La joven francesa fundó la Obra de la Propagación de la Fe. Era una rica heredera de Lyon que murió en la pobreza junto a los trabajadores de su fábrica perdonando a quienes la habían estafado dejándola en la indigencia
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Beata Pauline Jaricot. Dominio público |
A la intercesión de Jaricot se le
atribuye la curación milagrosa de Mayline, una niña que con 3 años y medio se
atragantó comiendo y cayó en coma irreversible. Sucedió en Lyon, donde dos
siglos antes había nacido Pauline. Desde su escuela se organizó una novena de
oración a Jaricot, a la que se unieron miles de personas mientras la pequeña se
debatía entre la vida y la muerte. Era 2012 y hoy Mayline Tran es una joven de
15 años sana y curada.
Durante el rezo del Regina Coeli de este domingo el Papa ha invitado a imitar
a Jaricot una mujer «valiente, atenta a los signos de los tiempos con una
visión universal de la misión de la Iglesia». «Que su ejemplo suscite en todos
el deseo de participar, con la oración y la caridad, a la difusión del
Evangelio en el mundo», ha señalado Francisco quien ha pedido a los fieles en
la plaza que se unieran a él en un aplauso a la nueva beata.
Pauline Jaricot nació en 1799, en el
seno de una familia de ricos productores de seda en la Francia
posrevolucionaria, marcada por una gran secularización. Su familia llevaba un
tren de vida acomodado. Sin embargo, esta existencia despreocupada se vio
totalmente trastocada por la muerte de su madre y por un accidente doméstico
que le provocó grandes sufrimientos. Un día de 1816, mientras escucha misa en
la iglesia de Saint-Nizier, quedó fulminada por esta frase del Eclesiastés:
«¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! Excepto amar a Dios y servirle solo a
Él».
Decidió entonces deshacerse de sus riquezas y comenzó a vestirse como los trabajadores de la fábrica de su padre. Y también a mezclarse con ellos y con los más pobres de Lyon. Con solo 20 años Pauline ya organizaba una colecta semanal entre las obreras de la fábrica de su padre. Era el germen de la Obra de Propagación de la Fe, fundada el 3 de mayo de 1822.
Pauline aplicaba las enseñanzas empresariales aprendidas en su familia y
así constituyó una suerte de organización piramidal. Cada
persona invitaba a 10 personas y cada una de estas, a su vez, a otras 10. Cada
una de ellas se comprometía a rezar todos los días por las misiones y a donar
un poco de dinero a la semana para el sostenimiento económico de los
misioneros. La ayudaron especialmente sus amigas, ‘las reparadoras’, que se
encargaban también de pedir dinero para las misiones.
En 1826, la iniciativa de Pauline
también dio lugar al movimiento del Rosario Viviente que difundió enormemente
la oración mariana. En 1862, cuando murió Pauline, el Rosario Viviente contaba
con más de 2.250.000 participantes solo en Francia. En 1922, cien años después
del nacimiento de la Asociación de Propagación de la Fe, el Papa Pío XI
reconoció este movimiento espiritual misionero y lo elevó a la categoría
«pontificio». Así nacieron las Obras Misionales Pontificias que hoy administran
y distribuyen el Fondo Universal de Solidaridad que beneficia cada año a miles
de pequeñas diócesis de los países más pobres.
«Como mujer y laica, vivió en plena
fidelidad al Evangelio y a la Iglesia, dirigiéndose, al comienzo de su obra, en
primer lugar, a las mujeres y jóvenes sacándolas de la calle y de la
prostitución, dándoles un trabajo y usando mucho vocabulario femenino»,
explicaba Catherine Masson, historiadora y estudiosa francesa, durante la
Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias que ha tenido lugar en
Lyon y que ha culminado con la beatificación de Jaricot. Unas palabras que
recoge la Agencia Fides.
Pauline murió pobre porque fue estafada en su intento por crear en Rustrel, Provenza, una fábrica cristiana donde los trabajadores pudieran desempeñar dignamente su trabajo. Quiso devolver el dinero a quienes se lo habían prestado para su empresa y así lo perdió todo. Pese a que murió en la indigencia, perdonó a quienes la engañaron. «Pauline, viendo la explotación de la clase obrera, pensó que el mejor apóstol del trabajador es el trabajador mismo.
Así concibe la idea de una fábrica cristiana, donde los
trabajadores pudieran llevar una vida profesional digna. Quería también formar
trabajadores jóvenes que pudieran, a su vez, traer mejoras para otros
trabajadores y en otros lugares», recordaba la profesora Masson al hablar de
Pauline como una auténtica precursora de la obra de empresarios católicos como
León Harmel y de la Rerum Novarum del
Papa León XIII.
Fuente: Alfa y Omega