Emérito Merino Abad las cuenta en su librito «Juntos hasta la meta»
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Fray Emérito Merino en Jerusalén con peregrinos de Talavera de la Reina |
Fray Emérito Merino Abad, que durante un tiempo fue el responsable
en España de la Custodia Franciscana de Tierra Santa,
ha viajado numerosas veces al país de Jesús. Ha sido guía oficial allí desde 1999 y calcula que ha acompañado a unos 8.000
peregrinos españoles e hispanoamericanos a esta «patria espiritual de
todos los cristianos» (dice, citando a Pablo VI). Su grupo que salió el 5 de
marzo de 2020 fue el último que llegó desde España antes del estricto
confinamiento por el coronavirus.
Rondando los 80 años, ha escrito un librito de memorias de unas 90 páginas lleno de reflexiones
interesantes sobre su vida como religioso (incluyendo su infancia en
un seminario en los años 50, su noviciado, estudios, etc…) y como guía y
acompañante espiritual en Tierra Santa. Lo ha publicado en 2021 con el título Juntos hasta la meta.
De él tomamos 5 anécdotas de peregrinaciones que nos harán pensar
o sonreír, como también a él le quedaron inscritas en la memoria.
1. Dos chicas preguntaron:
«¿Y aquí quien está enterrado?»
Lo que muchos cristianos dan por supuesto, hay miles de personas
que pasan por Tierra Santa que lo desconocen por completo. Incluso el Santo
Sepulcro. Incluso Jesús. El centro físico y espiritual de la Cristiandad puede
parecer un lugar anodino para viajeros en Jerusalén que hacen colas. Y no sólo
para exóticos taoístas llegados de Taiwán o la China comunista, sino para
hispanoamericanos. Fray Emérito cuenta un caso.
«Dos chicas
jóvenes entraron por primera vez al Santo Sepulcro y estaban
sorprendidas de la cantidad de gente que entraba a visitar la tumba. Estas
jóvenes venían de Hispanoamérica. Yo estaba con hábito. Se me acercan y me
dicen: ‘Perdone la pregunta, ¿quién
está ahí enterrado, que pasa tanta gente?‘»
«Muy amablemente me escucharon, y me sentí muy halagado explicando
la resurrección del gran judío, Jesús de Nazaret», recuerda fray Emérito.
2. La cruz en dos lugares
especiales
La explanada
del Templo (donde antaño estuvo el Templo de Jerusalén, destruido en
la guerra con los romanos del 70 d.C.) la vigila y gestiona una entidad musulmana que sólo
permite entrar visitantes en unos escasos días determinados y sólo a
las primeras horas de la mañana. Allí llevó fray Emérito a un grupo.
«Cuál es nuestra sorpresa cuando el vigilante de turno [de la
organización musulmana responsable] nos da una consigna: si queremos entrar aquí, nada de cruces, de Biblia ni
rosarios. Ante esta consigna insólita dije al grupo: ‘sé que estáis
muy ilusionados en entrar, pero donde la cruz, la Biblia y el rosario no pueden
entrar, tampoco nosotros. ¿Qué os parece? Todos nos volvimos y dejamos
plantados a los vigilantes».
En el Muro de las Lamentaciones pasó algo similar. Allí puede ir
cualquiera, siempre que hombres y mujeres vayan a una parte distinta y los
hombres se cubran la cabeza. Aquí fray Emérito iba con su hábito y cruz de Tierra Santa en el
pecho. Una vez dentro, un
judío jasídico (vestido de negro, la rama más integrista) le escupió.
«Trato de no dar importancia, le sonrío y sigo adelante, pero al poco tiempo se
acerca otro y me dice que me quite la cruz o me salga del recinto. Sin más, me
di una vuelta y salí de
aquel lugar. Donde no puede estar la cruz, tampoco puedo estar yo«.
Más allá de estas experiencias tristes protagonizadas por
integristas, fray Emérito insiste en invitar a Tierra Santa, donde la mayor
parte de la gente es acogedora y respetuosa.
3. La señora en silla de
ruedas
A veces, quien toca corazones en Tierra Santa son los peregrinos que con su actitud
edifican a los otros compañeros. El fraile recuerda una señora que iba
en silla de ruedas y a veces con muletas se afanaba en dar unos pasos.
Jerusalén, ciudad de colinas y desniveles, no se lo ponía fácil. «He venido a Tierra Santa con gran
ilusión y esperanza, y quiero recorrer los pasos de Jesús», le dijo. «Hace
unos meses me dieron por muerta por las enfermedades que tenía, y ahora estoy
en su tierra. Él me va a ayudar».
«Este fue el primer mensaje de esperanza y valentía para todo el
grupo, que le puso en actitud positiva y acogedora», recuerda el guía
franciscano. La señora cautivó
a todo el grupo con su gozo y alegría extraordinaria. No se perdió ningún
santuario, recorrió el Via Crucis, subió al Calvario y transmitía paz
interior. «Cuántos mensajes nos dio el Señor a través del ejemplo de esta
persona», constata.
4. El matrimonio de viajeros
no creyentes
A una peregrinación cristiana se apuntó un matrimonio de
profesores que dijeron con respeto y naturalidad que no eran creyentes. Explicaron
que les interesaba
«conocer mejor lo que sabíamos y habíamos estudiado de pequeños sobre Jesús».
Asistieron con el resto del grupo a las misas y viacrucis. Cuando el último día
fray Emérito preguntó a cada peregrino qué era lo que más le impresionó del
viaje, ellos dijeron: «Nos
ha impresionado la fe de nuestros compañeros peregrinos». «Si algo se
despierta en sus vidas y empieza a crecer la fe de su bautismo, mi trabajo como
guía queda recompensado», escribe el fraile acerca de casos así.
5. El viaje en que fue
«infiltrado» entre ejecutivos
En 2014 una escuela de negocios organizó un viaje de 8 días a
Israel para 50 directivos de varios países. Se llamaba EBS Challenge. El guía, con chaqueta y corbata,
era Emérito, «de incógnito», que fue presentado como «licenciado en Filosofía con
experiencia en equipos internacionales». Explicaba los lugares, detenía el
autobús para mostrar detalles, hablaba con políticos y empresarios…
En Jerusalén, participaron en la procesión del Ingreso Solemne
dentro del Santo Sepulcro, un Via Crucis dentro del templo con una breve
oración y reflexión en cada parada, acompañados de los franciscanos con cantos
y velas. Y ahí vieron que el
«profesor Emérito» acudía con hábito franciscano: fue toda una sorpresa para
los ejecutivos.
Un conclusión aprendida de
San Jerónimo
Emérito recuerda que en 2020 se ha celebrado el 16º centenario de
la muerte de San Jerónimo, traductor de la Biblia al latín, que a los 38 años
dejó Roma y se fue a vivir a Belén, donde nació Jesús. Allí pasó 30 años dedicado a la oración,
estudio y penitencia. Emérito ha celebrado misa muchas veces en la capilla que
según la tradición fue su cueva de ermitaño.
Y recuerda una frase que ya él decía a los peregrinos de su época:
«Lo importante no es haber vivido
en Belén 30 años, sino haber vivido santamente». Emérito la adapta así
a sus peregrinos: «Lo importante no es haber peregrinado a Tierra Santa, sino
que esta visita nos ayude a ser mejores cristianos».
(Publicado
originariamente en la web de Fundación Tierra
Santa).
P. J. Ginés
Fuente: ReL