La responsabilidad de la culpa es personal e intransferible
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Pexels | CC0 |
Un día me preguntaron: “¿es verdad que el pecado, las enfermedades y
traumas de nuestros antepasados se transmiten y que son origen de muchos de
nuestros problemas, incluso psiquiátricos? Hay quienes hacen
oración por la sanación intergeneracional…”.
¿Qué
es la sanación intergeneracional?
Primero
definamos qué es esto, porque
me imagino que muchos no han escuchado, ni leído sobre este asunto. Sus
promotores la definen así:
“La sanación intergeneracional para el
cristiano, es una oportunidad de reconocer y llevar la sanación a cosas que influyen en la familia, desde el pasado, con repercusiones para el
futuro. La sanación intergeneracional nos sugiere la posibilidad de que actos
negativos de nuestros antepasados puedan introducirse, de alguna forma en
nuestra “sangre” y paguen por ello las generaciones futuras”.
Queda claro entonces que para
estas personas, uno está determinado o afectado por las acciones equivocadas de
sus antepasados, yo pagaré sus culpas, y
este mal se introducirá en mí y
me afectará.
1. ¿Falso o verdadero?
Frente a esta confusión, lo
que tendría que decir es lo siguiente. Primero, lo que se transmite por generación es
el pecado original, no el pecado personal de nuestros padres.
Luego, en
el Nuevo Testamento Jesús deja
claro que no existe una relación entre el mal que sufro y el pecado de mis padres, o mis
abuelos:
“Y le preguntaron sus discípulos: — Rabbí,
¿quién pecó: este o sus padres,
para que naciera ciego? Respondió
Jesús: — Ni pecó este ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las
obras de Dios se manifiesten en él” (Jn 9,2).
Así que en Cristo, que
es la plenitud de la revelación, se aclara esta idea
equivocada de la retribución. Se
habla del pecado, la ofensa libre a Dios.
Aunque los pecados de los padres sí tienen
consecuencias en los hijos, los pecados no se heredan, el pecado es personal e
intransferible.
2.
¿Qué origen tiene este concepto?
Algunos fundamentan la creencia de que el
pecado se hereda en esta cita del Antiguo Testamento:
“No te postrarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad
de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me
aborrecen: Y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y
cumplen mis mandamientos” (Dt 5,9-10).
Este texto
hay que entenderlo como parte de la revelación, que es progresiva. La idea
principal es que, a diferencia de los paganos, Israel considera a su Dios como
Señor de misericordia, pues esta dura por siempre (mil generaciones).
Pero
este texto no puede ser leído
aislado de los demás textos, que
van enriqueciendo la
revelación que Dios hace de sí mismo
a su pueblo.
3. “¿Por qué el hijo no carga con las culpas de su padre?”
En el profeta Ezequiel, leeremos:
“¿Por qué el hijo no carga con las culpas de su
padre? Porque el hijo practicó el derecho y la justicia, observó todos mis
preceptos y los puso en práctica, por eso vivirá. La persona que peca, esa
morirá; el hijo no cargará con las culpas del
padre, ni el padre cargará con las culpas del hijo. Sobre el justo recaerá su
justicia, y sobre el malvado, su maldad” (Ez 18, 19-20).
Vemos entonces cómo la Sagrada Escritura nos va aclarando que la retribución es individual. Por lo tanto, algo que ya se vislumbraba en el libro del
Deuteronomio, se va aclarando posteriormente hasta llegar a la claridad total,
con Jesús, ante la pregunta de sus discípulos.
Por último, en el desarrollo de la doctrina
sobre el pecado personal y pecado social, no
se menciona este asunto de la dimensión intergeneracional del pecado.
No existe un mal particular (una cultura familiar pecaminosa) que se
transmita de generación en generación al
punto que deba ser sanada como una realidad existente.
4. Recordemos lo importante
Recordemos que el pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto
de la persona, no de un grupo o “de mi árbol genealógico”.
Puede haber
factores externos que afecten a la persona, y estos pueden atenuar en mayor o
menor medida su libertad y
la culpabilidad, pero sabemos por fe y experiencia personal que somos libres.
Por lo tanto en cada hombre no existe nada tan personal
e intransferible como el mérito de la virtud o la
responsabilidad de la culpa.
Por Enrique Granados
En base a un artículo publicado originalmente por Catholic Link
Fuente: Aleteia