Lluvia
suave
Hola,
buenos días, hoy sor Amada nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer,
mientras escribía un correo junto a la ventana, oía el ruido del agua al caer
en la huerta, en los árboles y en el cemento de la acera. Y pensé: “¡Cuánto
tiempo hace que no llueve por Lerma! (desde ese día ha llovido algo más). Y,
sin embargo, qué necesaria es para todos: los hombres, los animales, las
plantas, los ríos... Pero, Señor, que sea una lluvia mansa, suave, bienhechora...”
Si
pensamos en nuestra vida como un campo que hay que cuidar, labrar...
necesitamos que seamos regados por el amor de Cristo, para que nuestra vida
florezca.
Jesús,
haznos florecer para ti y para los demás en sonrisas, en servicio atento, en
palabras buenas, positivas.
Que
florezca mi corazón, Jesús, para que, quien pase junto a mí, perciba algo del
buen olor que de ti emana y hace bien, da paz y suscita deseos de encontrarse
contigo, de cambiar la oscuridad en luz, la distancia en cercanía, la división en
unión.
Jesús,
haz llover más y más, que no quede ningún corazón sin mojarse, porque tu lluvia
trasciende y supera a la naturaleza, y sus frutos son dones, regalos de Dios a
través de Cristo, que quiere que seamos felices aquí y después, junto a Él, en
el Cielo.
Hoy
el reto del amor es que le pidas a Cristo que llueva sus bendiciones sobre ti,
que empape todo tu ser, y luego deja que florezca tu vida.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma