En
su homilía de ayer Francisco comentó el Evangelio de la multiplicación
de los panes
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El Papa Francisco celebra la misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta (Vatican Media) |
Y afirmó que Dios “da el primer primo paso” y nos ama, porque
tiene compasión y misericordia”. Mientras nosotros “si bien también somos
buenos, muchas veces no comprendemos las necesidades de los demás y
permanecemos indiferentes”
Dios
“da el primer paso” y ama “a la humanidad que no sabe amar”, porque tiene
compasión y misericordia, mientras nosotros, si bien también somos buenos,
muchas veces no comprendemos las necesidades de los demás y permanecemos
indiferentes, tal vez porque el amor de Dios” no ha entrado en nuestros
corazones.
Lo
dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la
capilla de la Casa de Santa Marta, cuya celebración la ofreció por el eterno
descanso del Arzobispo Giorgio Zur, que fue Nuncio Apostólico en Austria,
quien “vivía en esta Casa” – dijo – y que “falleció ayer a medianoche”.
El
Papa se inspiró en la liturgia del día, en la exhortación al amor de la Primera
Carta de San Juan Apóstol y en el Evangelio de Marcos sobre la multiplicación
de los panes.
Dios ha dado el primer
paso y nos ha amado primero
“Amémonos
unos a otros, porque el amor” proviene de Dios, recordó el Papa citando las
palabras de San Juan en la que el Apóstol explica “cómo se ha manifestado el
amor de Dios en nosotros”. Y afirmó que “Dios ha enviado al mundo a su Hijo
unigénito, para que nosotros tengamos vida por medio de Él”. Y aclaró que “éste
es el misterio del amor”. Que “Dios nos ha amado primero”. Que Él ha dado el
“primer paso”. Un paso “hacia la humanidad que no sabe amar”, que “tiene
necesidad de las caricias de Dios para amar”, del testimonio de Dios. “Y este
primer paso que ha dado Dios es su Hijo, al que ha enviado para salvarnos y dar
un sentido a la vida, para renovarnos y para recrearnos”.
En el lago Tiberíades
Jesús siente compasión por la gente
Ante
el pasaje de la multiplicación de los panes y de los peces, el Pontífice se
preguntó: “¿Por qué Dios ha hecho esto? “Por compasión – dijo –, compasión por
la muchedumbre que ve al descender de la barca, en la ribera del lago
Tiberíades, porque estaba sola, y las personas “eran como ovejas que no tienen
pastor”.
El
corazón de Dios, el corazón de Jesús se conmovió, y ve, ve aquella gente, y no
puede permanecer indiferente. El amor es inquieto. El amor no tolera la
indiferencia. El amor tiene compasión. Pero compasión significa poner en juego
el corazón; significa misericordia. Jugarse el propio corazón por los demás:
esto es amor. El amor es jugarse el corazón por los demás.
Pero los discípulos
piensan “que se las arreglen para encontrar la comida”:
Francisco
describió la escena de Jesús que enseña “muchas cosas” a la gente y a los
discípulos y que al final se aburren, “porque Jesús decía siempre las misma
cosas”. Y mientras el Señor enseña “con amor y compasión”, quizás comienzan “a
hablar entre ellos”. Al final miran el reloj: “Pero es tarde…”. Y el Papa
citando una vez más al Evangelista Marcos: “Pero Maestro, el lugar está
desierto y ya es tarde; despídelos, de modo que, yéndose por los campos y las
aldeas de los alrededores, puedan comprar de comer”. Prácticamente dicen “que
se arreglen” y que compren ellos el pan. “Pero nosotros estamos seguros –
comentó el Pontífice – de que ellos sabían que tenían pan para sí mismos, y
querían custodiarlo. Es la indiferencia”.
A
los discípulos no les interesaba la gente: le interesaba a Jesús, porque la
gente lo quería. No eran malos, eran indiferentes. No sabían qué cosa era amar.
No sabían qué cosa era la compasión. No sabían qué cosa era la indiferencia.
Tuvieron que pecar, traicionar al Maestro, abandonar al Maestro, para
comprender el núcleo de la compasión y de la misericordia. Y la respuesta de
Jesús es tajante: “Ustedes mismos denles de comer”. Hazte cargo de ellos. Ésta
es la lucha entre la compasión de Jesús y la indiferencia, la indiferencia que
se repite en la historia siempre, siempre… Tanta gente que es buena, no
comprende las necesidades de los demás, no es capaz de compasión. Es gente
buena, tal vez porque no ha entrado el amor de Dios en sus corazones o no lo
han dejado entrar.
La foto del sin techo y de
la gente que evita su mirada
Y
aquí el Papa Francisco describió una foto que está en las paredes de la
Limosnería Apostólica: “Una foto espontánea que hizo un buen muchacho romano y
que la ha ofrecido a la Limosnería”. La tomó Daniele Garofani, hoy fotógrafo de
“L’Osservatore Romano”, de regreso de un servicio de distribución de comida a
los sin techo con el Cardenal Krajewski.
Es
una noche de invierno “se ve por el modo de vestir de la gente”, explicó el
Papa, que salía “de un restaurante”. “Gente toda bien abrigada” y satisfecha:
“Habían comido, estaban con sus amigos”. Y allí, prosiguió Francisco en la
descripción de esta foto, “había un sin techo, en el suelo, que hace así…” e
imita el gesto de la mano extendida para pedir limosna. El fotógrafo – dijo
Francisco – “fue capaz de tomarla en el momento en el que la gente mira hacia
otro lado, para que las miradas no se crucen”. Ésta – comentó – “es la cultura
de la indiferencia. Esto es lo que hicieron los Apóstoles”. “Despídelos, que
vayan por los campos, en la oscuridad y con hambre. Que se las arreglen, es un
problema de ellos”. “Nosotros tenemos cinco panes y dos peces para nosotros”.
Lo opuesto al amor no es
el odio, sino la indiferencia
“El
amor de Dios siempre va primero – explicó el Santo Padre – es amor de
compasión, de misericordia”. Es verdad que lo apuesto al amor es el odio, pero
en tanta gente no hay “un odio consciente”.
Lo
opuesto más cotidiano del amor de Dios, de la compasión de Dios, es la
indiferencia: la indiferencia. “Yo estoy satisfecho, no me falta nada. Tengo
todo, he asegurado esta vida, y también la eterna, porque voy a Misa todos los
domingos, soy un buen cristiano”. “Pero, al salir del restaurante, mira para
otro lado”. Pensemos en este Dios que da el primer paso, que tiene compasión,
que tiene misericordia y tantas veces nosotros, nuestra actitud es la
indiferencia. Oremos al Señor para que cure a la humanidad, comenzando por
nosotros: que mi corazón se cure de esta enfermedad que es la cultura de la
indiferencia.
Felicitaciones a Kiko:
trabaja por la Iglesia con celo apostólico
Al
final de la celebración, Francisco envió un saludo cordial a Kiko Argüello,
iniciador del Camino Neocatecumenal, con motivo de su 80° cumpleaños. Y le
agració “el celo apostólico con el que trabaja en la Iglesia”.
Alessandro
Di Bussolo – Ciudad del Vaticano
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