Mons. Georg Gänswein entrevistado por EWTN 40 días antes de morir Benedicto XVI revela muchos aspectos de su personalidad
Mons. Georg Gänswein. Dominio público |
La vida de oración de Benedicto
"Lo
que experimenté con él como cardenal, pero también como Papa -después de todo,
vivía con él- es que siempre teníamos tiempos fijados para la oración. Había
excepciones, claro, como estando de viaje. Pero los tiempos de oración eran sacrosantos", explica
Gänswein.
En
concreto, detalla, "eso significaba Santa Misa, breviario, Rosario,
meditación". Eran tiempos fijados. "Él decía: 'lo más importante es que Dios siempre va
primero. Primero, debemos buscar el Reino de Dios, todo lo demás vendrá por
añadidura".
Gänswein
comenta: "Es una simple frase, y suena bien. Pero no es tan fácil
seguirla". Precisamente, el
Papa le pedía a su secretario que le ayudara a conseguir que se cumpliera así, coordinando
su agenda y actividades.
Sus santos favoritos: de San José a
Santa Teresita
Preguntado
por los santos favoritos de Benedicto XVI, Gänswein no duda: "Su santo preferido era San
José, pero pronto le añadió a San Agustín y San Buenaventura. Y eso es
simplemente porque había estudiado a estas dos grandes figuras de la Iglesia
muy intensamente y podía ver cómo fecundaban su vida espiritual e
intelectual".
En
cuanto a mujeres santas, Gänswein detalla que "la Virgen María es la número 1, por
supuesto, y yo diría que Santa
Teresa de Ávila, que en su potencia espiritual e intelectual dio un
testimonio que él
encontraba muy impresionante. Y, no te lo creerás, también la pequeña Santa Teresa
del Niño Jesús".
De
las figuras más modernas, el secretario del Papa emérito añade a "Madre Teresa, por su
simplicidad y convicción. De hecho, lo que ella vivió fue más que una
conferencia de teología. Ella vivió el Evangelio y eso, para él, era
decisivo".
Detalla
que el teólogo Ratzinger conoció a Madre Teresa en el “Katholikentag” [Día
Católico] de Freiburg en 1978. "Él llevaba un año de arzobispo y yo
llevaba un año en el seminario. La Madre Teresa estaba allí, en la catedral de
Freiburg, y también él, el cardenal de Múnich, Joseph Ratzinger".
La debilidad de la edad avanzada
Gänswein
detalló que Benedicto
pensaba que sólo viviría un año más tras su renuncia. "Al contrario de
lo que pensaba, ha vivido hasta una edad avanzada. Estaba convencido de que,
tras su dimisión, el Buen Dios le concedería sólo un año más. Probablemente, nadie se sorprendió más que él al
ver que este “un año más” resultó ser bastantes años más", explica.
Fueron casi diez años más.
"Hacia
el final estaba físicamente muy débil, muy frágil, por supuesto, pero —gracias
a Dios— su mente estaba tan clara como siempre. Lo que le dolía era ver que su voz se volvía más baja y más
débil. Toda su vida había dependido del uso de su voz, y esta
herramienta se había perdido gradualmente para él. Pero su mente siempre estaba
clara, estaba sereno, y nosotros, los que siempre estábamos a su alrededor, los
que vivíamos con él, podíamos sentir que estaba en la recta final".
Gänswein
detalla que nunca habló de miedo a morir. "Hablaba siempre del Señor, de su esperanza de que, cuando por
fin se presentara ante él, le mostraría mansedumbre y misericordia, sabiendo,
por supuesto, de sus debilidades y de sus pecados, de su vida. ... Pero, como
decía San Juan: Dios es más grande que nuestro corazón".
Dulzura y siempre compostura
"Lo
que siempre me impresionó, e incluso me sorprendió, fue su dulzura; lo sereno y jovial que
era, incluso en situaciones muy agotadoras, muy exigentes y, a veces,
incluso muy tristes desde el punto de vista humano", detalla el arzobispo.
"Nunca perdió la compostura; nunca
perdía los estribos. Al contrario: cuanto más lo desafiaban, más
callado y pobre en palabras se volvía. Pero esto tuvo efectos muy buenos y
benévolos en quienes lo rodeaban.
"Sin
embargo, no estaba acostumbrado a las grandes multitudes. Por supuesto, como
profesor, estaba acostumbrado a hablar frente a una audiencia grande, incluso
muy grande, de estudiantes. Pero ese era él como profesor hablando a los
estudiantes. Después, como Papa, todos
estos encuentros con personas de diferentes países, su alegría y entusiasmo,
fueron, por supuesto, una experiencia muy diferente. Tuvo que
acostumbrarse".
Gänswein
recuerda una reunión siendo Ratzinger prefecto de Doctrina de la Fe, con muchos clérigos italianos que hablaban
muy rápido, fuerte y gesticulando, incluso airados, con la ventaja de usar su
idioma nativo. Ratzinger buscó pasar del tono al contenido.
"Simplemente dijo: “Los argumentos son convincentes o no son convincentes;
el tono puede ser molesto o útil. Sugiero que nos ayudemos a bajar el tono y
fortalecer los argumentos”".
El reto de ser Pontífice
"Lo
último que deseaba era convertirse en Papa a la edad de 78 años. Pero cuando se
convirtió en Papa, lo abrazó, lo vio como la voluntad de Dios y asumió esta
tarea. Hubo una
inseguridad inicial, momentánea: las cámaras de televisión y los fotógrafos
estaban por todas partes, y ya no era posible una vida privada, una vida
normal. Pero pude sentir como él, simplemente, se ponía en esta situación, confiando firmemente en la
ayuda de Dios, que le daría los dones que le faltaban y ahora necesitaba;
confiando en que con sus dones naturales, pero también con la ayuda de
Dios".
El legado que deja: encíclicas y libros
populares
Benedicto
publicó 3 encíclicas, y la mayor parte de una cuarta, Lumen
Fidei, que terminó el Papa Francisco. Gänswein cree que de todas
sus encíclicas la que
"ganará la carrera" y tendrá más recorrido es "Spe Salvi",
sobre la esperanza, que también, confiesa, es la que a él, Gänswein,
le ha alimentado más espiritualmente.
También
cree que quedará con gran influencia su "Trilogía de Jesús",
publicada ya como Papa. "Originalmente, se suponía que era solo un
volumen. Lo comenzó cuando era cardenal y terminó el primer volumen como Papa.
Y pensó que el Buen Dios
sólo le daría fuerzas suficientes para el primer libro".
"Le
duraron las fuerzas , empezó el segundo volumen, y así sucesivamente. Estos tres volúmenes
contienen todo su ser personal como sacerdote, obispo, cardenal y papa,
pero también toda su investigación teológica, toda su vida de oración, en una
forma que, gracias a Dios, se puede comprender fácilmente; una forma que está
escrita al más alto nivel académico, pero que será también, para los fieles, su
testimonio personal duradero".
Gänswein
cree que la clave del
libro sobre Jesús es entender que Jesús sigue vivo. "Joseph
Ratzinger, el Papa Benedicto, no minimiza, quita ni salta nada de lo que la
Iglesia profesa en cuanto a la fe. Y eso, para mí, es algo que queda. El primer
volumen lo he leído varias veces, lo he leído una y otra vez para acompañar
ciertas temporadas de mi vida. Solo puedo recomendarlo; es muy útil, un
verdadero alimento espiritual".
"Era rápido en detectar
problemas"
Llegó
al papado sin un programa porque veía que "los eventos se movían a una
velocidad sin precedentes, incluso en situaciones difíciles. Y poder adaptarse
a eso fue sin duda una de sus mayores fortalezas. Era rápido en detectar problemas y sabía que había que
responderlos con una respuesta de fe", detalla Gänswein. Se apoyó
mucho en su don de la palabra, con la que "podía inspirar a la gente y
llenar sus corazones".
Veía,
además, que el mayor reto
era el relativismo. "El relativismo al final dice: “La verdad que
proclamas está en contra de la tolerancia. No toleras otras convicciones, es
decir, dentro del cristianismo, en lo que se refiere a la cuestión del
ecumenismo, no toleras otras religiones, las piensas poco”. Y eso no es cierto,
por supuesto. Tolerancia
significa que tomo en serio a cada uno en su fe, en sus convicciones, y las
acepto. Pero eso no significa que simplemente devalúe mi propia fe: la
fe de la que estoy convencido, la fe que he recibido para transmitirla. ¡Todo
lo contrario!"
La lucha contra los abusos
Antes
de ser Papa, ya tuvo que enfrentar temas de abusos sexuales por consultas que
llegaba de Estados Unidos a Doctrina de la Fe. "Yo ya había servido en la
Congregación para la Doctrina de la Fe durante dos años, por lo que recuerdo muy bien cómo abordó esto
y también cómo tuvo que vencer una cierta resistencia desde adentro. No
fue fácil, pero manejó muy bien este desafío, y de una manera decidida y
valiente, que luego le sería útil en su pontificado".
Recientemente,
ya muy anciano, salieron denuncias sobre su época de arzobispo de Múnich.
Gänswein responde: "Cuando
fue acusado personalmente de manejar mal los casos de abuso sexual
durante su tiempo como arzobispo de Munich y Freising, de 1977 a 1982, realmente fue una sorpresa para
él. Se le preguntó si aceptaría responder preguntas sobre la
investigación, que revisó la gestión de una sucesión de arzobispos, desde el
cardenal [Michael von] Faulhaber hasta el arzobispo actual. Y él dijo: "Me
apunto, no tengo nada que ocultar"".
"Nos enviaron
muchas preguntas y él las respondió. Sabía que no había hecho nada malo. Dijo todo lo que
pudo recordar; todo está en el informe. Durante la redacción de nuestra
declaración, cometimos un pequeño error: no fue un error por parte del Papa
Benedicto, sino un descuido de uno de nuestros colaboradores, quien
inmediatamente se disculpó con él (Benedicto). Dijo que fue su error, que se
equivocó de fecha en cuanto a la presencia o ausencia en una reunión. Fue
inmediatamente publicado e inmediatamente corregido. Pero la narrativa de que
el Papa había mentido, lamentablemente permaneció. Y eso fue lo único que
realmente lo impactó: que lo llamaran mentiroso".
"Luego
escribió una carta personal. Dijo que esta sería la última palabra sobre el
asunto, y que, después de esa carta, ya no comentaría más. Quien no le cree o
no quiere creerle, no tiene por qué hacerlo. Pero quien mire los hechos con honestidad y sin prejuicios,
tiene que decir: La acusación de ser un mentiroso es simplemente falsa. ¡Y
es infame! Fue una acusación que realmente lo conmocionó. Sobre todo porque
venía de un lado que no destaca precisamente por hacer grandes cosas en el
ámbito moral, sino todo lo contrario".
Satisfecho por lo que logró hacer
Gänswein
constata que Benedicto se sentía satisfecho de las cosas que había decidido
hacer y había conseguido. "Decidió dedicar su vida al sacerdocio. Su primera vocación, su
primer amor, fue la enseñanza, por supuesto. Y por eso se convirtió en
profesor. Era simplemente su destino. Y luego se convirtió en obispo,
y finalmente vino a Roma. Todo estaba en consonancia con su naturaleza, su
estructura intelectual. Que se convirtiera en Papa era, como ya dije, lo último
que esperaba o deseaba. Pero él lo aceptó, y en todas sus tareas, por lo que
pude ver, estaba realmente realizado y dispuesto a darlo todo".
"Noté
que dio algo de sí mismo, dio lo que era más importante para él. Lo que estaba
transmitiendo no era algo que hubiera recogido en alguna parte alguna vez: estaba transmitiendo algo de sí
mismo, algo que provenía de su propia vida, su honestidad intelectual, su
fe. Volviendo a la imagen de la chispa: para hacerla salpicar y encender un
fuego".
El día que Gänswein desesperó
Un
día, ya con Benedicto XVI como emérito, Gänswein estalló por un asunto que le
desesperaba sobre la Iglesia. “¡Santo
Padre, esto no puede ser! ¡No puedo con eso! ¡La Iglesia corre contra una pared
de ladrillos! No sé: ¿el Señor está dormido, no está allí? ¿Qué está
pasando?" Y él dijo: “Tú conoces un poco el Evangelio, ¿no? El Señor
estaba dormido en la barca
en el Mar de Galilea, según cuenta la historia. Los discípulos tenían
miedo, venía una tormenta, venían olas. Y lo despertaron porque no sabían qué
hacer. Y él simplemente dijo: '¿Qué está pasando?' Jesús solo tuvo que
dirigirle unas pocas palabras a la tempestad, para dejar claro que él es el
Señor, incluso sobre el tiempo y las tempestades”. Y entonces Benedicto me dijo: “¡Mira, el Señor no duerme! Entonces,
si, incluso en su presencia, los discípulos tenían miedo, es bastante normal
que los discípulos de hoy puedan tener miedo, aquí y allá. Pero nunca olvides una cosa: Él
está aquí y permanece aquí".
Gänswein
recuerda también que en circunstancias muy difíciles, el Papa intentaba aportar
"una pizca de humor" para “desintoxicar” las cosas.
Fuente: ReL