San Bernardino fue el
más famoso predicador del 1400 y sus sermones sirvieron de modelos de
predicación para muchos oradores en los siglos siguientes
Domingo público |
Era
muy simpático en el trato y las gentes gozaban en su compañía. Pero cuando oía
a alguien que empleaba un vocabulario grosero y atrevido le corregía con toda
valentía, para que abandonara esa mala costumbre.
Era
muy bien parecido y un día un compañero lo incitó a cometer una acción impura.
Bernardino le respondió dándole una sonora bofetada. Otro día un estudiante
invitó a los compañeros del curso a cometer impurezas y Bernardino los animó a
todos contra el impuro y le lanzaron barro y basura por la cara hasta hacerlo
salir huyendo. Pero en el resto de su vida Bernardino fue siempre un modelo de
amabilidad y bondad.
De
joven se afilió a una asociación piadosa llamada "Devotos de Nuestra
Señora" que se dedicaba a hacer obras de caridad con los más necesitados.
Y sucedió que en el año 1400 estalló en Siena la epidemia de tifo negro. Cada
día morían centenares de personas y ya nadie se atrevía a atender los enfermos
ni a sepultar a los muertos, por temor a contagiarse. Entonces Bernardino y sus
compañeros de la asociación se dedicaron a atender a los apestados.
Trabajaban
de día y de noche. Bernardino preparaba muy bien a los que ya se iban a morir,
para que murieran en paz con Dios y bien arrepentidos de sus pecados. Y como
por milagro, este grupo de jóvenes se libró del contagio de la peste del tifo.
Pero cuando pasó la enfermedad, Bernardino estaba tan débil y sin alientos, que
estuvo por varios meses postrado en cama, con alta fiebre. Esto le disminuyó
mucho las fuerzas de su cuerpo, pero le sirvió enormemente para aumentar la
santidad de su alma.
Cuando
ya recobró otra vez su salud, de vez en cuando se alejaba de casa y a quienes
le preguntaba a dónde se dirigía les respondía: "Voy a visitar a una
personita de la cual estoy enamorado". La gente creía que era que se iba a
casar, pero un día sus tías le siguieron los pasos y se dieron cuenta de que se
iba a una ermita donde había una estatua de la Virgen Santísima y allí le
rezaba con gran fervor.
En
el año 1402 entró de religioso franciscano. Lo recibieron en un convento
cercano a su familia, pero como allí iban muchos amigos a visitarlo pidió que
lo enviaran a otro más alejado y donde la disciplina era muy rígida, y así en
el silencio, la oración y la mortificación se fue santificando.
Nuestro
santo nació el día de la fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen, el 8 de
septiembre. Y en esa misma fecha recibió el bautismo. Y también un 8 de
septiembre recibió el hábito de franciscano y en ese gran día de la Natividad
de Nuestra Señora recibió la ordenación sacerdotal (en 1404). Fue pues siempre
para él muy grata y muy significativa esta santa fecha.
Los
primeros 12 años de sacerdocio los pasó Bernardino casi sin ser conocido de
nadie. Vivía retirado, dedicado al estudio y la oración. Dios lo estaba
preparando para su futura misión.
Ni
la voz ni las cualidades oratorias le ayudaban a Bernardino para tener éxito en
la predicación. Entonces se dedicó a pedir a Nuestro Señor y a la Stma. Virgen
que lo capacitaran para dedicarse a evangelizar con éxito y de pronto Dios le
envió a predicar. Y esto sucedió de un modo bien singular. Durante tres días
seguidos, estando rezando todos los religiosos por la mañana, de pronto un joven
novicio, sin poder contenerse, interrumpió la oración y le dijo: "Hermano
Bernardino: no ocultes más las cualidades que Dios te ha dado.
Vete
a Milán a predicar". Iguales palabras le fueron dichas cada uno de los
tres días. Todos consideraron que esto era una manifestación de la voluntad de
Dios y le aconsejaron que se fuera a la gran ciudad a predicar la Cuaresma. Y
los éxitos fueron impresionantes. Las multitudes empezaron a asistir en
inmensas cantidades a sus sermones. Al principio le costaba mucho hacerse oír a
lo lejos pero le pidió con toda fe a la Virgen Santísima y Ella le concedió una
voz potente y muy sonora (en vez de la voz débil y desagradable que antes
tenía).
Y desde
1418 hasta su muerte, por 26 años Bernardino recorre pueblos, ciudades y campos
predicando de una manera que antes la gente no había escuchado. Se levantaba a
las 4 de la mañana y durante horas y horas preparaba sus sermones. Y el efecto
de cada predicación era un entusiasmarse todos por Jesucristo y una gran
conversión de pecadores. Muchísimos terminaban llorando de arrepentimiento al
escuchar sus palabras.
Cuando
su voz potentísima gritaba en medio de la silenciosa multitud: "Temblad
tierra entera, al ver que la criatura se ha atrevido a ofender a su
Creador", a las gentes les parecía que el piso se movía debajo de sus pies
y empezaban a llorar con gran arrepentimiento. Casi siempre tenía que predicar
en las plazas y campos porque en los templos no cabía la gente que deseaba
escucharle.
Recorrió
todo su país (Italia) a pie, predicando. Cada día predicaba bastantes horas y
varios sermones. A todos y siempre les recomendaba que se arrepintieran de sus
pecados y que hicieran penitencia por su vida mala pasada. Atacaba sin
compasión los vicios y las malas costumbres e invitaba con gran vehemencia a
tener un intenso amor a Jesucristo y la Virgen María.
Por
todas partes llevaba y repartía un estandarte con estas tres letras: JHS
(Jesús, Hombre, Salvador) e invitaba a sus oyentes a sentir un gran cariño por
el nombre de Jesús. Donde quiera que San Bernardino predicaba, quedaban muchos
estandartes en palacios y casas con sus tres letras: JHS.
En
Polonia predicó contra los juegos de azar y las gentes quemaron todos los
juegos de azar que tenían. Un fabricante de naipes se quejó con el santo
diciéndole que lo había dejado en la ruina, y él aconsejó: "Ahora
dedíquese a imprimir estampas de Jesús". Así lo hizo y consiguió más
dinero que el que había logrado conseguir imprimiendo cartas de naipe.
Los
envidiosos lo acusaron ante el Papa diciendo que Bernardino recomendaba
supersticiones. El Papa le prohibió predicar, pero luego lo invitó a Roma y lo
examinó delante de los cardenales y quedó tan conmovido el Sumo Pontífice al
oírle sus predicaciones, que le dio orden para que pudiera predicar por todas
partes.
Durante
80 días predicó en Roma e hizo allí 114 sermones con enorme éxito.
El
Papa quiso nombrarlo arzobispo, pero el santo no se atrevió a aceptar. Entonces
lo nombraron superior de los franciscanos, porque era el que más vocaciones
había conseguido para esa comunidad.
Cuando
Bernardino entró en la comunidad de franciscanos observantes, solamente había
en Italia 300 de estos religiosos. Cuando él murió ya había más de 4,000.
Los
grandes sacrificios que tenía que hacer para predicar tantas veces y en tan
distintos sitios, y los muchos ayunos y penitencias que hacía, lo fueron
debilitando notoriamente. En su rostro se notaba que era un verdadero
penitente, pero esta misma apariencia de austero y mortificado, le atraía más
la admiración de las gentes. El único lujo que aceptó en sus últimos años, fue
el de un borriquillo, para no tener que hacer a pie todos sus largos viajes.
Era
tal su deseo de progresar en el arte de la elocuencia y del buen predicar, que
donde quiera que sabía que había un buen predicador, se iba a escucharlo y aún
ya lleno de años, se sentaba como simple discípulo para escuchar las clases de
los maestros afamados que enseñaban cómo hablar bien en público.
Y acompañaba
sus predicaciones con admirables milagros y prodigios.
En
su ciudad natal, Siena, había muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó
45 sermones que devolvieron la paz a toda esa región. Uno de los oyentes logró
copiar esos sermones y se conservan como una verdadera joya de la elocuencia
sagrada, donde se combinan la teología con los consejos prácticos y la
agradabilidad con la profundidad. Verdaderamente Bernardino era un gran maestro
de oratoria.
En
1444, mientras viajaba por los pueblos predicando, con muy poca salud pero con
un inmenso entusiasmo, se sintió muy débil y al llegar al convento de los
franciscanos en Aquila, murió santamente el 20 de mayo.
En
su sepulcro se obraron numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición
de todo el pueblo, lo declaró santo en 1450 a los 6 años de haber muerto.
Fuente:
ACI