EL PEQUEÑO JUDE, CIEGO DE NACIMIENTO, CORRE EN LA MONTAÑA CON SU MADRE Y REFUERZA LA FE DE SU HOGAR

La parroquia fomenta las carreras y la familia crece en superación

Jude, ciego de nacimiento, corre junto a Joanna, su madre y guía,
que le dirige y advierte de los obstáculos.

Con 9 años, Jude Nickson cursa el equivalente a 4º de primaria en Kansas (Estados Unidos), es el tercero de seis hermanos y una de sus pasiones son las carreras de montaña.

Su historia, sin embargo, no tiene nada de normal. Es ciego de nacimiento. Sus mejores armas son la fe, una firme voluntad y su familia, que es el mejor equipo.

Cuando Jude nació, ni los médicos ni su familia sabían que el niño padecía microftalmia bilateral, una grave malformación en los ojos que afecta al embrión desde comienzos del embarazo.

Algunos de los niños que sufren esta afección son capaces de ver, pero Jude “no tiene ni visión ni percepción de la luz”, afirma su madre Joanna al diario The Leaven.

Ciego de nacimiento y apasionado de las carreras

Los Nickson al principio pensaron que la vida de su hijo nunca sería como la de los otros niños. Pero con los años han ido viendo que sí se ha parecido a la de muchos otros niños deportistas. 

Jude actualmente supera todos los cursos, lee braille a la perfección, practica deportes y es experto corredor de carreras de montaña campo a través.

Cuando el niño comenzó a dar sus primeros pasos, la familia buscó deportes que pudiese practicar pese a la ceguera: baseball, lucha libre… nada le gustaba. Pero en la parroquia y escuela católica del Cura de Ars, en Leawood (Kansas), su madre encontró la posibilidad de que el niño practicara carreras de montaña.

Desde el primer momento la idea le pareció atractiva. “Es divertido, más cuanto más mejoras”, afirma Jude entusiasmado tras años de experiencia.

En pocos meses superó sus miedos para poder correr

Sin embargo, los comienzos no fueron fáciles para el joven.

Todavía mientras aprendía a caminar y correr, el fisioterapeuta advirtió que no era capaz de correr plenamente, disfrutando de un breve instante de suspensión en el aire.

“Realmente no corrió hasta el año antes de comenzar la actividad”, relata su madre. “Los otros niños de tercer y cuarto grado que comenzaron a correr con Jude habían estado corriendo desde que tenían 18 meses”. Aquello le obligó a aprender en pocos meses lo que sus compañeros llevaban haciendo años.

Otro problema era el miedo. Al no poder ver, tendía a inclinarse hacia atrás y le asustaba tropezarse con algo.

“Cuando empecé, sí me asustaba. Ahora no”, afirma exultante Jude.

Pero desde el principio, el joven cuenta con grandes apoyos. “Lo que más me gusta de estas carreras son mis entrenadores, me han enseñado muchas estrategias, como dar zancadas más largas o como inclinarme hacia adelante”, detalla.

Y los mismos entrenadores lo corroboran. “Es un joven increíble, ser entrenador suyo es realmente especial”, afirman.

Robbie, uno de ellos, destaca que la mayor dificultad para el niño es no poder ver los cambios en el terreno. Están convencidos de que todavía podría correr más rápido y han probado multitud de estrategias para mejorar en este punto.

Su madre, una guía en la oscuridad

Cuando la madre de Jude era joven, también ella practicaba esta disciplina.

Madre, hijo y entrenadores decidieron que ella podría hacer de guía con una cuerda en las carreras y entrenamientos, al tiempo que advierte con su voz de desniveles y obstáculos.

“Ella era horrible”, bromea Jude sobre los primeros días de prueba de su madre.

“Nos entendemos bien el uno al otro. Ha habido momentos en que me he sentido frustrada y le empujaba a correr más rápido, porque sé que puede, o cuando estaba cansada, el me decía: `Mamá, tienes que hacerlo. Tenemos que seguir adelante´”.

Madre e hijo coinciden en que además les viene bien para conocerse mejor. “Todo consiste en sincronizarme con él. Hay que mantener el ritmo, observar nuestros pies, respirar, y regular la intensidad si él trabaja más que yo”, explica la madre.

El joven corredor no podría estar más contento con su guía particular, y reconoce que es buena en su trabajo.

Tanto que le ha ayudado a lograr una marca nada desdeñable de 800 metros (media milla) en 4 minutos y 21 segundos.

El curso que viene, el equivalente a 5 de primaria, Jude correrá la milla completa, más de un kilómetro y medio, y su madre espera poder seguir el ritmo a su hijo para poder continuar siendo su guía.

La ceguera fortaleció a la familia, y también su fe

“Correr con él es una de mis mayores alegrías como madre”, dijo. "Me encanta poder estar con él y compartir las luchas y el éxito".

Todo el asunto de las carreras asombró a la familia al principio, pero ahora lo agradecen todos. 

“Tuvimos que confiar en nuestra fe más de lo que imaginamos, y permitió que nuestra familia creciera más unida a Dios a través del regalo de Jude”, contó Joanna.

Su padre, Matt, concluye: “Jude ha mostrado la divinidad de Dios de una manera que fortaleció nuestra fe y nos hizo confiar cada vez más en la obra de Dios y las distintas formas en que puede penetrar nuestro corazón”, admitió.

Fuente: ReL