Para Jesús ser rey es dar testimonio de la verdad
Dicha
expresión —para algunos poco acertada, y que se debe contextualizar en el
tiempo— equivale a decir: “Cristo es el Señor”.
Así es como se
ha alabado a Cristo, se le ha cantado, invocado… pero algunos, en tiempos ya
lejanos, utilizaban la expresión para golpear y vejar a los que consideraban
enemigos de Jesucristo. No es que me lo hayan explicado, sino que lo he vivido
personalmente. Por todo ello se nos impone vivir el verdadero significado de la
fiesta.
Del mismo
modo, al finalizar un año de nuestras celebraciones, hemos de ser conscientes
que es un tiempo ya pasado y que no volveremos a vivir. De aquí la pregunta:
¿Qué hemos hecho de este año?
Un salmo nos
invita a orar: “Enseñadnos a contar nuestros días para adquirir la sabiduría
del corazón”.
Para entender
bien la fiesta y valorar el año litúrgico que finaliza, debemos cambiar de
diccionario, utilizar el de Jesús de Nazaret, y después revisar cómo lo hemos
vivido desde el primer domingo de adviento del año pasado.
“¿Tú eres
rey?”, pregunta el representante del hombre más poderoso de la tierra, el
emperador de Roma, a un pobre hombre para quien se pide la pena de muerte, la crucifixión:
un tal Jesús de Nazaret. La respuesta del nazareno es totalmente
desconcertante: “¡Sí, yo soy rey!”. Su misión es dar testimonio de la verdad,
para ello ha venido al mundo.
Es cierto que
Jesús se proclama rey, pero utiliza su “diccionario” para expresar el
significado de su “ser rey”.
Está claro que
Jesús no presentaba ni el aspecto, ni el talante, ni las aspiraciones de lo que
todos entendemos por ser rey, de acuerdo con la historia humana. Nada que ver
con palacios, escolta, lujos, aristocracia, poder, riqueza, refinamiento… Y
pese a ello, responde: “Soy rey”. Para Jesús ser rey es dar testimonio de la
verdad, y la afirmación sugiere algunas pistas. Si nos fijamos en su vida y en
las expresiones evangélicas que manifiestan por qué ha venido y qué hace,
descubrimos:
–
El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida.
–
No ha venido a condenar, sino a buscar y salvar a quien estaba perdido.
–
“Yo he venido para que tengáis vida, y vida eterna”.
–
Para que aquellos que no ven, puedan ver.
–
Para buscar la oveja perdida.
–
Para perdonar les pecados, para sanar…
–
Para proclamar el amor de Dios, que es Padre.
–
Para perdonar a los enemigos…
–
Ha venido para vencer a la muerte, muriendo. Señor de la Vida.
Es desde esta
“verdad” como podemos mirar atrás y contemplar el año que hemos vivido. La
revisión no ha de ser motivo de tortura, sino que ha de servir para vivir en
paz y confianza y adquirir la “sabiduría del corazón”.
–
¿Hemos servido sinceramente a los que siguen el camino de la vida junto a
nosotros, familiares, vecinos, compañeros de profesión, hermanos en la
comunidad cristiana y a las personas que viven con déficits materiales o
espirituales?
–
¿Hemos sido propensos a juzgar y condenar, sin esforzarnos lo suficiente en
ofrecer ayuda? ¿Hemos perdonado a quien nos ha ofendido?
– ¿Hemos
procurado acoger la Vida que nos ofrece Jesucristo celebrando la Eucaristía y
después ayudando a las personas en su vida?
– ¿Hemos
sido capaces de mostrar por medio de nuestra vida y nuestras palabras confianza
en Dios? ¿Hemos dado testimonio de nuestra confianza en Jesucristo?
En el
diccionario de Jesús, reinar es amar y servir hasta la última gota de sangre y
hasta el último suspiro de vida. ¿Ha sido así en el nuestro?
+Francesc
Pardo i Artigas
Obispo de
Girona
Fuente: Agenciasic