En la actualidad, estar y disfrutar del silencio es cada vez menos usual. Hoy Guillermo Dellamary reflexiona sobre los frutos de callar y escuchar más a los demás, a uno mismo, y a Dios
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Ground Picture | Shutterstock |
Resulta que uno
de los problemas más grandes que tenemos en la vida de pareja, y con los
amigos, es la ruptura y el quebranto que genera el estar discutiendo y
generando arrebatos y polémicas. Tenemos que cambiar de hábitos y modo de
relacionarnos, empezando por apreciar más el gran valor que tiene el silencio.
Veamos algunas
de las aportaciones que tiene saber callar y escuchar, muy por encima del
enfrascarse en un debate. Apreciar y practicar el silencio podría ser una gran
solución a muchos problemas, conviene ejercitarlo más durante cada jornada y
con muchas personas con las que nos relacionamos.
Es necesario
empezar con una dieta de la palabra, si lo hacemos con la comida o las bebidas,
por qué no realizarlo con la verborrea, y así, hablar menos de ti y de lo que
piensas.
Concentración,
conexión y conocimiento
Descubre que el
silencio te ayuda a darle orden a tus ideas y emociones, a concentrarte mejor
en lo que tienes en tu interior, con menos distracciones, lo que sin duda, nos
va a ayudar a conocernos y entendernos mucho mejor y va a facilitar que tomemos
mejores decisiones.
Al callar y
escuchar te conectas mucho más contigo mismo y con todos los que te rodean,
porque no estás teniendo la necesidad de hablar y de decir lo que se te antoja,
sin pensar bien las cosas. Es estar más en sintonía y armonía con las personas
y el mundo que nos rodea.
Hablar y hablar
es un desahogo, una catarsis, pero puede ser un acto egoísta, porque tú eres
quien necesita ser escuchado y no le das la oportunidad a la otra persona a ser
escuchada con atención y profundidad. En vez de estar atento a lo que tu
quieres agregar, estar bien concentrados en lo que la otra persona quiere
comunicar, sobre todo sin la terrible tentación de interrumpir.
Aprender que,
también sin palabras, puedes decir muchas cosas; tus gestos y manierismos también
comunican, a veces tanto como tu voz. El encanto de tus actitudes y trato
afectivo puede decir mucho más que mil palabras. Tus reacciones y miradas
pueden llegar más al corazón, sin emitir una sola expresión.
Callar puede
ser un acto de caridad
En la
tranquilidad de tu interior hay paz, más armonía; un reposo que transmite mucho
más amor a la vida que las agitadas discusiones y polémicos debates.
Apreciemos, con
disciplina, la dieta del silencio y dejemos de comer tanta ansia por decir y
hablar, porque como bien dice el viejo refrán «en boca cerrada, no entran
moscas». Entre más ecuánime es el poder de tu palabra, más cuidado tienes de no
ofender, manifestar imprudencias y hacer comentarios hirientes y
provocativos.
¿Qué nos cuesta
dedicarle algunos momentos al día a guardar silencio?, aunque sean 15 minutos
para estar más contigo mismo. ¿Qué esperamos para escuchar más y hablar menos?
Siempre hay un lugar en el que te puedes distanciar, estar más contigo mismo y
relajarte, estar más tranquilo; que escuches más tu interior y dejes los
impulsos por querer contar y contar las cosas que te han pasado, o aquello en
lo que no estás de acuerdo con los demás.
Estar contigo
es un proceso que se desarrolla en lo profundo de ti para aspirar a tener mayor
conocimiento y comprensión de la persona que eres, a identificar mejor lo que
te sucede, lo que te pasa, a distinguir tus emociones y sentimientos, aclarar
tus ideas y estructurar atinadamente tus objetivos. Es un momento de definir
qué quieres hacer con tus relaciones, y así, encontrar la manera más sana y
positiva de estar con los demás.
Hay que
concentrarse más en el presente, en nuestro interior; en reflexionar sobre tus
experiencias y emociones, y descubrir realmente cómo te sientes.
Callar te
permite un mayor autoanálisis y conseguir, al detalle, una sana
autocrítica e identificar los patrones y tendencias que te están afectando
negativamente en tu manera de ser. En esto te va a ayudar mucho escribir un
diario, que te leas a ti mismo, que sepas que no necesitas siempre salir a
contar tu vida privada e íntima a los demás, y mucho menos
discutir.
Necesitas
comprenderte mejor en la intimidad y acudir más al diálogo interno. Haz
ejercicio, sal a caminar en un parque o en el bosque, date el tiempo suficiente
para observar, para estar en silencio. Goza de la gratitud, del valor que tiene
un estado de ánimo positivo, deja el ansia por buscar estar acompañados y no
disfrutar de la soledad.
Deja de
juzgarte a ti también, sé amable y cortés contigo y escucha tus sentimientos,
sin culpas ni prejuicios. Tente más paciencia y tolerancia, no tengas urgencia
por hacer las cosas más allá de lo que puedes.
En fin, callar
puede ser un acto de caridad y el silencio nos permite escuchar la voz
de Dios.
Guillermo
Dellamary
Fuente: Aleteia