En
su alocución previa al rezo mariano de hoy domingo, el Papa, recordando las
tres parábolas de Jesús, la de la oveja y la moneda pérdidas y la del hijo
pródigo, nos habla del infinito amor y misericordia de Dios
En
su alocución previa al rezo mariano de ayer domingo, el Papa retomó el Evangelio
de hoy, que comienza diciendo que algunos criticaban a Jesús, por estar con
recaudadores de impuestos y pecadores. El Papa nos recuerda que, en cada misa,
en cada iglesia, Jesús da la bienvenida a los pecadores y come con ellos, es
feliz de recibirlos en su mesa, donde se ofrece por nosotros.
Dios no se resigna le
importas tú
En
el Evangelio, Jesús les responde con tres parábolas: la de la oveja y la moneda
pérdidas y la del hijo pródigo. Sobre estas parábolas, el Papa nos dice que
Dios no se resigna, a él realmente importamos.
“A
él realmente le importas tú, que aún no conoces la belleza de su amor, tú que
aún no has recibido a Jesús en el centro de tu vida, tú que no puedes vencer tu
pecado”.
Sólo con Dios podemos
vencer al mal
Nadie
puede reemplazarnos en el corazón de Dios, somos valiosos para Dios. Dios nos
espera, no se cansa ni se desanima, cada uno de nosotros es aquel hijo que
vuelve a abrazar. Y aunque hayamos cometido demasiados errores, el Papa nos
anima diciendo que no tenemos que tener miedo, Dios nos ama y sabe que solo su
amor puede cambiar nuestras vidas.
No es un dios riguroso es
un Dios misericordioso
Dios
no es un dios riguroso que “derrota al mal con el poder en lugar del perdón,
dijo más adelante el Pontífice, Dios salva con misericordia, con amor no con la
fuerza, se propone sin imponerse.
Para
perdonar es necesario dejar de lado la pretensión de creernos justos, y que los
malos son los demás. Es necesario, dijo el Papa, sentir la necesidad de ir al
Señor, que nos está esperando para perdonarnos.
“Muchas
veces nos equivocamos cuando creemos que tenemos razón, y pensamos que los
malos son los demás. El Papa aseveró: “No nos creamos buenos, porque solos, sin
la ayuda de Dios que es bueno, no sabemos cómo vencer el mal”. El mal se vence
aceptando el perdón de Dios.”
Sucede
cada vez que vamos a confesarnos: allí recibimos el amor del Padre que vence
nuestro pecado: no hay más, Dios lo olvida. No como nosotros, afirmó Francisco,
que después de decir "no pasa nada", en la primera oportunidad nos
recordamos con los intereses de las faltas sufridas. No, Dios cancela el mal,
nos hace nuevos por dentro y nos trae alegría. Ánimo, con Dios ningún pecado
tiene la última palabra.
Patricia
Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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