“La
actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la
providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad
malsana al respecto”
Junto
con la razón, don de Dios, los creyentes contamos con el don de la fe. Si desde
parámetros naturales es imposible adivinar el futuro… ¿se puede aceptar desde el
punto de vista sobrenatural?
Continúa
la pandemia del Covid-19 y, con ella, una parte importante de la población
mundial está obligatoriamente confinada en sus casas. Como consecuencia, la
sensación de miedo puede llevar a muchas personas a ser más vulnerables al
engaño no sólo de las sectas –como vimos en un artículo anterior en Portaluz–,
sino también a la acción de los “profesionales” de lo oculto: videntes,
médiums, adivinos, astrólogos, echadores de cartas, quiromantes…
Noticias de impacto: los
que habrían “acertado”
Muchos
medios de comunicación se hicieron eco, en los primeros días de la crisis
mundial del coronavirus, de los videntes que -lejos de toda ética- afirmaban
haber avisado en 2019 de lo que está sucediendo ahora. Noticias de un impacto
considerable, que no sólo atraen la atención de los lectores, sino que sirven
para publicitar a estas personas y lograr que crezca su clientela, ávida de
saber cuál será el futuro más inmediato en estos momentos de incertidumbre,
tanto para cada individuo como para la sociedad entera.
Ante
el posible escepticismo de la audiencia, estos medios de comunicación habían
preparado las “pruebas” del “acierto” de los videntes: grabaciones de audio y
vídeo que “demuestran” que la pandemia habría sido prevista unos meses atrás.
Una
de las más divulgadas fue la predicción de la española Luz Arnau, que habría
dicho en octubre de 2019 en un programa radiofónico –dedicado a temas
paranormales y esotéricos– que en 2020 moriría “muchísima gente” por causa de
“algún virus o alguna de estas pandemias que ha asolado a la humanidad en la
historia”.
Otra
vidente de España a la que se atribuyó algo semejante fue la conocida como Nube
de María, autodenominada “guía espiritual” que en diciembre de 2019 habría
anunciado para el año siguiente una época “de pérdidas, de angustia, de
incertidumbre y de miedos”, y que “os voy a parar 40 días”. También en España
se ha publicado que la vidente Aramís Fuster, muy conocida por sus apariciones
en televisión durante años, dijo en 2009 que “va a haber una hecatombe
importante a nivel mundial”.
Una depuración energética
mundial
Otras
figuras del mundo de la adivinación han aprovechado la ocasión para continuar
cosechando popularidad –y aumentar su cartera de clientes–, y esto en diversos
países. Por hacer un repaso rápido, la astróloga colombiana Deseret Tavares
afirma que lo predijo el año pasado y que “aún falta lo peor”. Lo cierto es que
Tavares, muy conocida en ciertos círculos, lleva mucho tiempo anunciando
catástrofes… y esta vez, sí, la ha habido.
También
Mhoni Vidente, una figura popular en los medios de comunicación de México,
anunció en agosto de 2019 que en el mes de septiembre vendría “una gripe muy
extraña”. Ahora se ha apresurado a presentar el vídeo como “prueba” de que ya
avisó de ello… aunque haya medio año de diferencia.
En
Colombia, la “psíquica” Ayda Valencia se basa en una “colega” norteamericana
que habría predicho en un libro el coronavirus que estamos sufriendo y explica
que esto tiene razones astrológicas: “Saturno es el juez, el verdugo que viene
a pedir cuentas… Marte es la muerte y es la guerra. Entonces, ¿qué es lo que
viene? Una depuración energética a nivel mundial en la que se van a perder
muchísimas vidas, pero que también te invitan a ti a que te replantees en qué
estás, qué estás haciendo, para dónde vas”.
Susana
Sánchez, “metafísica” de México, en lugar de hacer una interpretación de
acuerdo con la influencia de los astros en los acontecimientos del mundo,
afirma que “este tipo de vaticinios tiene que ver con ‘canalización’ del otro
plano. Obviamente, reciben información del otro plano, por alguna razón son
‘elegidos’ porque son buenos canales para pasar este tipo de información”.
La falsedad de estas
“predicciones”
Lo
primero que hay que desechar es todo el montón de afirmaciones genéricas que,
sin dar detalles ni fechas, predecían para un futuro indeterminado una
desgracia o una crisis a gran escala. Por supuesto que es una práctica común en
muchos adivinos, que en un momento u otro “acertarán”, ya sea por causas médicas
–como es nuestro caso–, económicas, bélicas o de cualquier otro tipo.
Baste
como ejemplo un texto del célebre Nostradamus (1503-1566) que se está haciendo
viral estas semanas en las redes sociales. Como sucede siempre ante cualquier
acontecimiento importante, se ha rescatado un fragmento de su libro Las
Centurias que se interpreta como anuncio preciso del coronavirus. La obra del
visionario francés siempre se utiliza, con una explicación simbólica en la que
todo es posible, para seguir apuntalando la percepción de que la adivinación es
un fenómeno real.
Pero
aún nos queda un problema: ¿qué pasa con los videntes de los que se ha aportado
una “prueba” audiovisual? ¿No son estas grabaciones la demostración definitiva
de que, entre muchos farsantes y estafadores, hay videntes verdaderos que
anunciaron la pandemia del Covid-19? Es lo que piensan muchas personas,
creyendo que “algo habrá de verdad”.
Y
la realidad se impone, siempre que vayamos más allá de la superficialidad de lo
que leemos o nos cuentan. En concreto, es falso que las dos videntes españolas
antes citadas –Luz Arnau y Nube de María– predijeran con exactitud lo que está
pasando. Una web española dedicada a desenmascarar bulos y falsedades por
Internet, Maldita.es, ha demostrado que las grabaciones que supuestamente
demostrarían los “aciertos” de las adivinas… son falsas, ya que se realizaron a
posteriori (ver desmentido 1 – ver desmentido 2).
¿Se puede predecir el
futuro?
Desde
el punto de vista racional, está claro que la astrología y, por extensión,
cualquier tipo de adivinación, no tiene fundamentos y es imposible predecir el
futuro. Como señalaron cerca de dos centenares de científicos en un manifiesto
publicado en 1975 –entre ellos se encontraban 18 premios Nobel–, “en la
Antigüedad las personas creían en las predicciones y consejos de los astrólogos
porque la astrología formaba parte de su visión mágica del mundo”.
Pero
ahora, desde nuestro conocimiento científico de la realidad, sabemos que es “un
error imaginar que las fuerzas ejercidas por las estrellas y los planetas en el
momento del nacimiento pueden de alguna forma condicionar nuestro futuro”.
Entonces, ¿por qué cree la gente en la astrología? “En esta época de incertidumbre,
muchos anhelan la comodidad de tener una guía en la toma de decisiones. Les
gusta creer en un destino predeterminado por fuerzas astrales más allá de
cualquier control. Sin embargo, somos nosotros los que debemos enfrentarnos al
mundo y darnos cuenta de que nuestro futuro depende de nosotros, y no de las
estrellas”.
La valoración creyente
Junto
con la razón, don de Dios, los creyentes contamos con el don de la fe. Si desde
parámetros naturales es imposible adivinar el futuro… ¿se puede aceptar desde
el punto de vista sobrenatural?
El
Catecismo de la Iglesia Católica, al explicar en qué consiste el primer
mandamiento y lo que abarca, ofrece una valoración detallada de este tema en
los nn. 2115-2116, partiendo de que “Dios puede revelar el porvenir a sus
profetas o a otros santos”. Sólo Dios conoce el futuro. Por ello “la actitud
cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la
providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad
malsana al respecto”.
Por
eso, la Iglesia afirma con claridad que “todas las formas de adivinación deben
rechazarse”. Y detalla los medios más extendidos, que son igualmente negativos:
“el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras
prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir… la consulta de
horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de
suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’”.
¿Qué
problema tienen estas prácticas? Que “encierran una voluntad de poder sobre el
tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de
granjearse la protección de poderes ocultos”. Por eso, desde el punto de vista
de la fe cristiana, “están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados
de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.
Luis Santamaría del Río
Fuente: Portaluz