COLABORACIÓN DE JUAN CARLOS CARVAJAL PARA ESTE DOMINGO

II Dom. Después de Navidad (Ciclo A)

MONICIÓN DE ENTRADA

Buenos días, hermanos, sed bienvenidos a la celebración de esta Eucaristía.

Todavía en el tiempo litúrgico de la Navidad y antes de la Solemnidad de la Epifanía, la Liturgia de este Domingo nos invita a seguir profundizando en el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Grande es este Misterio y grande es la salvación que en él se nos ofrece. 

La carne que Jesús asumió del seno de María, su Madre, hoy se nos ofrece, como en cada Eucaristía, en alimento de vida eterna en la mesa del Altar. Dispongámonos a celebrar con fe y gozo el Misterio de nuestra fe.

MONICIÓN A LAS LECTURAS

Nunca penetraremos en el Misterio de la Encarnación: La Sabiduría que sostiene el mundo se ha hecho hombre; la Palabra eterna del Padre ha tomada nuestra carne del Seno de María; el Eterno e Inmortal ha entrado en la historia y ha atravesado nuestra muerte…

Ciertamente, grande es el Misterio de nuestra fe al que hemos sido incorporados por medio de la Iglesia.

Las lecturas de este domingo nos ayudarán a penetrar un poco más en él. Dejemos que nos cojan de la mano y nos introduzcan en lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni a ninguno nos cabía pensar.

ORACIÓN DE LOS FIELES

A cada suplica respondemos: ¡Jesús, Hijo de Dios, intercede ante el Padre!

- Por la Iglesia para que sea testimonio vivo de la Palabra hecha carne. OREMOS.

- Por nuestros políticos que en estos días están eligiendo la presidencia del gobierno, para que en sus decisiones busquen la concordia de nuestro pueblo. OREMOS.

- Por los que viven situaciones dramáticas, para que encuentren la solidaridad y la ayuda necesaria para responder a los retos a los que se enfrentan. OREMOS.

- Por los países que viven en guerra, por los que sufren la lacra directa del terrorismo, para que Jesucristo les bendiga con su Paz. OREMOS.

- Por los que celebramos esta Eucaristía, para que nuestro modo de vida sea un testimonio del poder transformador de la Palabra divina. OREMOS.

ORACIÓN FINAL

Bendito seas, Padre bueno,
porque nos has dado a tu Hijo, Jesús,
como hermano nuestro.
Tú nos lo has ofrecido como salvación y compañía
como mediación y plenitud de Vida.

Gracias, Padre de inmensa bondad,
porque al dárnoslo, no te han movido
nuestros méritos, que no tenemos,
sino tu amor para con nosotros.
¡Tu gloria infinita es la única medida
de este amor desmedido!

Conocedores de nuestra debilidad y pecado,
te pedimos, Padre de misericordia,
que te apiades de nosotros,
nos rescates de nuestras rebeldías
y nos injertes en tu Hijo, Jesús.

Derrama sobre nosotros su Espíritu,
para que se una al nuestro,
nos ilumine los ojos con la fe
y podamos confesar a Jesús como nuestro Señor.

Amén.