A
los 19 años lo que más deseaba era vivir, comerse al mundo, convertirse en
médico y servir. Pero Dios tenía otro plan
“…Quiero
que sepan que salga como salga este trasplante, yo voy a estar bien. Si sale
bien, estaré lista para empezar una vida que tanto he luchado y soñando por
tener. Si por algo sale mal, estaré en el cielo libre de dolor…” (Ana M.)
Sin
duda, estas letras han sido de las que más dolor me han causado compartir…
A
lo largo de nuestras vidas tú y yo nos hemos topado con personas que de la nada
aparecen y se convierten en un verdadero regalo del cielo. Justo eso fue -y es-
para mí -y para miles de tantos- Ana Mucharraz Ayala.
Ani,
una valiente joven mexicana, pasó los últimos años de su vida -6- entre
hospitales y cirugías. A los 19 años lo que más deseaba era vivir, comerse al
mundo, convertirse en médico y servir. ¡Tantos sueños!
Sin
embargo, las enfermedades que padecía -lupus, gastropexia y pseudo obstrucción
intestinal- cada día la debilitaban más, pero no así a su espíritu. Nunca
perdió ni la sonrisa ni la confianza de que todo lo que pasaba era para bien. A
todo sabía sacarle el lado positivo. Todo se lo ofrecía a Dios…
Su
única esperanza: un trasplante de los 5 órganos que ya le fallaban.
Lo
que más deseaba era “una segunda oportunidad de vida sin más sufrimientos.”
Parte del milagro que pedía era que en mayo llegaran del cielo esos órganos que
tanto necesitaba para continuar con vida.
Y
Dios se lo concedió. A los 6 meses de paciente espera su regalo llegó como ella
y tantos otros suplicábamos a Dios. Literal, llegaron del cielo.
Antes
de entrar a su gran cita con la vida nos compartió estas palabras junto con una
foto, con su mano en forma de saludo y despedida:
“21/mayo/2019.
Un día que cambiará mi vida para siempre. Así es, están leyendo bien. ¡Ya estoy
en el quirófano recibiendo mis nuevos órganos! ¡Le agradezco eternamente a la
familia de mi donador y a mi donador por darme esta segunda oportunidad de
vida! Va a ser la batalla más grande de mi vida, pero estoy más que lista para
enfrentarla porque hoy entré de la mano de Dios y de la Virgen al quirófano; me
van a cuidar cada momento de la operación.
Mis
queridos “followers”, compañeros de batalla, les agradezco que hayan estado en
cada momento. Gracias por dejarme entrar en sus vidas. No saben cuántas cosas
me han enseñado a mí y a mi familia. Gracias a ustedes estamos donde estamos
hoy: ¡¡luchando!!
Quiero
que sepan que salga como salga este trasplante, yo voy a estar bien. Si sale
bien, estaré lista para empezar una vida que tanto he luchado y soñando por
tener. Si por algo sale mal, ¡estaré en el cielo libre de dolor!
Hoy
más que nunca les encargo sus oraciones y buenos deseos por mi familia, amigas,
mis doctores, por la familia de mi donador y por todas las decisiones que se
van a tener que tomar.
Espero
escribirles muy pronto. Mis papás van a estar haciendo “updates” ¡Los veo muy
pronto! – Ana”
Un
mensaje lleno de amor y gratitud; de serenidad, entrega y aceptación a la
voluntad de Dios. Todos felices y llenos de esperanza no la soltábamos de
nuestras oraciones.
Sin
embargo, Dios, en su infinita sabiduría tenía un plan mejor para ella:
admitirla con bombos y platillos en el cielo -en la morada eterna por la que
siempre luchó, en el lugar donde todo es gozo y paz- a menos de 24 horas de su
trasplante. Gran fiesta en el paraíso porque no solo la recibieron Dios y la
Virgen, con quienes entró de la mano a la cirugía, también estaba en la puerta
del cielo su donador. ¡Por fin se conocieron! Y segura estoy que ellos desde
allá, con la ayuda del Espíritu Santo, se encargarán de mandar consuelo a tanto
corazón que hoy lloran su partida.
Querida
Ani, qué lejos estábamos todos de saber que sería lo último que leeríamos de
ti.
Hoy
has ganado tus alas al cielo. No, no perdiste la batalla como “románticamente”
suelen decir algunos. Tú triunfaste sobre el dolor, la enfermedad y la muerte
porque el legado de amor, fortaleza, fe y esperanza que dejaste en cada uno de
nuestros corazones jamás morirá, permanecerá por siempre. Tu espíritu vivirá
eternamente con su Creador, gozando eternamente de su presencia. Te ganaste el
lugar reservado para los santos.
Claramente
puedo ver cómo Jesús te recibió con los brazos abiertos y tú corriste hacia Él,
ágil y sin dolor, a recostarte en su pecho: “Por fin juntos, mi dulce amor”.
Dentro
de su dolor, qué gozo deben sentir tus padres -Gonzalo y Ana Paula- al cumplir
con la primera misión de vida que todos los papás tenemos: entregar hijos al
cielo.
Gracias
a Dios por prestarte con nosotros. Gracias por tu ejemplo de vida, por tu
espíritu de lucha y valentía, por tu optimismo esperanzador y tu perseverancia
por llegar a la meta. Lo lograste, campeona y yo deseo lograrlo como tú, ser
santa como tú. Por favor, espérame en el cielo…
Por
siempre en mi corazón, querida Ani.
Luz
Ivonne Ream
Fuente:
Aleteia