En su visita a la
pro-catedral de Dublín, explica cómo los padres serán capaces de transmitir la
fe
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/ AFP PHOTO / Tiziana FABI |
La
visita del Papa a la pro-catedral católica de Dublín, este sábado 25 de agosto
por la tarde, la empezó Francisco con unos breves instantes de oración en
silencio, sentado frente al Sagrario y una vela encendida.
En
el encuentro varias personas ofrecieron su testimonio y le plantearon
preguntas. Los primeros fueron Vicent y Teresa, un matrimonio de abuelos que
expresó que “la familia vale pena, es exigente pero vale la pena. La familia
está relacionada con el amor, que no siempre es fácil pero enriquece la vida”,
añadieron.
Después
habló una pareja que tiene planeado casarse dentro de un mes. “Muchos de
nuestros amigos cuestionan la idea de un compromiso permanente porque sienten
que el amor es personal y no necesita algo institucional”, plantearon.
Finalmente
habló una pareja de recién casados. “¿Cómo debemos prepararnos para transmitir
a nuestros hijos la importancia de la fe?”, preguntaron.
Después
de interesarse sobre si los asistentes iban a contar con traducción, deseó las
buenas tardes y expresó su alegría de encontrarse “en esta histórica
pro-catedral de Santa María” de Dublín.
“No
es cierto eso que dicen que los jóvenes no quieren casarse, y es verdad,
¡gracias!”, dijo en referencia a las parejas jóvenes que llenaban el templo.
“Casarse
y compartir la vida es algo hermoso. Hay un dicho en español que dice así:
Dolores de dos, medio dolor”.
“Qué
lindo sentir esa música que viene de allí -dijo en referencia al llanto de los
niños que se escuchaba de fondo, para él una hermosa oración.
“Los
ancianos están llenos de sabiduría, hay que escuchar a los ancianos: ¿cómo ha
sido su vida?”, añadió.
“El
futuro y el pasado se encuentran en el presente. Ellos, los ancianos tienen la
sabiduría. También las suegras”, dijo arrancando las risas de los asistentes.
“Los
niños deben escuchar esa sabiduría, ustedes jóvenes tienen que escuchar esa
sabiduría, hablen con ellos para poder salir hacia adelante, porque ellos son
las raíces y ustedes toman esas raíces para continuar adelante”, prosiguió.
“Es
muy importante escuchar a los ancianos, tenemos mucho que aprender de vuestra
experiencia de vida matrimonial sostenida cada día por la gracia del
sacramento”, dijo.
“Me
vienen las ganas de preguntarles: ¿han pelado demasiado? Pero eso también es
parte del matrimonio. Un matrimonio donde no se discute es un poco aburrido.
Pueden
volar los platos pero el secreto es hacer la paz antes de que finalice el día,
dijo. Para eso basta una caricia y la paz está hecha.
“Si
no se hace la paz antes de ir a dormir, la guerra fría del día después es
demasiado peligrosa. Guardar rencor no es bueno. Discutan todo lo que quieran
pero por la noche hagan siempre la paz”, aconsejó.
Francisco
reconoció que los matrimonios experimentan muchas alegrías y sufrimiento y
valoró la contribución de las parejas que llevan muchos años casadas.
El
matrimonio no es sólo una institución, sino una vocación, una vida que va
adelante para cuidarse, ayudarse y protegerse mutuamente, dijo en respuesta a
la pareja más jóvenes.
Vivimos
en una cultura de lo provisorio, no estamos acostumbrados a algo que dure toda
la vida, constató. Las personas van y vienen, las promesas se hacen pero con
frecuencia no se cumplen o se rompen, reconoció.
“¿No
hay nada verdaderamente importante que dure para siempre, ni siquiera el amor”,
planteó. “Existe la tentación de aquel “para toda la vida” de uno al otro se
transforme en un “mientras dure el amor”; si el amor no se hace crecer con amor
dura poco”.
“En
el amor no existe lo provisorio, eso se llama entusiasmo, o un encantamiento,
pero el amor es definitivo, es un yo y un tú, es la media naranja”, dijo el
Papa. “El amor es así: todo para toda la vida”.
“Es
fácil caer prisioneros de la cultura de lo efímero”, dijo. ¿Cómo experimentar
entonces en esta cultura aquello que verdaderamente es duradero?, planteó.
Y
respondió: “Entre todas las formas de fecundidad humana, el matrimonio es
único, es un amor que da origen a una vida nueva, implica la responsabilidad
mutua en la transmisión de la vida y ofrece un ambiente estable en que la vida
nueva puede crecer y florecer”.
“El
sacramento del matrimonio participa de modo especial en el misterio del amor
eterno de Dios”, explicó, la gracia del Señor los habita, los habilita a
prometerse libremente el uno al otro un amor exclusivo y duradero”.
“Su
unión se convierte en signo sacramental de la eterna alianza entre el Señor y
la Iglesia”, prosiguió, “el Señor los sostiene en la fidelidad y la unidad
indisoluble”.
“El
amor de Jesús por las parejas es una fuente de amor y de crecimiento en un amor
puro y para siempre”, añadió.
“Arriesguen”,
animó, “el matrimonio es un riesgo pero vale la pena”. El amor es lo que Dios
sueña para nosotros y para toda la familia humana; Dios tiene un sueño para
nosotros, no tengan miedo de ese sueño, custódienlo como un tesoro y suéñenlo
juntos cada día de nuevo, dijo.
“En
la Biblia Dios se compromete a permanecer fiel a su alianza aun cuando nosotros
lo entristecemos y nuestro amor se debilita”, dijo.
Dios
dice: “nunca te dejaré, nunca te abandonaré” y ustedes, ungiros mutuamente con
estas palabras por el resto de su vida y nunca dejen de soñar. “Siempre repitan
en el corazón: no te dejaré, no te abandonaré”.
Sobre
la manera de transmitir la fe a los hijos, Francisco dijo que los programas
parroquiales son esenciales pero el primer lugar es el hogar.
“Se
aprende a creer en la casa”, aseguró, “a través del sereno y cotidiano ejemplo
de los padres que aman al Señor y confían en su palabra”.
“En
la Iglesia doméstica los hijos aprenden el significado de la fidelidad, la
honestidad y el sacrificio. Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo
se cuidan el uno al otro y cómo aman a Dios y a la Iglesia: así los hijos
pueden respirar el aire fresco del Evangelio y a comprender, juzgar y actuar de
modo coherente con la fe que han heredado”.
“La
fe se transmite alrededor de la mesa doméstica, en casa, en la conversación
ordinaria, a través del lenguaje que sólo el amor perseverante sabe hablar”,
afirmó.
“No
olviden nunca: la fe se transmite en dialecto, en dialecto de la casa, del
hogar, de la vida de familia”, añadió.
Y
propuso el ejemplo de los siete hermanos macabeos que aparecen en la Biblia, a
los que la madre les hablaba en dialecto.
Es
más difícil recibir la fe -se puede hacer- si no se ha recibido en esa lengua
materna, en casa, en dialecto.
Entonces
el Papa compartió una experiencia de su infancia. Con 5 años, “entré a casa, en
el comedor, mi papá llegaba del trabajo, en ese momento vi a mi papá y mi mamá
besándose; no lo olvido nunca, jamás, qué cosa hermosa, cansado del trabajo, mi
papá y mi mamá tuvieron la fuerza de expresarse el amor”.
“Que
sus hijos los vean así, acariciándose, abrazándose, besándose, porque así sus
hijos aprenden este dialecto del amor -pidió-. Es la fe, ese dialecto del
amor”.
Es
importante rezar juntos en familia. Hablen de cosas buenas y santas y dejen que
María, nuestra madre, entre en sus vidas, en la vida familiar, celebren las
fiestas cristianas, que sus hijos sepan qué es una fiesta en familia, vivan en
profunda solidaridad con quienes sufran y están al margen de la sociedad y que
los hijos aprendan”, aconsejó.
Y
habló de una conocida suya que tenía tres hijos pequeños y ayudaba a los
pobres. Un día llamaron a la puerta de su casa, era un pobre. “La familia
estaba comiendo filetes empanados y la madre pidió a los hijos: ¿qué hacemos?
Todos contestaron que quedaban más filetes.
Entonces
la madre empezó a cortar los filetes de sus hijos. Los niños pedían que le
dieran de lo que sobraba. Pero la madre dijo: no, a los pobres hay que darles
de lo nuestro, no de lo que sobra. Así les enseñó, así se enseña en casa cuando
se habla el dialecto de la fe.
“Así
vuestros hijos aprenderán de ustedes a compartir sus bienes con los demás,
ustedes serán los maestros, los transmisores de la fe”, añadió.
Las
virtudes y verdades que el Señor nos enseña no son siempre populares, el mundo
de hoy tiene poca consideración por los débiles, los vulnerables y los que
considera improductivos, nos dice que seamos fuertes, independientes, que no
nos importen los que están solos y tristes, rechazando a los enfermos, los no
nacidos y los ancianos y moribundos.
Recordó
que en unos momentos visitaría un centro de capuchinos que acoge a personas sin
hogar. “La atmósfera que vivimos está llena de intereses personales, el mundo
tiene necesidad de una revolución del amor, que esta revolución empiece por
ustedes mismos y sus familias”.
Alguien
me dijo hace tiempo que estamos perdiendo la capacidad de amar, el lenguaje
directo de una caricia, la fuerza de la ternura”, recordó: “no podrá haber una
revolución de amor sin una revolución de la ternura”.
“Que
con vuestro ejemplo vuestros hijos puedan ser guiados para que se conviertan en
una generación más solícita, amable y de fe para la renovación de la sociedad”,
auspició.
“Así
vuestro amor, que es un don de Dios, ahondará sus propias raíces”, destacó.
Ninguna familia puede crecer sin sus raíces, no pueden crecer si no hablan con
sus abuelos, y añadió que también es una condición del crecimiento la
constancia en el amor.
Tras
su charla, les invitó a rezar por él mismo y rezaron juntos la oración por la
“fiesta” de las familias, la oficial del encuentro mundial de Dublín:
Dios,
Padre nuestro,
Somos hermanos y hermanas en Jesús, tu Hijo,
Una familia, en el Espíritu de tu amor.
Somos hermanos y hermanas en Jesús, tu Hijo,
Una familia, en el Espíritu de tu amor.
Bendícenos
con la alegría del amor.
Haznos
pacientes y bondadosos,
Amables y generosos,
Acogedores de aquellos que tienen necesidad.
Ayúdanos a vivir tu perdón y tu paz.
Amables y generosos,
Acogedores de aquellos que tienen necesidad.
Ayúdanos a vivir tu perdón y tu paz.
Protege
a todas las familias con tu cuidado amoroso,
Especialmente a aquellos por los que ahora te pedimos:
Especialmente a aquellos por los que ahora te pedimos:
[Hacemos
una pausa y recordamos a los miembros de la familia y a otras
personas por su nombre].
Incrementa
nuestra fe,
Fortalece nuestra esperanza,
Protégenos con tu amor,
Haz que seamos siempre agradecidos por el regalo de la vida que compartimos.
Fortalece nuestra esperanza,
Protégenos con tu amor,
Haz que seamos siempre agradecidos por el regalo de la vida que compartimos.
Te
lo pedimos, por Jesucristo nuestro Señor,
Amén.
María,
madre y guía, ruega por nosotros.
San José, padre y protector, ruega por nosotros.
San Joaquín y Santa Ana, rueguen por nosotros.
San Luis y Santa Celia Martin, rueguen por nosotros.
San José, padre y protector, ruega por nosotros.
San Joaquín y Santa Ana, rueguen por nosotros.
San Luis y Santa Celia Martin, rueguen por nosotros.
Fuente:
Aleteia