Hay que hacer el inventario de lo que metemos en
nuestra alma como lo hacemos con el cuerpo
Acabo
de salir del estudio médico tras mi chequeo anual. Me dieron los resultados de
los análisis de sangre que hice el día anterior. Mientras los leía, observé que
la glucemia estaba un poco alta. Probablemente, me dije, he exagerado con los
dulces. Luego seguí leyendo los números, y descubrí que como es de esperar cada
uno de ellos se basa en lo que ingiero en mi sistema sanguíneo.
Mientras
más reflexionaba, más pensaba en esta visita (y las médicas en general) como en
un especie de “juicio”. Sería absurdo para mí intentar decirle a mi cardiólogo
que no como dulces cuando mis niveles de glucemia muestran lo contrario.
No
existe la manera de eludir a la realidad: he comido demasiados dulces, y si no
lo dejo de hacer sufriré las consecuencias. Si quiero tener la mejor salud
física posible, es tiempo de escuchar lo que dice mi cardiólogo. Y por lo
tanto, menos dulces.
Cuando
estacioné el coche, pensaba menos en mi salud física que en la espiritual. Imagino
que mi juicio final pueda ser algo del estilo a la visita con el doctor. Los
resultados de mi vida surgirán. Veré las cosas buenas y las malas, lo que
es correcto y lo que es equivocado. Mi juicio final no será un momento para la
negociación o las excusas, sino una conversación que reflejará la manera en que
he vivido.
La
diferencia entre mi visita al doctor y el juicio final es que no podré volver
atrás y optar por una “dieta espiritual”. Por este motivo, tenemos que ser
honestos con nosotros mismos y comenzar el proceso de inventario de lo que
ponemos en nuestra alma (salud espiritual). Si fracasamos al hacerlo, las
consecuencias no serán simplemente la presión alta, sino la muerte espiritual.
Y entonces, ¿qué debemos hacer?
Entre
otras cosas, tenemos que comenzar a hacernos preguntas importantes sobre
nuestro apetito en relación a cosas como el poder, el prestigio y el placer. ¿Anhelamos
el control o el dominio en nuestras relaciones? ¿Buscamos títulos honoríficos?
¿No vemos la hora de que llegue el próximo programa televisivo después de que
ya hemos visto uno (el que incluye Netflix, Amazon y cualquier otro canal)?
Estos
deseos poco moderados son “mala comida” para nuestra salud espiritual y pueden
llevar fácilmente a agotamiento espiritual carente de fuerza y energía santas.
Cualquiera
que sea, tenemos que empezar a prestar atención a lo que ponemos en el
corazón. Así como controlamos con atención la comida que comemos, debemos
controlar lo que ponemos en nuestro corazón. En otras palabras, debemos
comenzar a discernir la importancia de nuestra salud espiritual con la misma
vitalidad que usamos para nuestra salud física. Hacer esto significa no sólo
vivir conscientes del final, sino dar prioridad a nuestro viaje final al
estudio del Médico Divino.
JOSEPH HOLLCRAFT
Fuente:
Aleteia