Él
aceptó ir a Lourdes pensando que comprobaría personalmente la falsedad de los
supuestos milagros - pero terminó presenciando uno de ellos
PD |
Desde la
época de Bernadette, se han contado más de 7.000 curaciones milagrosas al
Departamento Médico de Lourdes por peregrinos que han
visitado el santuario. Este número no ha incluido los casos ocurridos fuera de
Lourdes.
Había tantas curaciones supuestamente
asociadas al agua y a la gruta de Lourdes que la Iglesia católica decidió crear
el Departamento Médico de Lourdes, constituido y dirigido por médicos y
científicos.
El objetivo del “Bureau”, como
también es llamado, es evaluar los supuestos casos milagrosos y verificar,
entre otros criterios, si la curación en cuestión fue casi instantánea, si la
salud restablecida se mantuvo durante todo o el resto de la vida y si la
curación es científicamente inexplicable.
El Bureau está constituido por
20 médicos y científicos. Sus informes están abiertos a cualquier médico o
científico que quiera hacer su propia investigación particular o contestar
cualquier caso específico reconocido como “milagroso”.
Uno de los casos más
significativos registrados en Lourdes fue la curación de Marie
Bailly, testimoniada por un médico entonces agnóstico, el Dr. Alexis
Carrel. Él mismo terminó convirtiéndose a la fe católica
después de estudiar la inexplicable curación que había presenciado.
El milagro de Marie Bailly
En 1902, un amigo médico del Dr. Carrel lo
invitó para ayudar a cuidar de pacientes enfermos que eran transportados por
tren de Lyon hasta Lourdes.
Carrel,
en aquella época, no creía en los milagros, pero estuvo de acuerdo en ayudar
por amistad y por el interés en descubrir las causas naturales que permitían curaciones
tan rápidas como las que sucedían en Lourdes.
En el tren, encontró a una mujer llamada
Marie Bailly, que padecía peritonitis tuberculosa aguda. Su abdomen estaba
considerablemente distendido, con grandes masas duras.
Marie estaba solo parcialmente
consciente. Carrel creía que ella moriría muy rápidamente después de
llegar a Lourdes, o incluso antes. Otros médicos presentes
en el tren estaban de acuerdo con ese diagnóstico.
El tren llegó a Lourdes, Marie
fue llevada hasta la gruta, donde tres jarras de agua fueron derramadas sobre
su abdomen distendido.
Tras el primer derramamiento,
ella sintió un dolor penetrante, que disminuyó después del segundo. Después del
tercer derramamiento de agua, ella experimentó lo que describió como una
sensación agradable.
Su
estómago empezó a aplanarse y su pulso volvió a la normalidad.
Carrel estaba de pie detrás de
Marie, junto con otros médicos, tomando notas mientras el agua era derramada
sobre su abdomen. Él escribió:
“El abdomen, enormemente distendido y muy
duro, empezó a aplanarse. En 30 minutos [la protuberancia] había
desaparecido completamente. No se observó ninguna descarga del cuerpo”.
Marie, poco después, se sentó en la cama, cenó
(sin vomitar) y, al día siguiente, salió de la cama sola y se vistió. Se subió
al tren, se sentó en una de las bancas duras y llegó a Lyon revitalizada.
Carrel siguió interesado en sus
condiciones psicológicas y físicas y pidió que ella fuera monitoreada por un
psiquiatra y un médico durante cuatro meses.
Después de ese tiempo, Marie
se unió a las Hermanas de la Caridad para trabajar con los enfermos y los
pobres en una vida bastante ardua. Falleció en 1937, a los
58 años.
La conversión de Carrel
Cuando Carrel fue testigo de ese evento
increíblemente rápido y médicamente inexplicable, creyó haber visto lo que las
personas llamaban milagro, pero era difícil, para él, apartarse del antiguo
agnosticismo escéptico.
Además de eso, él no quería ser
testigo, como médico, de un evento milagroso: Carrel sabía
que, si el caso se volvía público, su carrera en la facultad de medicina de
Lyon se arruinaría.
Pero la curación de Marie Bailly
se mostraba tan evidentemente milagrosa, por haber sido tan rápida, tan completa
y tan inexplicable, que terminaría volviéndose pública de cualquier forma en
los medios de Francia y de todo el mundo.
Los
periodistas llegaron a publicar que Carrel no consideraba que la curación
hubiera sido un milagro, lo que lo forzó a escribir una respuesta pública.
En su manifestación, el doctor
afirmó que un lado, compuesto por creyentes, había llegado demasiado rápido a
la conclusión de que había sido un milagro, pero también declaró que el otro
lado, compuesto por la comunidad médica, se había rehusado injustificadamente a
reconocer hechos que parecían, de hecho (valga la redundancia), milagrosos.
Como
Carrel temía, su defensa de la posibilidad de la curación milagrosa de Bailly
causó el fin de su carrera en la Facultad de Medicina de Lyon.
Irónicamente,
sin embargo, el efecto fue muy positivo para su futuro: se transfirió a la Universidad de Chicago
y, después, a la Universidad Rockefeller. Gracias a su trabajo en anatomosis
vascular, Carrel recibió nada menos que el Premio Nobel de Medicina de 1912.
Él, incluso, regresó
muchas veces a Lourdes y, en una de las ocasiones, fue testigo de un segundo
milagro: la curación instantánea de un niño ciego de 18 meses.
A pesar de esos dos milagros que
vio con sus propios ojos, Carrel se resistió hasta el 1942 antes de finalmente
conseguir afirmar conclusivamente la realidad de los milagros.
En ese año, anunció públicamente
que creía en Dios, en la inmortalidad del alma y en las enseñanzas de la
Iglesia católica.
Científicos y fe
Más cercano a nuestra época, otro médico
premiado con el Nobel de Medicina afirmó:
“Muchos científicos cometen el error de
rechazar lo que no entienden. No me gusta esa actitud. Con frecuencia cito la
frase del astrofísico Carl Sagan: ‘La ausencia de prueba no es prueba de
ausencia’ (…) En cuanto a los milagros de Lourdes que yo estudié, creo que
realmente se trata de algo inexplicable (…) No logro entender esos milagros,
pero reconozco que existen curaciones que no están previstas
en el estado actual de la ciencia”.
Se trata del Dr. Luc
Montagnier que, entre otras relevantes contribuciones a la
ciencia, se volvió famoso por el descubrimiento del virus VIH.
Según él, es recomendable que
los incrédulos, en lugar de promulgar sus propios dogmas de “intelectualidad
superior” frente a aquello que no entienden, busquen conocer el asunto con más
rigor científico y menos conclusiones precipitadas (y anticientíficas).
De hecho, son miles los informes
de “curaciones inexplicables” que suceden todos los años en el santuario
mariano de Lourdes, pero son poquísimas las curaciones consideradas
efectivamente milagrosas por la Iglesia que, tal vez para sorpresa de muchos,
adopta criterios rigurosos en su minuciosa evaluación científica de cada caso.
Para saber cómo se realiza el
detallado estudio médico de cada supuesto milagro relatado en Lourdes, mira el
artículo sobre los 7
criterios científicos de una curación milagrosa.
Lindsay Rudegeair
Fuente:
Aleteia