Ternura y austeridad, amor y dolor, dulzura y dureza. Son los afectos que suscita en nuestros corazones la imagen del niño recostado en el pesebre, con su amor “desarmado y desarmante”
![]() |
Vatican News |
El Papa Francisco reflexiona con los
pensamientos de San Francisco de Sales sobre el misterio de la Navidad, anuncia
la publicación de la Carta Apostólica “Todo pertenece al amor”, y pide oración
por el Papa Emérito Benedicto XVI, que está muy enfermo.
“En
la santa Iglesia todo pertenece al amor, vive en el amor, se hace por amor y
procede del amor”. El Papa lo recuerda en la Audiencia General del miércoles 28
de diciembre, citando a San Francisco de Sales, cuya Carta Apostólica
conmemorativa del cuarto centenario de su muerte se publica hoy, con el título:
“Todo pertenece al amor”. Francisco desea que todos nosotros vayamos por este
camino del amor, y así, pues, profundiza sobre el misterio del nacimiento de
Jesús en compañía del Santo Obispo y Doctor de la Iglesia.
El Mesías que nació en Belén
Recuerda,
el Papa, que San Francisco de Sales, en una de sus muchas cartas dirigidas a
santa Juana Francisca de Chantal, escribe así: "Me parece ver a Salomón en
su gran trono de marfil, dorado y tallado, que no tuvo igual en ningún reino,
como dice la Escritura; ver, en fin, a ese rey que no tuvo igual en gloria y
magnificencia. Pero prefiero cien veces ver al Niño en el pesebre más que a
todos los reyes de la tierra en sus tronos". Y subraya que “Jesús, el Rey
del universo, nunca se sentó en un trono, nunca: nació en un establo, fue
envuelto en pañales y acostado en un pesebre; y finalmente murió en una cruz y,
envuelto en una sábana, fue depositado en el sepulcro”. De hecho, - continúa -
el evangelista Lucas, al relatar el nacimiento de Jesús, insiste mucho en el
detalle del pesebre.
Esto
significa que es muy importante no sólo como detalle logístico, sino como
elemento simbólico para entender qué clase de Mesías es el que nació en Belén,
qué clase de Rey, quién es Jesús.
Quién es Jesús
Jesús
– dice Francisco - es el Hijo de Dios que nos salva haciéndose hombre, como
nosotros, despojándose de su gloria y humillándose. Vemos este misterio
concretamente en el punto central del pesebre, es decir, en el Niño acostado en
un pesebre.
Esta
es "la señal" que Dios nos da en Navidad: lo fue entonces para los
pastores de Belén, lo es hoy y lo será siempre. Cuando los ángeles anuncian el
nacimiento de Jesús: “Vayan a encontrarlo”; la señal es: encontrarán a un niño
en un pesebre. Esa es la señal. El trono de Jesús es o el pesebre, o la calle,
durante su vida, predicando, o la cruz al final de la vida: este es el trono de
nuestro Rey.
La
“señal” que Dios nos da en Navidad, nos muestra aún el “estilo” del Padre:
cercanía, compasión y ternura. Un estilo con el que el Padre “nos atrae” hacia
sí, sin tomarnos por la fuerza, sin imponernos su verdad y su justicia, sin
hacer “proselitismo” con nosotros”.
Un amor “desarmado y desarmante”
El
Papa Francisco profundiza aún sobre el misterio de la Navidad recordando otra
carta de San Francisco de Sales en la que escribe: "El imán atrae al
hierro y el ámbar a la paja y al heno. Pues bien, tanto si somos de hierro por
nuestra dureza, como si somos de paja por nuestra debilidad, debemos dejarnos
atraer por este ‘Niñito celestial’”. Y remarca que nuestras fuerzas, nuestras
debilidades, solamente se resuelven ante el pesebre, ante Jesús o ante la cruz:
Jesús despojado, Jesús pobre; pero siempre con su estilo de cercanía, compasión
y ternura.
Dios
ha encontrado el medio de atraernos seamos como seamos: con el amor. No un amor
posesivo y egoísta, como desgraciadamente suele ser el amor humano. Su amor es
puro don, pura gracia, es todo y solo para nosotros, para nuestro bien. Y así
nos atrae, con este amor desarmado y también desarmante. Porque cuando vemos
esta sencillez de Jesús, también nosotros nos despojamos de las armas de la
soberbia y vamos allí, humildemente, a pedir la salvación, a pedir perdón, a
pedir luz para nuestra vida, para poder seguir adelante. No olviden el trono de
Jesús: el pesebre y la cruz, éste es el trono de Jesús.
Ternura y austeridad, amor y dolor, dulzura y dureza
Otro
aspecto del pesebre, el de la pobreza, entendida como renuncia a toda vanidad
mundana es recordado por Francisco. “Ve”, el Papa, mirando la pobreza del Belén,
de Jesús, “el dinero” que se gasta en “vanidad mundana”, y cita al Doctor de la
Iglesia:
San Francisco de Sales escribe: “Dios mío, ¡cuántos santos afectos suscita en nuestros corazones este nacimiento! Pero, sobre todo, nos enseña la renuncia perfecta a todos los bienes, a toda la pompa de este mundo. No lo sé, pero no encuentro ningún otro misterio en el que se mezclen tan dulcemente la ternura y la austeridad, el amor y el dolor, la dulzura y la dureza”.
Alegría y fiesta sí, pero en sencillez y austeridad
“Todo
esto lo vemos en el pesebre”, constata. Y pide tener cuidado de no caer en la
“caricatura mundana de la Navidad”, que la reduce “a una celebración consumista
y cursi”. Hace falta festejar, sí, hace falta, dice, “pero que esto no sea la
Navidad”, porque “la Navidad es otra cosa”:
El
amor de Dios no es meloso, nos lo demuestra el pesebre de Jesús. El amor de
Dios no es un buenismo hipócrita que esconde la búsqueda de placeres y
comodidades. Nuestros mayores, que habían conocido la guerra y también el hambre
lo sabían bien: la Navidad es alegría y fiesta, ciertamente, pero en la
sencillez y en la austeridad.
Aceptar todo lo que Dios nos envía
Con
el pensamiento del Santo de Sales que le dictó a las Hermanas de la Visitación
dos días antes de su muerte, concluye el Sumo Pontífice su reflexión hodierna.
El. santo decía: ¿Ven al Niño Jesús en el pesebre? Acepta todas las
inclemencias del tiempo, el frío y todo lo que su Padre permite le suceda. […]
Del mismo modo nosotros no debemos desear ni rechazar nada, sino aceptar
igualmente todo lo que la Providencia de Dios permita que nos suceda.
He
aquí, queridos hermanos y hermanas, una gran enseñanza, que nos viene del Niño
Jesús a través de la sabiduría de San Francisco de Sales: no desear nada y no
rechazar nada, aceptar todo lo que Dios nos envía. Pero, ¡cuidado! Siempre y
solo por amor, - siempre y solo por amor - porque Dios nos ama y quiere siempre
y solo nuestro bien.
El camino de la felicidad
Miremos
el pesebre, que es el trono de Jesús, - es la exhortación final del Papa.
Miremos a Jesús por los caminos de Judea, de Galilea, predicando el mensaje del
Padre, y miremos a Jesús en el otro trono, en la cruz:
Esto
es lo que Jesús nos ofrece: el camino, pero éste es el camino de la felicidad.
Oración por el Papa Emérito Benedicto XVI
Al final de la audiencia, apartándose del texto
escrito, Francisco confió una intención a los fieles: "Una oración
especial por el Papa emérito Benedicto, que en el silencio sostiene a la
Iglesia". "Acuérdense de él -dijo el Pontífice-, está muy enfermo,
pidiéndole al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a
la Iglesia hasta el final".
Vatican News