En la Sala Regia, tras la celebración de la Santa
Misa, el Santo Padre Francisco pronunció un amplio discurso como conclusión del
Encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia”
El Pontífice condena estos crímenes abominables” que
involucran a millones de niños en el mundo, formas de abuso y explotación,
detrás de las cuales se esconde la “mano del mal”, che que “no perdona ni
siquiera la inocencia de los niños”
Incluso “un solo caso de abuso” en la Iglesia
“representa ya en sí mismo una monstruosidad” y “será afrontado con la mayor
seriedad”: “El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de
encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus
verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el
poder”.
El Encuentro sobre “La protección de los menores en la
Iglesia”, que reunió del 21 al 24 de febrero a patriarcas, cardenales,
arzobispos, obispos, superiores religiosos y responsables procedentes de todo
el mundo para confrontarse acerca de la plaga de los abusos, se concluyó con el
discurso de Papa Francisco.
Después de la Santa Misa – celebrada al igual que la
Liturgia penitencial de la tarde del sábado 23 de febrero en la Sala Regia del
Palacio Apostólico Vaticano – el Pontífice tomó la palabra para trazar con
claridad los contornos de un fenómeno “abominable”, difundido históricamente en
todas las culturas y sociedades: “Un problema que antes se consideraba un tabú”
y que “todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos
sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos
nacionales e internacionales (…), no muestran la verdadera entidad del
fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de
abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos
numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar”.
Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la
conciencia de que se debe no sólo intentar limitar los gravísimos abusos con
medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con
decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia... La Iglesia se
siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el
Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces.
La ira de Dios,
traicionado y abofeteado
“La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es
todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su
autoridad moral y su credibilidad ética”. Así la Esposa de Cristo debe ver
reflejado en “la justificada rabia de la gente”, la ira “de Dios, traicionado y
abofeteado por estos consagrados deshonestos”.
El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a
la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad,
convirtiéndose en instrumento de satanás. En los
abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia
de los niños.
Erradicar
semejante brutalidad
El Papa Bergoglio recuerda a todos que el único modo
para “vencer el espíritu del mal” pasa a través de la humillación, la acusación
de nosotros mismos, la oración y la penitencia, siguiendo el ejemplo de Jesús.
De este modo el “objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y
cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se
encuentren”. Y para alcanzar es fin – prosiguió diciendo el Santo Padre – la
Iglesia “tiene que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las
políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios,
los mismos dramas vividos por los pequeños”.
Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio
entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la
Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el
sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y
de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos
graves delitos.
Las
declinaciones del mal
“Millones de niños del mundo son víctimas de la
explotación y de abusos sexuales”: un drama que se lleva a cabo, sobre todo,
por mano de los “padres”, de los “parientes”, de los “esposos de esposas
niñas”, de los “entrenadores”, de los “educadores”, y ante el cual “muy
raramente las víctimas confían y buscan ayuda”, por “vergüenza”, “confusión”,
“miedo a la venganza” y “desconfianza en las instituciones”. Un monstruo que
“leva a la amargura, incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo
mismo”.
En una nota al discurso del Papa, se citan datos de
las organizaciones internacionales: según la OMS, en el año 2017, “hasta mil
millones de menores en una edad comprendida entre los 2 y los 17 años han
sufrido violencias o negligencias físicas, emotivas o sexuales. Los abusos
sexuales (…), según algunas estimaciones de UNICEF en 2014, afectan a más de
120 millones de niñas, entre las que se registra el más alto número de
víctimas”.
El Papa Francisco recuerda, de modo especial, el
“turismo sexual”, una plaga que, según los datos del 2017 de la Organización
Mundial del Turismo, ve cada año que “tres millones de personas emprenden un
viaje para tener relaciones sexuales con un menor”; al igual que la
pornografía, se realiza “con modalidades cada vez más horribles y violentas”.
La plaga de la pornografía ha alcanzado enormes
dimensiones, con efectos funestos sobre la psique y las relaciones entre el
hombre y la mujer, y entre ellos y los niños. Un fenómeno en continuo
crecimiento. Una parte muy importante de la producción pornográfica tiene
tristemente por objeto a los menores, que así son gravemente heridos en su
dignidad.
Entre los pensamientos del Papa Bergoglio, los tantos
pequeños víctimas del abuso de poder, una parte de la humanidad que abraza a
ochenta y cinco millones de niños, “olvidados por todos: los niños soldado, los
menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y
frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también
transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños
refugiados y los niños abortados”.
Siete
estrategias para salvar a los niños
Ante tanta crueldad, ante todo este sacrificio
idolátrico de niños al dios del poder, del dinero, del orgullo, de la soberbia,
no bastan meras explicaciones empíricas; estas no son capaces de hacernos
comprender la amplitud y la profundidad del drama. Una vez más, la hermenéutica
positivista demuestra su proprio límite”; de ahí que el Pontífice mencione las
“Best Practices” formuladas, bajo la guía de la Organización Mundial de
la Salud, por un grupo de diez agencias internacionales. Se trata de un paquete
de medidas llamado INSPIRE, es decir, “siete estrategias para erradicar la
violencia contra los menores”, que deberán inspirar diversas dimensiones de
atención en la Iglesia. Así como para la protección de “los menores e impedir
que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico”. Un empeño
para el cual se requiere una “seriedad impecable”.
“Deseo reiterar ahora que «la Iglesia no se cansará de
hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya
cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar
ningún caso» (…). Tiene la convicción de que «los pecados y crímenes de las
personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de
vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad. En
efecto, también la Iglesia, junto con sus hijos fieles, es víctima de estas
infidelidades y de estos verdaderos y propios delitos de malversación»
Repartir de las
propias faltas
Prosiguiendo en sus ocho puntos, el Papa Francesco
habla de “una verdadera purificación”, porque “a pesar de las medidas adoptadas
y los progresos realizados en materia de prevención de los abusos, se necesita
imponer un renovado y perenne empeño hacia la santidad en los pastores, cuya
configuración con Cristo Buen Pastor es un derecho del pueblo de Dios”. “El
santo temor de Dios – prosigue – nos lleva a acusarnos a nosotros mismos – como
personas y como institución – y a reparar nuestras faltas” sin “caer en la trampa
de acusar a los otros, que es un paso hacia la excusa que nos separa de la
realidad”.
En este contexto surge la importancia de la
“formación”, es decir, “la exigencia de la selección y de la formación de los
candidatos al sacerdocio con criterios no sólo negativos, preocupados
principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos
para ofrecer un camino de formación equilibrado para los candidatos idóneos,
orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad”.
Además, el Pontífice habla de “reforzar y verificar
las directrices de las Conferencias Episcopales: es decir, reafirmar la
exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan
valor de normas y no solo de orientación”.
Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni
infravalorado (como ha sido costumbre en el pasado), porque el encubrimiento de
los abusos favorece que se extienda el mal y añade un nivel adicional de
escándalo. De modo particular, desarrollar un nuevo y eficaz planteamiento para
la prevención en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial.
Acompañar a las
personas abusadas
El Pontífice reserva gran atención también al
acompañamiento de las personas abusadas, porque “el mal que vivieron deja en
ellos heridas indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la
autodestrucción”.
Por lo tanto, la Iglesia tiene el deber de ofrecerles
todo el apoyo necesario, valiéndose de expertos en esta materia. Escuchar,
dejadme decir: “perder tiempo” en escuchar. La escucha sana al herido, y nos
sana también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del “no me
corresponde”, de la actitud del sacerdote y del levita de la parábola del Buen
Samaritano.
Mundo digital y
turismo sexual
En los puntos 7 y 8, el Papa Bergoglio vuelve a
reflexionar sobre el mundo digital y sobre el turismo sexual. Con atención especial
con respecto al primero, insiste:
“Es necesario comprometernos para que los chicos y las
chicas, de modo particular los seminaristas y el clero, no sean esclavos de
dependencias basadas en la explotación y el abuso criminal de los inocentes y
de sus imágenes, y en el desprecio de la dignidad de la mujer y de la persona
humana”.
En esta perspectiva, reafirmando que “el delito no
goza del derecho a la libertad”, el Pontífice recuerda las normas “sobre los
delitos más graves” aprobadas por el Papa Benedicto XVI en el año 2010, donde
fueron añadidos como nuevos casos de delitos «la adquisición, la retención o
divulgación» realizada por un clérigo «en cualquier forma y con cualquier tipo
de medio, de imágenes pornográficas de menores». Entonces se hablaba de
«menores de edad inferior a 14 años», ahora pensamos elevar este límite de edad
para extender la protección de los menores e insistir en la gravedad de estos
hechos”.
Gracias al
santo pueblo fiel de Dios
El Papa Francisco concluye su intervención agradeciendo
“de corazón a todos los sacerdotes y a los consagrados que sirven al Señor con
fidelidad y totalmente, y que se sienten deshonrados y desacreditados por la
conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos”; y “también a los laicos que
conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y
sosteniéndolos”.
El santo Pueblo fiel de Dios, en su silencio
cotidiano, de muchas formas y maneras continúa haciendo visible y afirmando con
“obstinada” esperanza que el Señor no abandona, que sostiene la entrega
constante y, en tantas situaciones, dolorosa de sus hijos. El santo y paciente
Pueblo fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo, es el rostro
mejor de la Iglesia profética que en su entrega cotidiana sabe poner en el
centro a su Señor. Será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre
de la plaga del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas
abominaciones.
Bárbara Castelli – Ciudad del Vaticano
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