La fiesta de San Fermín se celebra cada 7 de julio y es una de las que tiene más proyección internacional por sus impresionantes encierros, al tiempo que atesora una profunda raigambre espiritual.
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Dominio público |
Aunque se fecha su nacimiento en Pamplona en el siglo III, los
primeros vestigios documentales que se tienen sobre la vida y obra del santo
navarro datan del siglo VIII. Según la tradición, era hijo de un senador
romano, que se convirtió junto a su familia por la predicación de San Saturnino
de Toulouse.
Fermín fue ordenado sacerdote en Tolosa y consagrado como primer
Obispo de Pamplona a los 24 años. Tras predicar en su tierra natal, marchó a
difundir el Evangelio a las Galias, donde fue capturado, azotado y enviado a
prisión en la localidad de Beauvais, en la actual Francia. La muerte del
gobernador le permitió salir del trance con vida.
Como quiera que la predicación en Amiens obtuvo mucho fruto, fue
apresado de nuevo y decapitado el 25 de septiembre a finales del siglo III o
principios del IV, según distintas fuentes, dentro de la persecución ordenada
por Diocleciano. Uno de los conversos, el senador Faustiniano, recuperó el
cuerpo y le dio cristiana sepultura.
Según detalla el sitio web Primeroscristianos.com,
“San Salvio, Obispo de Amiens, encontró su sepultura en el año 615, guiado por
un rayo de luz”. En el año 1186, el Obispo Pedro de París llevó a Pamplona una
reliquia del santo y se popularizó su devoción.
A San Fermín se le recordó primero el 25 de septiembre,
coincidiendo con la fecha de su martirio, su dies natalis. Pero en 1590 la
fiesta se trasladó, a petición del Ayuntamiento, al 7 de julio siendo Obispo de
Pamplona Mons. Bernardo de Sandoval y Rojas.
Sin embargo, el 25 de septiembre se sigue recordando la fecha de
su martirio con el llamado San Fermín Chiquito.
También se conmemoraba la fiesta del Traslado, en recuerdo de la
llegada de las reliquias del santo a Pamplona el 10 de octubre, según la Real Academia de
la Historia.
Por otro lado, se celebra la fiesta de las reliquias el domingo
siguiente al 13 de enero, fecha en la que se hallaron los restos de San
Fermín..
Más allá de los conocidos festejos taurinos y las fiestas
civiles, el Arzobispado de Pamplona desarrolla en estos días un amplio programa
de actos litúrgicos que comienzan cada 6 de julio con la celebración de las
vísperas.
El 7 de julio, a las 10 de la mañana, se realiza la procesión y
tiene lugar la Misa solemne. También está prevista la ofrenda infantil, que
este año tendrá lugar el próximo martes 11 de julio, y la llamada Misa de
mayores, el jueves 13.
El 14 de julio se cierran las celebraciones litúrgicas con la
Misa de la octava de San Fermín.
Además, desde principio de año se organizan las llamadas “Misas
de la escalera de San Fermín”, que coinciden con los días 1 de enero, 2 de
febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 de junio y 7 de julio, como reza
la popular canción.
Aunque la creencia común pueda atribuir a San Fermín el
patrocinio de la ciudad de la que fue primer Prelado, lo cierto es que el
patrón de Pamplona es San Saturnino, cuya fiesta se celebra el 29 de
noviembre.
San Fermín es patrón de Navarra, junto a San Francisco Javier. En
el siglo XVII, se produjo un conflicto entre javieristas y ferministas. Por un
lado, el Ayuntamiento de Pamplona y el Cabildo de la Catedral proponían al
obispo y mártir. Por otro, la Diputación del Reino y la Compañía de Jesús se
decantaban por el religioso misionero.
El conflicto fue tal que tuvo que intervenir el Papa Alejando
VII, quien decretó el patronazgo conjunto en 1657.
La carrera por las calles de Pamplona que realizan decenas de
personas delante de los seis toros que cada tarde se lidian durante las fiestas
se inicia con un rezo a San Fermín, para pedir la protección y que haga uso de
su “capotico”.
Con esta expresión se hace referencia a la ayuda que el santo
pueda brindar a los corredores en caso de peligro, distrayendo a los toros que
amenacen sus vidas usando un capote (pieza de tela utilizada por los toreros)
sobrenatural.
El
rezo se realiza minutos antes de la suelta de los cornúpetas, con una canción
ya tradicional:
La
tonadilla, que concluye con el grito “¡Viva San Fermín!”, se repite tres veces
frente a una hornacina en la que hay una imagen del Santo a pocos metros de los
corrales donde aguardan los astados antes de correr.
Por
Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI