LA RAZÓN DE LA ALEGRÍA
II. La esencia de la
alegría. Dónde encontrarla.
III. Santa María, Causa de
nuestra alegría.
“En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos,
diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo:
«Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de
pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os
podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan;
alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo
aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos
profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír
lo que vosotros oís, pero no lo oyeron» (Lucas 10,17-24).
I. El
Evangelio de la Misa (Lucas 10, 17-24) nos relata la alegría de los discípulos,
cuando vuelven de predicar por todas partes, con muchos frutos, la llegada del
reino de Dios. Jesús, también lleno de gozo radiante, les dice: alegraos porque
vuestros nombres están escritos en el Cielo.
La esperanza de la
bienaventuranza, el permanecer siempre junto a Dios, es la fuente inagotable de
la alegría: Al entrar en la gloria eterna, si somos fieles, escucharemos de
boca de Jesús estas inefables palabras: entra en el gozo de tu Señor (Mateo 25,
21). El gozo del cristiano, aquí en la tierra, es imposible fuera de Dios.
El Señor pone en
nuestro camino alegrías naturales, sencillas; cristiano debe poner un esfuerzo
paciente para reconocerlas: La alegría de la existencia y la vida, del amor
honesto y santificado, de la naturaleza y del silencio, del trabajo esmerado y
del deber cumplido; la alegría transparente de la pureza, del servicio, del
saber compartir, del sacrificio escondido.
II.
La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el
amor, mayor es la alegría (SANTO TOMÁS, Suma Teológica). Dios es amor (1, 4,8)
enseña San Juan; un Amor sin medida, un Amor eterno que se nos entrega. Y la
santidad es amar, corresponder a esa entrega de Dios al alma. Por eso, el
discípulo de Cristo es un hombre, una mujer, alegre, aun en medio de las
mayores contrariedades: Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar
(Juan 16, 22).
“Un santo triste
es un triste santo” se ha escrito con verdad. Porque la tristeza tiene una
íntima relación con la tibieza, con el egoísmo y la soledad. El Señor nos pide
el esfuerzo para desechar un gesto adusto o una palabra destemplada para atraer
muchas almas hacia Él, con nuestra sonrisa y paz interior, con garbo y buen humor.
Si hemos perdido la alegría, la recuperamos con la oración, con la Confesión y
el servicio a los demás sin esperar recompensa aquí en la tierra.
III.
La Virgen es la llena de gracia, y por consecuencia es la que posee la plenitud
de la alegría. Estar cerca de la Virgen es vivir dichoso. En el Santo Rosario
la llamamos Causa de nuestra alegría, es la portadora de la ternura infinita
del Padre, del Amor hasta la muerte de Dios Hijo, y del fuego y del gozo del
Espíritu Santo (A. OROZCO, Mirar a María)
Procuremos hoy
sábado, rezar con más esmero el Santo Rosario, y le pedimos a Nuestra Señora,
que con nuestra alegría sepamos llevar a Dios a nuestros parientes y amigos,
porque vivimos en un mundo que frecuentemente está triste porque busca la
felicidad donde no está
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org