Las cualidades que la
convierten en un referente femenino más allá del catolicismo
Este
1 de marzo ha sido bien especial, pues no sólo ha marcado el inicio de la
Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, sino también el mes de la mujer. ¿Y quién
mejor para honrar a nuestro género que la mismísima Virgen María? Dejando de
lado las cuestiones religiosas, hay que reconocer que nos hallamos ante una
mujer realmente notable. Estas son 5 cualidades que aprendí de ella.
1. El sentido de familia
María
no dudó en hacer todo lo necesario para proteger a su familia. Salió de Nazaret
y dio a luz a su primogénito en un pesebre muy humilde, sin su madre o amigos
para apoyarla. Técnicamente hablando, eran sólo ella y José, en quien depositó
toda su confianza como él también lo hizo.
Luego
se mudó a Egipto para evitar el asesinato de su hijo sin conocer el idioma o
tener conocidos; allí esperó pacientemente hasta poder volver a Galilea,
demostrando que lo primero que hace una buena madre y esposa es sacrificar su
propia comodidad por las necesidades y bienestar de su familia.
2. Su fortaleza y valentía
Para
cualquier madre, sin importar la religión que sea, ver el sufrimiento de un
hijo es una verdadera agonía. María, aun siendo “alertada” por Simeón, apoyó a
Jesús en su difícil misión. Lo dejó ir llegado el momento. Fue testigo de todas
sus torturas sin flaquear. Lo acompañó en su Pasión.
Sintió
el dolor más grande al presenciar su muerte y, sin embargo, nunca se mostró
desesperanzada o derrotada; al contrario, se refugió en la oración y mientras
algunos discípulos se escondieron por temor, ella se quedó al pie de la cruz
para demostrarle su infinito amor.
3. La prudencia
María
fue una mujer que, incluso en sus circunstancias, jamás fue polémica y siempre
se mostró digna. Muchos dudaron -y aún dudan- de su pureza; sin embargo, ella
no se dedicó a hacer escándalo para gritarle al mundo su verdad porque la
sabía en su corazón y entendía que su misión era más grande que convencer a los
mal intencionados.
Sabía
otorgarle a las cosas su correcto valor y atesorarlas en su corazón. Era la
madre del salvador del mundo y, aun así, no se vanaglorió de ello. Se le
conoció por su humildad y su virtud de saber guardar silencio, malinterpretada
por algunos como señal de debilidad, pero era más bien signo de una mujer
sensata, juiciosa y reflexiva.
4. La capacidad de
perdonar
María
siguió el ejemplo de Jesús y perdonó a quienes mataron a su hijo. Tampoco
sintió resentimiento por la traición de Judas o la negación de Pedro. No hay
registro que haya sentido rencor o sed de venganza; es más, su perdón ilimitado
e incondicional fue el antídoto de su tristeza y, en gran parte, por eso es la
imagen de la misericordia.
Como
dijo el Papa Francisco al abrir la Puerta Santa de la Basílica de
Santa María la Mayor el año pasado: “María es Madre de Dios que perdona, que da
el perdón y por eso podemos decir que es Madre del perdón. Esta palabra,
perdón, tan poco comprendida por la mentalidad mundana, indica sin embargo el
fruto propio y original de la fe cristiana. El que no sabe perdonar no ha
conocido todavía la plenitud del amor. Y sólo quien ama de verdad es capaz de
llegar a perdonar, olvidando la ofensa recibida”.
5. Su capacidad de amar
La
muestra de amor más grande de María fue la que le dio a Dios al confiar ciegamente
en Él. Incluso los musulmanes expresan su admiración por la confianza que
depositó María en Dios en El Corán y le dedican varios pasajes a su santidad y
pureza. María podía perderlo todo -el respeto de su familia, su compromiso con
José y hasta la vida- y aun así pronunció un gran sí sin medida por su profunda
fe.
Luego
por supuesto está el amor de María por su esposo José y su hijo Jesús, a quien
educó y preparó para su misión con gran bondad y dulzura. Y es que como debería
suceder con toda madre, su labor no era sólo la concepción de Jesús, sino
también su formación y desarrollo tanto a nivel humano como espiritual (de
hecho, fue ella quien lo invitó a realizar el milagro de convertir el agua en
vino en las bodas de Caná). Es una mujer que siempre ha demostrado que en su
corazón sólo hay espacio para el amor, el perdón y la reconciliación.
Definitivamente,
como católica, me es imposible dudar de la magnificencia de María porque fue la
elegida de Dios para ser la Madre de su hijo Jesús; pero si no lo fuera, igual
la admiraría porque tiene las cualidades de una gran mujer de la que todas
podríamos aprender.
ADRIANA BELLO
Fuente:
Aleteia