CONOCE LA ANTIGUA SINAGOGA MAYOR DE SEGOVIA

Todo el conjunto es de gran belleza y constituye sin duda un ambiente para la oración, y que las hermanas Clarisas del Corpus han custodiado con mimo durante siglos

Como es sabido, la sinagoga es el lugar donde los judíos oran, comentan la Escritura y, en tiempos pasados, hacía incluso de escuela para niños (como Jesús, por ejemplo). No hay datos concretos de cuándo y cómo nacieron las cinco que formaban  la Aljama (el barrio) hebrea de Segovia, pero lo cierto es que cada comunidad judía tenía su sinagoga.

La Sinagoga Mayor es la que ha llegado en las mejores condiciones  hasta hoy. Se nombra por primera vez en 1373 si bien la fundación del primer edificio se coloca en 1079 y su arte inicial da pie  para pensar que fuera mezquita, lugar de oración para los musulmanes. Más tarde, al ser reconquistada Segovia, pasó a manos de los judíos que la convirtieron en su Sinagoga Mayor. 

Hasta 1410 estuvo dedicada al culto hebreo y es entonces  cuando dicen que ocurrió el “ Milagro Ecuarístico”: la sinagoga tenía un rabino llamado Mayr (que  la historia de Segovia se menciona como médico de Enrique III) que había prestado dinero al Sacristán de una iglesia hoy  ya desaparecida. Como éste  no podía devolverle lo que le debía, le pidió a cambio una forma consagrada  y, llevándola a la sinagoga, intentaron quemarla en agua hirviendo, pero voló y, agrietando la pared salió llegando hasta el convento de Santa Cruz la Real.

Todo esto es una leyenda surgida en una situación política, religiosa y económica que  se vivía en Segovia y en otras partes de España con  respecto a las comunidades judías en este siglo, con un claro propósito antisemita para justificar la expulsión de los judíos.

Fue la Reina Catalina Lancaster, viuda de Enrique III y madre de Juan II, quien decretó la expulsión de los hebreos y cierre de la sinagoga como tal. El obispo Tordesillas la consagró como iglesia católica, llamándola la Iglesia Nueva, encomendándosela a los canónigos de la abadía de Santa María de Párraces.

Poco después el pueblo acordó hacer anualmente un acto de reparación, viniendo en procesión cada una de las catorce parroquias que entonces existían, dando origen a la Catorcena, fiesta que se conserva hasta hoy. Desde el 1419 estuvo abierta al culto cristiano y con el nombre de de Corpus Christi desde 1450.

En cuanto erección como convento es de 1572, siendo sus fundadores don Antonio del Sello y doña Juana Tapia, su esposa. Desde 1567aproximadamente había en la ciudad una fundación de Hermanas de la Penitencia efectuada por la solicitud del doctor León y don Manuel del Sello, para mujeres arrepentidas de su  mala vida. Eran entonces  once  y cuatro maestras. Este convento se encontraba  el antiguo hospital de San Miguel.  

Como el local donde estaban era muy pequeño, movidos por el celo religioso, junto con los mencionados don Antonio y doña Juana, acordaron comprar a los canónigos de Párraces, a quienes pertenecía, la iglesia del Corpus y  la casa  adjunta. Comunicaron la idea a fray Juan de la Torre, superior provincial y fray Juan Valderrábanos, ambos franciscanos.

Comprado y  dispuesto todo, con las debidas licencias, un lunes 13 de enero de 1572 a mediodía, en procesión, el doctor León, descalzo y con una cruz  al hombro, las hermanas, también descalzas y con cruces, seguidas de algunos hermanos franciscanos, pasaron al nuevo  convento donde esperaban cinco religiosas procedentes del convento de San Antonio el Real de esta ciudad y que eran destinadas para  este nuevo que se llamaría “Corpus Christi de la Penitencia”.

Fue deseo expreso de los fundadores que estas convertidas profesaran la regla de Santa Clara, se llamaran por tanto Clarisas, y fueran atendidas por los hermanos franciscanos. Además, que el fin principal de  esta fundación fuese para estas “arrepentidas”; con todo, según se creyera oportuno, podrían recibir también otras mujeres.

Toda la ciudad acogió esta nueva fundación con gran alegría y desde el comienzo, siempre manifestó un cariño y especial cuidado y solicitud por estas hermanas.  La vida debió transcurrir sin mayores altibajos durante el siglo XVIII, aunque no era una comunidad rica ni de tanto prestigio como otras de la ciudad. El siglo XIX se presentó para esta comunidad de manera turbulenta, pues el convento fue víctima de la desamortización.

La primera en 1810 con el consiguiente traslado de la comunidad a San Antonio el Real, donde permanecieron tres años.  A su vuelta se puede decir que la comunidad era tan pobre que no volvió a celebrar la fiesta de su  fundadora santa Clara. En 1868, a causa de la revolución, la comunidad se ve obligada a abandonar de nuevo el convento pasando otro tiempo en el de San Antonio y en Santo Domingo. Finalmente volvieron  hasta  agosto de 1899. Se puede entre ver en este trasiego histórico de idas y venidas, como esta fraternidad  era mimada por el Señor y querida por el pueblo de Segovia.  Es interesante decir que la noche del 2 al 3 de agosto de 1899, un voraz incendio destruyó completamente la iglesia y el convento.

Con la pérdida de esta iglesia, en su origen muy similar a la de Santa María  la Blanca de Toledo, se perdió una de las más preciosas joyas de la arquitectura hebrea que guardaba Segovia, aunque restos de su bella decoración original se conservan en el museo provincial.  Toda la ciudad se volcó en la reedificación y reconstrucción del Templo y convento, aunque  en la iglesia reconstruida se eliminó toda decoración de pilares y muros, dejando un edificio reducido a las líneas esenciales. La economía  no daba para más y bastante se hizo con reedificarla, pudiendo  volver a ser abierta al culto y acoger de nuevo a la  comunidad de hermanas Clarisas. En el año 2000 el ayuntamiento  con licencia de las Monjas, encargo la redacción de una memoria con el fin de devolver el aspecto decorativo al templo.

Consta de una sala hipóstila dividida en tres naves, separadas por arcos de herradura y pilares octogonales rematados con capiteles de piñas y roleos. Sobre las naves laterales existe una galería corrida compuesta por arcos de herradura intercalados con arcos pentalobulados cuyos intradoses están decorados con palmetas se rematan con grandes capiteles de yeso, decorados con roleos y piñas. Por encima de cada una de estas arcadas, hay una pequeña arquería compuesta también por arcos de herradura, que constituían la zona de oración de las mujeres hebreas. También en el espacio de la Iglesia se pueden contemplar retablos  con imágenes y cuadros que nos evocan la espiritualidad y la vida franciscana.

Todo el conjunto es de gran belleza y constituye sin duda un ambiente para la oración, y que las hermanas Clarisas del Corpus han custodiado con mimo durante siglos, llevando a cabo su vocación contemplativa con sabor ecuménico en esta Iglesia del Corpus antigua sinagoga judía, donde las hermanas encarnan su carisma franciscano clariano en la Iglesia en un marco tan singular, donde el Antiguo y el Nuevo Testamento se hermanan y Jesucristo en la Eucaristía invita a hacer vida su Palabra.

Fuente: Clarisas del Corpus Christi