Conversar, meditar, caminar, pintar, tocar algún instrumento,... Hay algo
que lo hace todo nuevo
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Supongo que si
lees artículos de esta página es porque de alguna u otra manera quieres vivir
tu fe. Puede ser que seas un católico practicante o uno que no sabe bien qué
hacer. Lo que está claro es que quieres intentar este año fortalecer tu
relación con Dios.
Seguro no estás
de acuerdo con muchas cosas de la Iglesia, seguro que prefieres no ser uno de
esos que solo siguen reglas, seguro también te has sentido culpable por algunas
cosas que has hecho y esa experiencia no te gusta, sientes que no te hace bien
y has preferido dejar tu vida como está para no sentirte así…
Seguramente
intentaste por tiempo suficiente ser un poco diferente a tus amigos y poner en práctica esa frase de “estar en el mundo pero
no ser del mundo”, como si fuera una respuesta programada para la definición de
creer y seguir a Jesús.
Pero has
crecido y la vida es diferente ahora para ti.
Por eso la
ambigüedad de esta afirmación termina por desanimarte y no encuentra un camino
válido pues has concluido simplemente que este concepto es imposible de
aplicarse a la vida. Estás en el mundo y no puedes negarlo.
Tu vida hace
parte de este mundo. Puede que sus ideas no te dominen, puede que tengas
valores en tu forma de vivir y seas una persona buena… entonces, ¿de
qué se trata eso de ser cristiano en la vida cotidiana?
He pasado mucho
tiempo reflexionando, he hablado con mucha gente y, si bien no tengo todas las
respuestas, he logrado armar este rompecabezas con algunas ideas que
pueden ayudarte a vivir tu fe ahí en medio de la rutina del trabajo, del
estudio, de las relaciones y en los momentos de la vida misma, aun cuando
estés un poco alejado de la Iglesia.
Antes de armar
las piezas quiero comenzar diciendo que es un camino bien normal, apto
para cualquiera.
Todo parte de
que –como todas las cosas en la vida- vivas una relación de amor.
Los seres
humanos somos seres de vínculos. Nos vinculamos –por amor, pasión o
gustos en común- a las personas, al trabajo, a las cosas que hacemos en lo
cotidiano.
Cuando no pasa
esto, nos aburrimos, nos frustramos y terminamos por dejar lo que habíamos
empezado. Lo mismo pasa con la fe.
Diversifícate
Aunque suene
poco libre somos gente de rutina. Encontramos lo que funciona y lo
mantenemos. Los vínculos de nuestra vida no son diferentes, por lo tanto
nuestra vida de fe tampoco lo es.
Cuando tratamos
de vivir nuestra fe en un mundo cada vez más secular y más sensible a todo,
debemos encontrar nuestros “espacios seguros”. Éstos son los lugares en
los que nos sentimos cómodos siendo cristianos.
Puede que hace
tiempo no profeses tu fe, puede que te cueste ser de esos “católicos
ejemplares” y puede que no quieras serlo ni pertenecer a un grupo. Por
eso diversifícate.
Encuentra tus
momentos, tus espacios. Puede ser tu misa diaria o dos veces a la semana;
alguna visita en un ratico de tu día al Santísimo; alguna oración cuando vas de
camino al trabajo o a la universidad, o ese momento de ofrecimiento diario -en
el que haces algo o renuncias a algo por amor a Jesús-.
Por supuesto
que no se trata de limitarte a eso, ni tampoco de hacerlo porque sí. Busca
el que es más adecuado para ti.
Tu vida depende
de tus opciones, de las cosas con las que te comprometes. No puedes para
siempre andar en el pasillo de la vida probando abrir todas las puertas.
Necesitas
entrar en una y comprometerte con lo que allí encuentres. Cuando te
comprometas con algo podrás encontrar a Dios en todas las cosas y te
será más fácil mantenerlo cerca.
Vive el encuentro
Pensemos en
todos los lugares en los que estamos regularmente: la casa, la escuela, el
trabajo, el gimnasio, el supermercado, las cafeterías, los centros comerciales,
los bares… ahora pensemos en todas las personas con las que interactuamos:
familia, amigos, compañeros de clase, compañeros de trabajo, bebedores de café
inconformistas o extraños al azar.
La realidad es
que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo interactuando con
personas. Entonces, ¿cómo podemos vivir y compartir la fe en estos
lugares, con estas personas? Es aquí donde empieza a vivirse la fe.
Necesitamos
tratar a los demás con compasión. Necesitamos ser pacientes y escuchar.
Necesitamos dejar de lado nuestro orgullo. Necesitamos ser honestos y abrir
nuestro corazón. Necesitamos dejar de lado los rencores y ofrecer perdón.
Las acciones hablan más que las palabras
Se trata de
cómo haces las cosas en tu cotidiano. Puedes permitirte una conversación y
ofrecerte una oportunidad para que compartas lo que tu fe te inspira a vivir de
la manera en que lo haces.
Puedes buscar
la manera de entender más lo que significa que seas un ser espiritual y alimentarte de
cosas que llenen tu espíritu como darte un espacio para hacer
algo que te sirva para entrar en contacto contigo mismo, como meditar,
caminar, pintar, tocar algún instrumento.
También está el
cómo repartes tu tiempo (cuánto tiempo le dedicas a Dios, a tu familia y a los
amigos). Cómo te relacionas con las personas de tu entorno; cuánto te preocupas
por tus asuntos, más que por la vida de los demás; qué clase de persona eres en
tu trabajo o en tu universidad.
En última
instancia: cuánto amas.
La forma
cotidiana pero real de vivir tu fe debe inquietar a aquellos con quienes entras
en contacto, tanto que no puedan evitar preguntar: “¿de qué se trata todo
esto?”. Aprovecha estas oportunidades y recuerda, no tienes que ser
abiertamente cristiano para anunciar a Cristo.
Encontrar la inspiración diaria
Si aún no estás
convencido de que tus acciones son tan importantes como tus palabras, solo ten
presente esto: “Y hagas lo que hagas, de palabra o de obra, haz todo en
nombre del Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de Él” (Col 3,17).
Esto no es otra cosa que hacer todo con amor y agradecimiento.
Si hace tiempo
no te confiesas porque no te arrepientes de todo lo que has hecho, busca
simplemente estar en paz con Jesús.
Buscas estar en
paz con Él porque lo quieres, porque te importa una relación con Él como te
importa hacer ciertas cosas que fortalecen tu relación con tus amigos, con tu
pareja o con tus familiares.
Ten en cuenta
que te costará, que no siempre lo harás bien, el punto es no abandonar
y recordar que eres amado por Dios.
Entonces busca
ser luz. Sé una persona que hace presente el Evangelio con aquellos que no
saben cómo hacerlo. Deja que tus acciones te lleven a ti, y a otros, al
amor de Dios.
Luisa
Restrepo
Fuente: Aleteia