El Papa Francisco envió un mensaje a la Iglesia francesa, que en la fiesta de la Asunción celebró 150 años de peregrinaciones nacionales al santuario mariano de Lourdes: el mundo necesita la protección de la Virgen ante las preocupaciones y desafíos actuales
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La Gruta de Lourdes abarrotada de peregrinos franceses en el 150º aniversario de las peregrinaciones nacionales (ANSA) |
La Gruta de
Massabielle, epicentro de paz para el mundo que libra su guerra mundial a
pedazos. Así lo ve el corazón del Papa, que envió un mensaje a la Iglesia
francesa que ayer concluyó la gran peregrinación nacional a Lourdes, en que
también celebró los 150 años del inicio de esta práctica en el país.
Es necesario
"acudir con decisión" a la Virgen "ante las dificultades,
preocupaciones y desafíos del presente", escribe Francisco, que pone a los
pies de la Madre de Jesús el drama de las demasiadas zonas del planeta donde
hay matanzas y destrucción.
"Que la
Reina de la Paz – es su oración – interceda ante su Hijo para que se instaure
la tan deseada paz allí donde se oye el rumor de las armas".
Redescubrir la
devoción popular
En su mensaje,
el Santo Padre recuerda que el culto mariano en Francia se ha desarrollado
desde "tiempos remotos", con "innumerables – y admirables –
lugares de culto dedicados a Ella", alcanzando su apogeo con las apariciones
a Bernadette en 1858.
La
peregrinación y la procesión a Lourdes favorecerán "la difusión o el
redescubrimiento de los actos de devoción popular", espera Francisco, al
dirigirse a los obispos y los fieles, para luego ampliar su mirada de las heridas
de guerra a las otras que el Santuario de los Pirineos acoge
ininterrumpidamente cada año, las de los enfermos y discapacitados, a quienes
también saluda "calurosamente".
Su
peregrinación en busca de "consuelo", junto con la de quienes los
acompañan, "dan al mundo – escribe Francisco – un elocuente testimonio de
fe y de caridad".
Oración por las
familias, marginados y refugiados
La invocación
del Papa a la Virgen no se detiene y pide que su intercesión suscite en el
corazón de todos "auténticos sentimientos de amor fraterno" para que
las sociedades crezcan "en el respeto a los demás, salvaguardando su
dignidad y sus derechos, y para que nadie se quede atrás".
A la protección
de la Madre de Jesús Francisco también encomienda a las familias: "Los
padres que llevan el peso cotidiano de una gran responsabilidad; los jóvenes,
tan ricos en potencialidades, pero a menudo preocupados por su futuro, o
lamentablemente ya obstaculizados por muchas limitaciones; los ancianos, ricos
en experiencia y sabiduría, pero con demasiada frecuencia abandonados y
descuidados", sin olvidar a "las personas solas, los marginados, los
exiliados o refugiados, y todos los que sufren".
Cristo –
concluye el Obispo de Roma – es la "esperanza inquebrantable" sobre
la que debemos construir nuestra vida y nuestras sociedades".
Alessandro De
Carolis – Ciudad del Vaticano
Vatican News