Hijas de familias de
religiones diferentes, amigas víctimas del mismo destino
Muchas
personas han sufrido la angustia y el dolor de la traición de alguna persona
cercana, en ocasiones incluso de un familiar.
Hay una santa a la que todos podemos recurrir en busca de apoyo moral y espiritual cuando o si nos sucede algo así. Su nombre es Flora y ella y su mejor amiga, María, murieron juntas por la fe que amaban.
Hay una santa a la que todos podemos recurrir en busca de apoyo moral y espiritual cuando o si nos sucede algo así. Su nombre es Flora y ella y su mejor amiga, María, murieron juntas por la fe que amaban.
Durante
el siglo IX, los musulmanes invadieron y conquistaron gran parte de lo que hoy
es la península ibérica. En el territorio que vino a llamarse al-Ándalus, 48
cristianos fueron muertos a causa de su fe. Son conocidos como los mártires de Córdoba.
Estas personas fueron ejecutadas entre los años 851 y 859. Todos fueron
condenados por violar la sharía, con crímenes que iban desde la apostasía a la
blasfemia.
Entre
estos valientes cristianos que se mantuvieron firmes en su fe ante tan
horrendas consecuencias se encontraban dos jóvenes, una llamada Flora y la otra
María.
Flora
había nacido de padre musulmán y de madre cristiana. Cuando todavía era una
niña, su padre falleció, de modo que su madre la crió como cristiana. Tenía un
hermano mayor que era musulmán y, cuando Flora creció, él intentó convertirla
al islam. Flora se mantuvo inflexible, no daría la espalda a Jesús. Su hermano,
exasperado, la denunció a las autoridades. Enviaron a Flora a prisión y un
erudito musulmán recibió el encargo de convertirla al islam. De alguna forma,
Flora escapó y consiguió llegar a un asentamiento cristiano.
En
esta misma época vivió María, nacida de padre cristiano y diácono en la
iglesia, y de madre musulmana. Su madre había sido bautizada poco antes de
casarse. Los padres de María, temiendo ser acusados de “apóstatas”, abandonaron
su hogar y viajaron a una localidad considerada más segura. Poco después, moría
la madre de María.
El
padre de María, preocupado por la seguridad de su hija, la envió a un convento
en un lugar llamado Cuteclara. Mientras rezaba en la iglesia de San Acisclo,
conoció a Flora, que llegó al lugar casi al mismo tiempo. Ambas tenían mucho en
común. El hermano musulmán de Flora quería darle muerte por apóstata. El padre
de María acababa de ser ejecutado.
De
inmediato creció entre las jóvenes una amistad genuina y profunda y se hicieron
inseparables. La madre superiora del convento contó a María que sus dos hijos
habían sido ejecutados 30 años antes por los musulmanes y que le habían
obligado a observar mientras sufrían y morían. María quedó horrorizada y la
historia invadió sus pensamientos.
Flora
y María, fortalecidas por su profunda fe cristiana y por su sincera amistad,
decidieron entregarse a las autoridades musulmanas. Sufrirían y morirían juntas
por Jesús.
En
la cultura de entonces, que te tacharan de prostituta se consideraba peor que la
muerte. El tribunal musulmán, en un intento de quebrantar la firmeza de las dos
mujeres, las sentenció a un burdel donde sufrirán la vergüenza y la humillación
de tener que prostituirse. Flora y María nunca dudaron de sus valores y su fe.
Fueron apaleadas y azotadas, pero nunca cedieron. Las autoridades se rindieron,
así que las sacaron del burdel y las decapitaron. Ambas muchachas están
reconocidas en la lista del Martirologio romano.
Santa
Flora es conocida como la santa patrona de quienes han sido traicionados.
Después de la muerte de su padre, el propio hermano de Flora intentó
convertirla al islam y, después de fracasar, la entregó a las autoridades
sabiendo a ciencia cierta que sería ejecutada. Aun así, ella rezó por su
hermano antes de encontrar la muerte. Es un modelo de perdón para todos
nosotros.
Santas
Flora y María, por favor, rezad por nosotros. Su día festivo es el 24 de
noviembre.
Larry
Peterson
Fuente:
Aleteia