Amenaza nocturna
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Anoche
Sión me estuvo ayudando a cambiar las sábanas de la cama. De pronto, un ruido
extraño interrumpió nuestra conversación.
-
¿Has oído eso? -me preguntó señalando hacia una esquina de la celda.
-
Qué cosa tan extraña, ¿qué será? Como se haya metido un ratón en mi celda... -y
el miedo me invadió. No podía dejar de imaginarme al ratón paseando por mi
mesa, subiendo a mi cama...
Intentamos
buscarlo, pero nada. Al final le dije que se fuera a descansar tranquila, que
me quedaría leyendo en completo silencio y, si de verdad había un ratón, se
confiaría y saldría de su escondite.
Me
puse a leer llena de miedos, con la certeza de que sería una noche larga y con
la incertidumbre de qué haría con el ratón cuando apareciera.
Pero
entonces pasó Lety por mi celda, y me preguntó que si me ocurría algo. El
Señor, que es muy bueno y veía mi miedo, la había traído.
Le
conté lo que nos había ocurrido. Inmediatamente se agachó a buscar al ratón.
Removió todo, pero no salía nada... hasta que miró debajo de la mesa y me dijo
riéndose:
- Mira... ¿No será ése el ruido que habéis oído?
Era
una avispa agonizando a los pies de mi escritorio. Me entró la risa mientras
sentía que el miedo desaparecía por completo.
Muchas
veces nos invade el miedo, ese sentimiento que nos paraliza y hace que ya todo
gire en torno a ese peligro que sentimos. Y es que a nuestra cabeza le resulta
fácil dar mil vueltas a las situaciones que nos preocupan, y llegamos a
imaginarnos lo peor. E incluso muchas veces sufrimos por adelantado sólo
imaginando lo que puede pasar, para luego darnos cuenta de que nada sucede como
habíamos imaginado.
El
problema no está en sentir miedo, sino en imaginar más allá y no frenar la
cabeza.
Contra
el miedo sólo hay un antídoto: la confianza. Jesús nos dijo: "Yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Así podemos vivir con la
certeza de que Él cuida de nosotros, de que todo lo que nos ocurra está bajo su
mirada de amor, y que nunca estaremos solos.
Hoy
el reto del amor es frenar la cabeza ante los miedos. No dejes que te invada un
torbellino de pensamientos: que el miedo no se apodere de ti. Cambia de
técnica, cierra los ojos y comienza a orar, entrégale al Señor tus miedos,
aquello que te asalta, y deja que Él vaya pacificando tu corazón con su
protección.
Cuando
éramos pequeños, se nos pasaba el miedo cuando venía alguien a consolarnos y a
esperar a que nos durmiéramos, ¿y ahora? ¡Nunca estarás solo!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma