Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas
Cuando
lees un libro cualquiera, te fijas ante todo en su título. Luego investigas
sobre el nombre del autor. Después abres el libro, repasas el índice de
materias y finalmente das un vistazo a las páginas. Y si te interesa la obra,
la compras para leerla detenidamente.
Con mayor razón esto aplica al estudio y reflexión de la Sagrada Escritura -el libro más importante del mundo- cuyo conocimiento y estudio continuaremos proponiendo a través de estas lecciones.
Con mayor razón esto aplica al estudio y reflexión de la Sagrada Escritura -el libro más importante del mundo- cuyo conocimiento y estudio continuaremos proponiendo a través de estas lecciones.
Es común escuchar preguntas como ésta: "¿No conoce algún librito que me enseñe a leer la Biblia y a entenderla sin aburrirme?, es que al llegar al tercer libro me cansé, y habiéndola comprado con tanta ilusión, ahora la tengo arrinconada.
Pero oigo decir a los sacerdotes que la Biblia es la Palabra de Dios; que ignorar las Sagradas Escrituras es ignorar a Cristo y que el tiempo que mejor me va a aprovechar es el que emplee leyendo la Biblia".
Muchas personas no saben qué hacer ni por dónde comenzar. Se dedican horas y días enteros a leer y profundizar en algunos otros libros, pero la Biblia es para muchos un libro olvidado.
Leamos la Sagrada Escritura con fe, con humildad, y sobre todo dentro de la Iglesia Católica que es la encargada por Cristo para interpretar su Palabra.
Mucho cuidado con las sectas que aparentan conocer la Biblia, pero predican verdades de hombres, inventos agresivos, pero no predican la Palabra de Dios, el mensaje de salvación, el camino para salvarse, ya que no están dentro de la Iglesia que autoriza y confirma esta predicación con autoridad apostólica y divina.
"Está escrito: Abre tu boca a la Palabra de Dios. Tú, ábrela. Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de Él. Si hablamos de sabiduría. Él es la sabiduría; si hablamos de virtud, Él es la virtud; si de justicia, Él es la justicia; si de paz, Él es la paz; si de verdad, Él es la verdad; si de vida, de redención... Él es todo eso". (San Ambrosio, obispo).
a. Título
El pueblo de la Biblia no tenía nuestra Biblia, si por eso entendemos el
conjunto de 73 libros que aceptamos los católicos como inspirados y canónicos.
La colección aún no estaba completa; sin embargo existían ya algunos conjuntos
de libros que ellos consideraban como normativos, sin que podamos llegar a una
precisión exacta de cuáles eran los que abarcaban.
Los nombres que les daban eran diversos, por ejemplo:
• Libros, Daniel 9, 2.
• Libros Santos, 1 Mac 12, 9; 2 Mac 8, 23.
• Escrituras, Mt 21, 42; Mc 14, 49; Lc 24, 27; Jn 5, 39; Hech 17, 2; Rom 15, 4; 1 Cor 15, 3-4; 2 Pe 3, 16.
• Escritura, 1 Cr 15, 15; 2 Cr 30, 5; Esd 6, 18; Mc 12, 10; Lc 4, 21; Jn 2, 22; Hech 1, 16; 2 Pe 1, 19-21.
• Santas Escrituras, Rom 1, 2.
• Sagradas Letras (Escrituras), 2 Tim 3, 15.
Antiguamente se le llamaba la Escritura o las Escrituras. En este sentido se expresa Jesús, por ejemplo, cuando dice a los saduceos: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras" (Mt 22, 29). Y Lucas pone en labios de los dos discípulos de Emaús esta frase: "¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando Jesús venía hablando en el camino y explicando las Escrituras?" (Lc 24, 32). Esta denominación todavía la usamos hoy.
Después ha venido recibiendo otros nombres, como: Libros Santos, Libros Sagrados, Sagradas Letras, Palabra de Dios, etc. Actualmente, el nombre más usual parece ser el de Biblia, Santa Biblia o Sagrada Biblia, Sagradas Escrituras.
El origen de la expresión Biblia se remonta, según afirman los entendidos, al libro II de los Macabeos, de texto griego, en que se llama a las Escrituras: Biblia ta agía, (en griego) esto es, Libros Santos. Usándose como se usaba la lengua griega en la primitiva Iglesia, la expresión ta Biblia –los libros por excelencia- se hizo denominación general entre los cristianos.
San Clemente –padre apostólico, discípulo de San Pablo- fue el primero en llamar a la colección de los libros santos ta Biblia. En el siglo XIII se empezó a emplear en singular femenino latino lo que antes era solamente plural neutro de la misma lengua, esto es, a decirse Biblia y así fue adoptándose poco a poco por las nacientes lenguas modernas.
Hay quien ve su origen en la antigua ciudad fenicia Biblos, situada en la costa mediterránea entre Trípoli y Beirut y mencionada incluso por dos veces en la Sagrada Escritura (Jos 13, 5; Ez 27, 9), ciudad que llegó a ser un importante centro comercial y religioso, rico en madera, cobre y papiro. Pero no parece que exista una verdadera relación entre ambos aspectos.
El término Biblia, pasó del griego al latín. Y, de éste, a las lenguas modernas. Hoy significa la colección de libros sagrados para los judíos y los cristianos.
b. Manejo de la Biblia
Los nombres que les daban eran diversos, por ejemplo:
• Libros, Daniel 9, 2.
• Libros Santos, 1 Mac 12, 9; 2 Mac 8, 23.
• Escrituras, Mt 21, 42; Mc 14, 49; Lc 24, 27; Jn 5, 39; Hech 17, 2; Rom 15, 4; 1 Cor 15, 3-4; 2 Pe 3, 16.
• Escritura, 1 Cr 15, 15; 2 Cr 30, 5; Esd 6, 18; Mc 12, 10; Lc 4, 21; Jn 2, 22; Hech 1, 16; 2 Pe 1, 19-21.
• Santas Escrituras, Rom 1, 2.
• Sagradas Letras (Escrituras), 2 Tim 3, 15.
Antiguamente se le llamaba la Escritura o las Escrituras. En este sentido se expresa Jesús, por ejemplo, cuando dice a los saduceos: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras" (Mt 22, 29). Y Lucas pone en labios de los dos discípulos de Emaús esta frase: "¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando Jesús venía hablando en el camino y explicando las Escrituras?" (Lc 24, 32). Esta denominación todavía la usamos hoy.
Después ha venido recibiendo otros nombres, como: Libros Santos, Libros Sagrados, Sagradas Letras, Palabra de Dios, etc. Actualmente, el nombre más usual parece ser el de Biblia, Santa Biblia o Sagrada Biblia, Sagradas Escrituras.
El origen de la expresión Biblia se remonta, según afirman los entendidos, al libro II de los Macabeos, de texto griego, en que se llama a las Escrituras: Biblia ta agía, (en griego) esto es, Libros Santos. Usándose como se usaba la lengua griega en la primitiva Iglesia, la expresión ta Biblia –los libros por excelencia- se hizo denominación general entre los cristianos.
San Clemente –padre apostólico, discípulo de San Pablo- fue el primero en llamar a la colección de los libros santos ta Biblia. En el siglo XIII se empezó a emplear en singular femenino latino lo que antes era solamente plural neutro de la misma lengua, esto es, a decirse Biblia y así fue adoptándose poco a poco por las nacientes lenguas modernas.
Hay quien ve su origen en la antigua ciudad fenicia Biblos, situada en la costa mediterránea entre Trípoli y Beirut y mencionada incluso por dos veces en la Sagrada Escritura (Jos 13, 5; Ez 27, 9), ciudad que llegó a ser un importante centro comercial y religioso, rico en madera, cobre y papiro. Pero no parece que exista una verdadera relación entre ambos aspectos.
El término Biblia, pasó del griego al latín. Y, de éste, a las lenguas modernas. Hoy significa la colección de libros sagrados para los judíos y los cristianos.
b. Manejo de la Biblia
Origen general. Desde muy antiguo, y sobre todo en orden a la lectura litúrgica
se vio la necesidad de dividir el texto sagrado. Hubo diversos sistemas, tanto
entre judíos ("Sedarim"; "Perashiyyot";
"Pesuquim"), como entre cristianos (Cfr. "Cánones
eusabiani", de Eusebio de Cesarea [+340] para dividir los evangelios en
1162 secciones: Mt 355; Mc 233; Lc 342; Jn 232).
Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.
El nombre de cada libro tiene su propia abreviatura; aparece al inicio de las diversas ediciones, en esta abreviatura la primera letra es mayúscula: Jn, Mt, Mc, Lc, Hech, etc. En cada libro el número correspondiente al capítulo se coloca después de la abreviatura, esta abreviatura no lleva un punto.
Por ejemplo, Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5 se abrevia en 2 Re 5.
Los capítulos se subdividen en versículos. Y se numeran poniendo una coma después del capítulo. Así, el Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5, versículo 7 se abrevia en: 2 Re 5, 7. los libros con un solo capítulo sólo numeran los versículos.
Por ejemplo, la Carta a Filemón, versículo 5, se abrevia en Flm 5.
Los signos de puntuación tienen otros significados concretos:
• La coma (,) entre dos números indica que el primero se refiere al capítulo y el segundo al versículo: Mt 5, 7.
• El punto (.) se utiliza para significar "y": Ex 15, 5.9 = Éxodo capítulo 15, versículos 5 y 7.
• El punto y coma (;) se utiliza para separar una cita de otra: Lc 5, 6; Jn 3, 4.
c. Origen de la división actual
Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.
El nombre de cada libro tiene su propia abreviatura; aparece al inicio de las diversas ediciones, en esta abreviatura la primera letra es mayúscula: Jn, Mt, Mc, Lc, Hech, etc. En cada libro el número correspondiente al capítulo se coloca después de la abreviatura, esta abreviatura no lleva un punto.
Por ejemplo, Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5 se abrevia en 2 Re 5.
Los capítulos se subdividen en versículos. Y se numeran poniendo una coma después del capítulo. Así, el Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5, versículo 7 se abrevia en: 2 Re 5, 7. los libros con un solo capítulo sólo numeran los versículos.
Por ejemplo, la Carta a Filemón, versículo 5, se abrevia en Flm 5.
Los signos de puntuación tienen otros significados concretos:
• La coma (,) entre dos números indica que el primero se refiere al capítulo y el segundo al versículo: Mt 5, 7.
• El punto (.) se utiliza para significar "y": Ex 15, 5.9 = Éxodo capítulo 15, versículos 5 y 7.
• El punto y coma (;) se utiliza para separar una cita de otra: Lc 5, 6; Jn 3, 4.
c. Origen de la división actual
Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, quien había sido gran canciller de la
Universidad de París, hizo la división del Antiguo Testamento y Nuevo
Testamento en capítulos sobre el texto latino de la Vulgata de San Jerónimo,
probablemente hacia el año 1226.
De la Vulgata, pasó al texto de la Biblia hebrea, al texto griego del Nuevo Testamento y a la versión griega del Antiguo Testamento.
Santos Pagnino (+1541, judío converso, después dominico, originario de Luca, Italia) realizó la división en versículos de la Biblia hebrea (1528). Había numerado tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Vulgata; sin embargo, sólo quedó la de los libros de la Biblia hebrea.
De Roberto Estienne, proviene la actual división en versículos del Nuevo Testamento hecha en 1551. En 1555 hizo la edición latina de toda la Biblia. Para los versículos del Antiguo Testamento hebreo, tomó la división hecha por Santos Pagnino. Para los restantes libros del Antiguo Testamento, elaboró una propia y empleó para el Nuevo Testamento la que pocos años antes él mismo había realizado.
La división en versículos fue introducida por primera vez en el texto hebreo por Sabionetta en cuanto a los Salmos (año 1556) y por Arias Montano en toda la Biblia, como aparece en la edición llamada Políglota de Amberes (año 1569-1572). La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.
En el fondo de la estructura de la Biblia se encuentra la experiencia religiosa de Israel, porque "al principio... no existía el libro, sino la palabra" (Jn 1, 1). Así como en la Iglesia el fondo es la revelación de Dios, es decir, una experiencia extraordinaria de comunión entre Dios y su pueblo (Antiguo y Nuevo).
Si queremos entender la estructura de la Palabra de Dios, es importante leer lo que se nos dice en el célebre pasaje del capítulo 8 de Nehemìas: "Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. Era a mediados de septiembre.
En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, Amén". Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. El gobernador Nehemías, el sacerdote y letrado Esdras y los levitas que instruían al pueblo, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la Ley, le dijeron: Hoy es un día consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis".
El pequeño "resto" de Israel, que todavía lleva dentro de sí sangrantes las heridas de la terrible tragedia nacional que fue su deportación, se ve en la necesidad de reencontrar las raíces de su propia historia. Es decir, de recordar o hacer memoria. Esto se produce escuchando "el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había dado a Israel" (Neh 8, 1).
Al leer el relato, surgen espontáneamente algunas observaciones:
a) El "libro de Moisés" es la memoria de Israel puesta por escrito. Así, pues, la trayectoria seguida es: de la "memoria" al libro. El libro sirve para hacer frente a los duros problemas del presente (Cfr. Neh 8, 8), y orientarse hacia el futuro de Dios. La Escritura nos abarca pasado, presente y futuro.
b) El libro es el tesoro de una comunidad: ésta es la primera destinataria del mensaje en cuestión; Esdras y los levitas sólo son intermediarios. El pueblo responde a este llamado: presta atención, se arrodilla, llora, hace fiesta...
c) La Escritura es el libro del pueblo: surgido de la comunidad y destinado a la comunidad.
De la Vulgata, pasó al texto de la Biblia hebrea, al texto griego del Nuevo Testamento y a la versión griega del Antiguo Testamento.
Santos Pagnino (+1541, judío converso, después dominico, originario de Luca, Italia) realizó la división en versículos de la Biblia hebrea (1528). Había numerado tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Vulgata; sin embargo, sólo quedó la de los libros de la Biblia hebrea.
De Roberto Estienne, proviene la actual división en versículos del Nuevo Testamento hecha en 1551. En 1555 hizo la edición latina de toda la Biblia. Para los versículos del Antiguo Testamento hebreo, tomó la división hecha por Santos Pagnino. Para los restantes libros del Antiguo Testamento, elaboró una propia y empleó para el Nuevo Testamento la que pocos años antes él mismo había realizado.
La división en versículos fue introducida por primera vez en el texto hebreo por Sabionetta en cuanto a los Salmos (año 1556) y por Arias Montano en toda la Biblia, como aparece en la edición llamada Políglota de Amberes (año 1569-1572). La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.
En el fondo de la estructura de la Biblia se encuentra la experiencia religiosa de Israel, porque "al principio... no existía el libro, sino la palabra" (Jn 1, 1). Así como en la Iglesia el fondo es la revelación de Dios, es decir, una experiencia extraordinaria de comunión entre Dios y su pueblo (Antiguo y Nuevo).
Si queremos entender la estructura de la Palabra de Dios, es importante leer lo que se nos dice en el célebre pasaje del capítulo 8 de Nehemìas: "Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. Era a mediados de septiembre.
En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, Amén". Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. El gobernador Nehemías, el sacerdote y letrado Esdras y los levitas que instruían al pueblo, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la Ley, le dijeron: Hoy es un día consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis".
El pequeño "resto" de Israel, que todavía lleva dentro de sí sangrantes las heridas de la terrible tragedia nacional que fue su deportación, se ve en la necesidad de reencontrar las raíces de su propia historia. Es decir, de recordar o hacer memoria. Esto se produce escuchando "el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había dado a Israel" (Neh 8, 1).
Al leer el relato, surgen espontáneamente algunas observaciones:
a) El "libro de Moisés" es la memoria de Israel puesta por escrito. Así, pues, la trayectoria seguida es: de la "memoria" al libro. El libro sirve para hacer frente a los duros problemas del presente (Cfr. Neh 8, 8), y orientarse hacia el futuro de Dios. La Escritura nos abarca pasado, presente y futuro.
b) El libro es el tesoro de una comunidad: ésta es la primera destinataria del mensaje en cuestión; Esdras y los levitas sólo son intermediarios. El pueblo responde a este llamado: presta atención, se arrodilla, llora, hace fiesta...
c) La Escritura es el libro del pueblo: surgido de la comunidad y destinado a la comunidad.
Por: Antonio Gracia
Fuente:
Catholic.net