Los obispos eligen esta semana los nuevos
cargos, excepto el secretario general
Los obispos españoles elegirán esta semana los nuevos cargos de la Conferencia Episcopal, excepto el
secretario general, conforme a los reformados Estatutos, recientemente
aprobados por la Santa Sede, destacando, entre otras novedades significativas, que
los mandatos son ahora de cuatro años (en lugar de tres), reducción del número
de Comisiones al tiempo que se aumenta la representatividad territorial y
fortalece la colaboración entre los diversos organismos de la Conferencia.
Abandonar el perfil bajo, que ha sido una de las características de los
últimos años, para que sin acudir a la confrontación, nunca aconsejable, la Iglesia tenga mayor
presencia y visibilidad pública, con la única finalidad de dar a conocer su mensaje
de esperanza y de concordia y sus valores asentados en el Evangelio, que
muestre una Iglesia pobre, en sintonía con el Papa Francisco y el Magisterio de
la Iglesia, es uno de los retos que se presenta a la Iglesia en esta nueva
etapa.
Cambio de rumbo
El necesario cambio de rumbo significa apostar por un obispo o cardenal
como futuro
presidente de la Conferencia Episcopal, que, sin olvidar cumplir su misión
de coordinar la Conferencia y asegurar la comunión entre las distintas
sensibilidades episcopales, ponga en funcionamiento un impulso renovador e
ilusionante en un mundo que padece una profunda crisis que, más que económica,
es humana, social y moral, y conseguir que el Evangelio suene otra vez a buena
noticia.
De esta forma, se podrá hacer frente a los retos y desafíos de la
sociedad española actual, cada día más alejada de la religión, de forma que,
con pleno respeto al Ordenamiento constitucional, que ha demostrado ser un
instrumento válido para la convivencia entre los españoles, y sin privilegios,
pero también sin
discriminación, se respete la libertad religiosa y las creencias
mayoritarias del pueblo español.
Por ello, se hace necesario, optar, como próximo presidente de la
Conferencia Episcopal, por un cardenal u obispo que, con experiencia en cargos
anteriores, tanto en España como en el Vaticano, haya acreditado capacidad de
diálogo y de liderazgo tanto eclesial como en el complejo mundo de la política,
teniendo en cuenta las demandas y necesidades, retos y desafíos de una sociedad
pluricultural y moderna, y que proponga y defienda los valores cristianos y los
derechos humanos, con equilibrio y moderación, para resolver posibles
conflictos, enriquecido, en su trayectoria episcopal, con experiencia en
circunstancias políticas semejantes a las actuales, lo que, sin duda,
facilitará la resolución de problemas, especialmente en las relaciones
Iglesia-Estado.
En una sociedad pluralista, corresponde a la Iglesia erigirse en
defensora de los hombres y de sus derechos inalienables: desde el don de la vida
humana; la protección de la familia; la educación integral de niños y jóvenes,
la precariedad laboral y el paro, especialmente el juvenil; la violencia contra
la mujer; la atención y solidaridad con los inmigrantes y refugiados; la
ecología integral; los problemas de convivencia en nuestra sociedad, etc.
El papel de la religión no es proponer soluciones técnicas o políticas
concretas, sino alentar a una laicidad positiva o sana laicidad, entendida como
cooperación al bien común. Esto implica que el Estado, que no puede ignorar que el hecho
religioso existe en la sociedad, ha de reconocer a las Confesiones religiosas como
presencia comunitaria pública, a través de la evangelización y de la confesión
de su fe. Su misión es la afirmación y la defensa de los grandes valores que
dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad.
Por ello, la Iglesia católica en España, en este cambio de rumbo que
proponemos, como continuamente hace el Papa Francisco en sus homilías,
discurso y documentos, no puede quedar indiferente y silenciosa. Tiene el deber
de proclamar con firmeza y empuje la verdad sobre el hombre y sobre su destino.
En este camino, sin duda, será de gran estímulo la cercanía y el buen
hacer del nuevo Nuncio, Monseñor Bernardito Auza, el hombre del Papa en
España, que ha demostrado, en el escaso tiempo que lleva en nuestro país,
conocimiento de la realidad española, tacto y capacidad de dialogo, no sólo con
el Gobierno actual sino con representantes de amplios espectros de la sociedad.
José A. Soler Martínez
Fuente: ABC