Primera predicaciĆ³n de Adviento del Predicador de la Casa Pontificia, en presencia del Papa y de miembros de la Curia Romana
La primera predicaciĆ³n de Adviento del cardenal Cantalamessa en presencia del Papa Francisco y de la Curia Romana (Vatican Media) |
Ha sido la figura de Juan Bautista, en su doble
papel de "predicador de la conversiĆ³n" y "profeta", la que
ha inspirado el primer sermĆ³n de Adviento pronunciado esta maƱana por el
cardenal Raniero Cantalamessa en el Aula Pablo VI, en presencia del Papa
Francisco. La reflexiĆ³n del predicador de la Casa Pontificia se centrĆ³ en el
"Precursor", que - considerando en particular el segundo aspecto de
su misiĆ³n - "inaugurĆ³ la nueva profecĆa cristiana, que no consiste en
anunciar una salvaciĆ³n futura, sino en revelar una presencia", la "de
Cristo en el mundo y en la historia".
JesĆŗs, observĆ³ el cardenal capuchino,
"estĆ” en medio de nosotros, estĆ” en el mundo", pero "el mundo
aĆŗn hoy, despuĆ©s de dos mil aƱos, no lo reconoce". Hay, a este respecto,
una pregunta de JesĆŗs que siempre ha preocupado a los creyentes: "El Hijo
del hombre, cuando venga, ¿encontrarĆ” fe en la tierra?" (Lc 18,8). Son
palabras que no se refieren a "su venida al fin del mundo".
En efecto, en los discursos escatolĆ³gicos se
entrecruzan dos perspectivas: "la de la venida final de Cristo", pero
tambiƩn "la de su venida como resucitado y glorificado por el Padre: su
venida "con poder segĆŗn el EspĆritu de santidad, en virtud de la
resurrecciĆ³n" (Rm 1,4), como la define san Pablo". Y refiriĆ©ndose
precisamente a esta venida segĆŗn el EspĆritu, el SeƱor puede decir: "Esta
generaciĆ³n no pasarĆ” antes de que todo esto suceda" (Mt 24,34).
Por tanto, la palabra de JesĆŗs, subrayĆ³ el
predicador, "no interroga a nuestra posteridad, a los que vivirƔn en el
momento de su regreso final"; al contrario, "interroga a nuestros
antepasados y a nuestros contemporƔneos, incluidos nosotros mismos".
Por eso, la tarea profƩtica de la Iglesia "serƔ la misma que la de Juan
Bautista, hasta el fin del mundo: sacudir a cada generaciĆ³n de la terrible
distracciĆ³n y ceguera que les impide reconocer y ver la luz del mundo".
En tiempos de Juan, seƱalĆ³ Cantalamessa,
"el escĆ”ndalo procedĆa del cuerpo fĆsico de JesĆŗs; de su carne tan
parecida a la nuestra, salvo por el pecado". Y "aĆŗn hoy es su cuerpo,
su carne la que escandaliza: su cuerpo mĆstico, la Iglesia, tan semejante al
resto de la humanidad, sin excluir siquiera el pecado". Por eso, asĆ como
Juan Bautista "hizo reconocer a Cristo bajo la humildad de la carne a sus
contemporĆ”neos, asĆ es necesario hoy hacerlo reconocer en la pobreza de la
Iglesia y de nuestra propia vida".
A continuaciĆ³n, el cardenal hablĆ³ de la nueva
evangelizaciĆ³n, que San Juan Pablo II describiĆ³ como "nueva en el fervor,
nueva en los mƩtodos y nueva en las expresiones". A este respecto, dijo
Cantalamessa, Juan Bautista es un maestro sobre todo en la primera de estas
tres cosas, el fervor. "No es un gran teĆ³logo, tiene una cristologĆa muy
rudimentaria. No conoce todavĆa los tĆtulos mĆ”s altos de JesĆŗs: Hijo de Dios,
Verbo, ni siquiera el de Hijo del Hombre"; ademƔs, utiliza imƔgenes sencillas.
Pero, a pesar de "la pobreza de su teologĆa", tiene el mĆ©rito de
conseguir "hacer sentir la grandeza y la unicidad de Cristo". Por
eso, "a la manera de Juan Bautista, todos pueden ser
evangelizadores".
AdemƔs, aclaraba el capuchino, en la
evangelizaciĆ³n no puede haber contenidos verdadera y totalmente nuevos; puede
haber, sin embargo, "contenidos nuevos, en el sentido de que en el pasado
no habĆan sido suficientemente resaltados, que habĆan permanecido en la sombra,
poco valorados". San Gregorio Magno decĆa que "la Escritura crece con
quienes la leen". Y tambiƩn explicaba por quƩ. "Uno comprende [las
Escrituras] tanto mĆ”s profundamente cuanto mĆ”s atenciĆ³n les presta (Hom en Ez.
i, 7, 8)". Y este crecimiento se realiza en primer lugar "a nivel
personal, en el crecimiento en la santidad; pero tambiƩn se realiza a nivel
universal, en la medida en que la Iglesia avanza en la historia".
Lo que hace a veces tan difĆcil aceptar el
"crecimiento" del que habla Gregorio Magno es "la escasa
atenciĆ³n que se presta a la historia del desarrollo de la doctrina cristiana
desde sus orĆgenes hasta hoy, o un conocimiento muy superficial de la
misma", seƱalĆ³ Cantalamessa. Esta historia atestigua, de hecho, que
siempre ha habido crecimiento, como demostrĆ³ el santo cardenal John Henry
Newman en un famoso ensayo. La RevelaciĆ³n -la Escritura y la TradiciĆ³n juntas-
"crece segĆŗn las exigencias y las provocaciones que se le plantean en el
curso de la historia". JesĆŗs prometiĆ³ a los apĆ³stoles que el ParĆ”clito
"les conducirĆa 'a toda la verdad' (Jn 16,13), pero no especificĆ³ en
cuƔnto tiempo: si en una o dos generaciones, o en cambio -como todo parece indicar-
mientras la Iglesia peregrine sobre la tierra".
A continuaciĆ³n, el cardenal seƱalĆ³ cĆ³mo la
predicaciĆ³n de Juan el Bautista ofrece la ocasiĆ³n "para una observaciĆ³n
tĆ³pica sobre este "crecimiento" de la Palabra de Dios que el EspĆritu
Santo obra en la historia". De hecho, aunque la tradiciĆ³n litĆŗrgica y
teolĆ³gica ha recogido principalmente el grito de Ć©l: "¡He aquĆ el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo!", en realidad, sin embargo, esto
serĆa sĆ³lo "la mitad de la profecĆa de Juan" sobre Cristo. TambiĆ©n define
a JesĆŗs como el "que bautiza en el EspĆritu Santo", significando que
la salvaciĆ³n cristiana "no es sĆ³lo algo negativo, un 'quitar el
pecado'", sino "sobre todo algo positivo: un 'dar', infundir vida
nueva, vida del EspĆritu. Un renacimiento".
L'Osservatore Romano