persona y el cristiano recibe su nombre en
la Iglesia. Puede ser el nombre de un santo, es decir, de un discípulo de
Cristo cuya vida ha sido una fidelidad ejemplar a su Señor. El santo patrón es
un modelo de amor y garantiza la intercesión ante Dios. «Nombre de bautismo»
también puede expresar un misterio o una virtud cristiana. «Los padres, los padrinos
y el párroco deben procurar no dar un nombre extraño al espíritu cristiano». (CIC 2156)
Relación con la cruz
El nombre del bautizado está estrechamente
vinculado al signo de la cruz, el signo de Jesús mismo. Esto lo hace sagrado.
En el Catecismo leemos también:
«Dios llama a todos por su nombre. El nombre de
cada persona es sagrado. Un nombre es un icono de una persona. Exige respeto
por la dignidad de quien lo lleva». (CIC 2158)
Por este motivo, poner nombres humanos a los
animales puede ser controvertido.
Es natural que sintamos afecto por nuestras
mascotas, sobre todo en el contexto actual, donde el mundo virtual nos encierra
en nosotros mismos y puede hacernos más difícil abrirnos a las exigencias de
crear un vínculo con otro ser humano. Con un animal es mucho más sencillo: no
traicionará, no engañará; siempre estará cerca y mostrará afecto. Sin embargo,
a pesar de nuestros esfuerzos, seguirá siendo un animal. Y estos esfuerzos
pueden ser grandes.
¿Entonces, es
pecado dar un nombre humano a un animal?
Volvemos a la
cuestión del título. Es difícil decir inequívocamente si ponerle a un perro el
nombre de Tomás es ya un pecado. Aparece como una transgresión del segundo
mandamiento, que se ocupa de lo sagrado: no tomarás el nombre del Señor Dios en
vano. El pecado, sin embargo, no es solo infringir la letra de la ley. Es una
ofensa al amor a Dios, al hombre y a uno mismo. Debe ser intencionado y
consciente.
Si una persona
llamó Ana a su perra, es difícil afirmar que lo hiciera con la intención de
burlarse de Dios y del Santo Bautismo. Es seguro que algo así no se le habría
pasado por la cabeza.
Pero poner a un
perro el nombre de un ser humano para burlarse del bautismo y del cristianismo
puede calificarse de pecado y de verdadera ofensa a un mandamiento de Dios. Si
a ello se une el rechazo a tener descendencia, la renuncia a la paternidad en
nombre de la comodidad y el egoísmo, y la personificación de los animales y su
colocación incluso por encima del bienestar de los seres humanos, es
ciertamente incompatible con el diseño de Dios para el mundo y, por tanto, es
pecado.
Sin embargo, es
imposible afirmar categóricamente que quien da un nombre humano a un animal
está cometiendo un pecado.
Dariusz
Dudec
Fuente: Aleteia