El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha publicado un itinerario catecumenal de preparación a la vida matrimonial que se prolonga después de la boda. Pide ofrecer servicios de acompañamiento para matrimonios en crisis
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El Papa con familias durante su encuentro con los Militares Granadores de Cerdeña, el 11 de junio |
Una buena
preparación al matrimonio es un «antídoto» para evitar la proliferación de
bodas nulas o vividas de forma inconsciente. En cambio, acercarse al altar de
forma demasiado superficial puede hacer que este tenga unos cimientos tan
débiles que se «desmorone» en poco tiempo y no pueda resistir ni siquiera las
primeras crisis. Algo que el Papa Francisco vive con «grave preocupación». Por
eso viene promoviendo desde hace años la elaboración de un Itinerario catecumenal para la vida matrimonial.
Finalmente, el
Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha publicado el documento este
miércoles en el Vaticano, en el marco del Año de la Familia Amoris
laetitia. Y a menos de una semana de que comience el Encuentro Mundial de
las Familias.
Una razón de
peso para promover este itinerario es que «una madre no tiene preferencias
entre sus hijos», por lo que dedica a todos el mismo cuidado y atención. Sin
embargo, «la Iglesia dedica mucho tiempo, varios años, a la preparación de los
candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa, pero dedica poco tiempo, solo
unas semanas, a los que se preparan para el matrimonio». Para la Iglesia es «un
deber de justicia» dedicar tiempo y energías «a quienes el Señor llama a una
misión tan grande como la familia». En cuyo seno, además, nacerán las
vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada.
No solo
catequesis
Más que un
contenido doctrinal, el itinerario contiene una serie de orientaciones para que
cada Iglesia local elabora su propio itinerario. Según afirman sus
conclusiones, «pretende ir más allá de la tipología clásica»: no es solo
catequesis, sino que también debe incluir diálogo con las parejas, encuentros
individuales, momentos de oración y celebración de los sacramentos,
participación de expertos, retiros e interacción con toda la comunidad
eclesial.
Por otro lado,
no debe dejar de abordar cuestiones que representen «desafíos sociales y
culturales: la educación en el amor auténtico que no se limita a frágiles
experiencias afectivas; el reconocimiento de la riqueza y de la
complementariedad de lo masculino y lo femenino; la educación en la afectividad
y la sexualidad; el valor de las elecciones definitivas; el valor humano,
espiritual y social de la familia, las cuestiones bioéticas, etc.». Asimismo,
es recomendable desarrollar itinerarios particulares centrados en la realidad
concreta de las parejas que ya conviven y tienen hijos que piden casarse por la
Iglesia.
El documento
propone preparar el matrimonio en tres grandes etapas. Una de preparación
remota, desde la pastoral infantil y juvenil. Luego, una fase intermedia de
acogida, que dure algunas semanas y termine con un rito de entrada al
catecumenado. Así se dará paso a la fase catecumenal propiamente dicha,
dividida en tres partes. En primer lugar, cerca de un año de preparación
próxima, que concluya con un rito de compromiso.
Después, varios
meses de preparación inmediata, que empiecen y se cierren con sendos retiros,
el último unos días antes de la boda. La misma importancia se da a la tercera
etapa, que es el acompañamiento en los primeros años de vida matrimonial. Puede
incluir una profundización mistagógica en los distintos signos del sacramento,
además de la celebración litúrgica de los aniversarios.
Ritos y
atención en crisis
El dicasterio
subraya la importancia de estos ritos de paso, una idea tomada del itinerario
del Ritual de Iniciación Cristiana para Adultos. Sin embargo, también matiza
que estos se deben limitar (dejando fuera a la familia o círculo social) o
evitar totalmente en aquellas culturas donde puedan ser interpretados como casi
equivalentes al matrimonio. Esto puede suponer mucha presión para los novios y
dificultar un discernimiento libre.
Se pide además
que cada parroquia o comunidad dispongan de un servicio pastoral de acompañamiento
de las parejas en crisis. El Vaticano sugiere que los «acompañantes» sean
matrimonios, preferiblemente que han superado crisis en el pasado. Por ello,
«es urgente poner en marcha proyectos de formación destinados a las parejas que
acompañan tanto a los que están en crisis como a los separados», de manera que
respondan a sus necesidades y las de sus hijos.
Separados y
divorciados
Con todo, el
Vaticano reconoce que hay situaciones en las que la separación es inevitable.
Citando la exhortación Amoris
laetitia, se afirma que a veces puede llegar a ser incluso «moralmente
necesaria» para sacar a uno de los cónyuges o a los hijos de situaciones de
violencia, explotación o indiferencia.
Para el
Vaticano, es importante «acompañar [también] pastoralmente a los separados, los
divorciados y a los abandonados». Además, pone especial atención a la necesidad
de «acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente
la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a
romper la convivencia por los maltratos del cónyuge». Estas personas separadas
o divorciadas que no se han vuelto a casar están llamadas a «encontrar en la
Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado».
Por último, en
su prólogo, el Papa subraya su «ferviente deseo» de que después de este
itinerario se establezcan otros «de acompañamiento» en una pastoral específica
para los divorciados vueltos a casar y para las parejas que ya conviven antes
del matrimonio. Subraya que la Iglesia quiere estar cerca de estas parejas y
caminar también con ella para que no se sientan abandonadas y puedan encontrar
en las comunidades lugares accesibles y fraternos de acogida, de ayuda al discernimiento
y de participación.
María Martínez López
Fuente: Alfa y
Omega