El
Pontífice no duda en afirmar que Don Bosco propuso un “mensaje revolucionario”
en un tiempo en el que los sacerdotes vivían con desapego la vida del pueblo
San Juan Bosco |
“Queridos
salesianos”. Así comienza el prólogo del Santo Padre al volumen de Antonio
Carriero titulado: “Evangelii gaudium con Don Bosco”. Texto en el que la
Familia salesiana retoma en clave educativo-pastoral el mensaje de la
Exhortación Apostólica de Francisco
El
periódico italiano “Avvenire” publica el prefacio del Papa al libro titulado
“Evangelii gaudium con Don Bosco”, a cargo de Antonio Carriero, en el que la
Familia salesiana retoma en clave educativo-pastoral el mensaje de la
Exhortación Apostólica de Francisco, que constituye un documento programático
de su pontificado.
“Queridos salesianos”
En
efecto, el Santo Padre recuerda a los queridos salesianos “la medida alta de la
vida cristiana” que el santo fundador de esta familia puso en práctica en la
periferia social de Turín. Y añade que “son afortunados”, porque su fundador,
Don Bosco, non era un santo con rostro de “viernes santo”, triste o huraño.
Sino que tenía cara “de Domingo de Pascua”. Estaba siempre alegre – escribe el
Papa Francisco – y siempre era acogedor, a pesar de las tantas fatigas y
dificultades que lo asediaban cotidianamente.
La alegría del Evangelio
El
Obispo de Roma también recuerda que como se lee en sus memorias biográficas,
“su rostro radiante de alegría” manifestaba, como siempre, la satisfacción que
le producía encontrarse con sus hijos”. Y no es casual que, para él, la
santidad consistiera en el hecho de “estar muy alegres”. De ahí que se lo pueda
definir como un “portador sano” de esa “alegría del Evangelio” que propuesto a
su primer gran alumno, San Domingo Savio (quien, recordamos, quiso llegar a la
santidad y murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad, siendo uno
de los santos no mártires más jóvenes de la Iglesia católica) y a todos ustedes
salesianos, como estilo auténtico y siempre actual de la “medida alta de la
vida cristiana”.
Mensaje revolucionario
El
Pontífice no duda en afirmar que Don Bosco propuso un “mensaje revolucionario”
en un tiempo en el que los sacerdotes vivían con desapego la vida del pueblo.
De ahí que su “medida alta de la vida cristiana” la ponga en práctica entrando
en la “periferia social y existencial” que aumentaba en Turín, entonces capital
de Italia y ciudad industrial que atraía a centenares de jóvenes en busca de
trabajo.
En
efecto – escribe el Papa – “el sacerdote de los jóvenes pobres y abandonados”,
siguiendo el consejo clarividente de su maestro San José Cafasso, iba por las
calles, entraba en las obras, en las fábricas y en las cárceles, y allí
encontraba a muchachos solos, abandonados, a la merced de los patrones del
trabajo, carentes de todo tipo de escrúpulos. Y recuerda que Don Bosco llevaba
la alegría y el cuidado del verdadero educador a todos los chicos que arrancaba
de las calles, y que encontraron en Valdocco un oasis de serenidad y el lugar
en el que aprendían a ser “buenos cristianos y honestos ciudadanos”.
En su carisma el clima de
alegría y de familia
“Es
el mismo clima de alegría y de familia” – recuerda el Papa Bergoglio – que
también yo tuve la fortuna de vivir y de gustar cuando era un muchacho y
cursaba el sexto grado de la escuela primaria en el Colegio Wilfrid Barón de
los Santos Ángeles, en Ramos Mejía. “Los salesianos – afirma – me han formado
en la belleza, el trabajo y en el estar muy alegre, y esto es un carisma de
ustedes”.
Francisco
también destaca que los salesianos lo han ayudado “a crecer sin miedo” y “sin
obsesiones”. “Me han ayudado a ir adelante con la alegría y la oración” –
les escribe –, y vuelve a recordarles, tal como lo hizo durante su visita a la Basílica
de María Auxiliadora, el 21 de junio de 2015, los “tres amores blancos de Don
Bosco”: la Virgen, la Eucaristía y el Papa. Y les recomienda que se planteen un
interrogante: “¿Qué salesiano de Don Bosco es necesario ser para los jóvenes de
hoy?”.
Un hombre concreto
“Yo
diría – responde Francisco – un hombre concreto, como su fundador, que siendo
un joven sacerdote a la carrera de preceptor en las familias de los nobles,
prefirió el servicio entre los jóvenes pobres y abandonados. Un salesiano que
sabe mirar a su alrededor, ve las situaciones críticas y los problemas, los
afronta, los analiza y toma decisiones valerosas”. Que también está “llamado a
salir al encuentro de todas las periferias del mundo y de la historia, a las
periferias del trabajo y de la familia, de la cultura y de la economía, que
tienen tanta necesidad de ser curadas”.
El salesiano abraza las
fragilidades como el Buen Samaritano
Naturalmente,
el Pontífice les dice asimismo que el salesiano ideal debe saber acoger, con el
espíritu del Resucitado, las periferias en las que viven los jóvenes y sus
familias, puesto que así el Reino de Dios comienza a estar presente y “otra
historia se hace posible”. Sí, porque “el salesiano es un educador que abraza
las fragilidades de los chicos que viven en la marginación y sin futuro, se
inclina sobre sus heridas y las cura como un buen samaritano”.
Ver a los jóvenes con
realismo positivo
Tras
recordar que el salesiano también “es optimista por naturaleza”, porque sabe
ver a los chicos con realismo positivo; el Papa los llama a ser testigos del
Evangelio, en el binomio de la sencillez y complejidad como misión cotidiana. Y
les manifiesta su convicción de que la lectura de las páginas de esta obra que
analiza su Exhortación Apostólica, podrá servir a todos los hijos e hijas de
Don Bosco esparcidos por el mundo, y a cuantos comparten el carisma educativo
salesiano que encontrarán allí muchas ideas de interpretación de la realidad y
de renovación de la práctica educativa al servicio de los chicos y de los jóvenes
de nuestro tiempo.
María
Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
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