Desde
Courage, un proyecto de vida basado en la oración, la castidad, la amistad y el
servicio
A pesar de que en los últimos
años se hable tanto de homosexualidad, el conocimiento acerca de este tema
es aún muy aproximativo y lleno de estereotipos. Lo clarifica un poco el
sacerdote John F. Harvey en su libro. Sí, un sacerdote de esa Iglesia juzgada como
retrógrada y oscurantista sobre la moral sexual.
Durante más de 50 años este
sacerdote estadounidense ha cuidado a las personas que querían vivir la fe
católica sin que su atracción sexual fuera un obstáculo. Con paciencia y
cercanía, el
sacerdote Harvey ha encontrado junto a ellos un camino, siempre a la luz de la
doctrina católica.
Desde 1980 ha sido el
director del apostolado Courage,
asociación fundada por el cardenal Terence J. Cooke en 1980 en Nueva York, para
el cuidado pastoral de las personas homosexuales, hoy presente en muchas
diócesis de todo el mundo. El libro Atracción
por el mismo sexo. Acompañar a la persona, recoge algunas
reflexiones del sacerdote, pero también indicaciones pastorales concretas.
El arzobispo de Boloña,
Matteo Zuppi, escribe en el prefacio: “La Iglesia no levanta muros, no crea
categorías de personas en función de la orientación sexual, porque, antes de
tener una atracción sexual particular, son personas (…).
En este sentido, la llamada a la santidad es para todos (…)”.
El acento en la persona más
que en la tendencia homosexual es la verdadera clave para entender los términos
de la cuestión. Por eso, desde el principio, el sacerdote Harvey corrige
también la terminología: mejor hablar de personas con atracción hacia el mismo
sexo (A.S.S.), evitando la palabra “homosexuales” con la que “corremos el
riesgo, al menos implícitamente, de considerar la homosexualidad como la
característica esencial de la persona”, mientras que “una persona, en el fondo,
es más que un conjunto de inclinaciones sexuales y los razonamientos sobre la
atracción hacia personas del mismo sexo se vuelven más confusos si pensamos en
los “homosexuales” como en una categoría aparte de seres humanos”.
Harvey admite que “en
general, las personas ‘heterosexuales’ no comprenden a aquellas que sienten una
A.S.S persistente” y que él mismo ha
necesitado “años para entender la naturaleza de esta condición”. Pero
enfrenta con claridad algunos puntos candentes.
Dice, por ejemplo, que
en los adolescentes no se puede hablar de homosexualidad (que es una
condición adulta) y hay
que ser muy cautos sobre la actitud ambigua típica de la edad como
tendencia homosexual.
La misma atracción por
personas del mismo sexo tiene matices distintos en cada persona. Es una
tendencia y no un pecado, pero esto no justifica moralmente los actos
homosexuales (que la Iglesia condena).
Se habla de la desconfianza
de la sociedad hacia las personas A.S.S, pero también de la paradoja de las
asociaciones “gay”: “por un lado, se pide con insistencia que las personas con
tendencias homosexuales estén bien integradas en la sociedad; por otro, los clubs
‘gay’ se desarrollan como refugio de la sociedad ‘heterosexual’,
impidiendo la integración”.
Al sacerdote Harvey no le
interesa hacer un tratado doctrinal (algunos aspectos son tratados en el
segundo capítulo, mientras los textos integrales del magisterio están en el
apéndice), sino que ofrece diversos despuntes pastorales.
No se habla de “cura” en términos
médicos, aunque se hace referencia a terapias adecuadas psicológicas de apoyo a
la persona, junto al acompañamiento espiritual. Entre otras cosas, los
estudios científicos no ofrecen ninguna certeza de que una “terapia reparadora”
pueda llevar a una modificación de la inclinación.
Se habla del gran dolor –hasta la desesperación– que muchas
personas con esta tendencia manifiestan, hasta
el odio de sí mismo.
Por eso es útil que existan
programas pastorales específicos: es el caso de Courage, que propone un proyecto de vida muy esencial basado
en la oración, la castidad, buenas amistades, el servicio a los demás, siempre
con la guía de un director espiritual, cuya tarea es “demostrar que es posible
vivir una vida casta y feliz sin aislarse de la sociedad”.
Algunos párrafos ilustran el
valor de la castidad y de la amistad: “En el lenguaje común, la castidad tiene
una connotación negativa (…). La
verdadera castidad, en cambio, consiste en el modo correcto de expresar la
afectividad (…)”. Existen “formas de amistad sólidas, sanas, castas y
claramente deseables. Amistades de este tipo representan la mejor forma de
apoyo” para las
personas con A.S.S.
Además, las personas deben
ser introducidas en la comunidad cristiana
más amplia para que las “sostenga” y puedan entender que son “parte
integral de la Iglesia”.
Para los padres y familiares de las personas con A.S.S ha surgido
la asociación En Courage,
que los ayuda a comprender mejor y a mantener con ellos una relación sana.
Existen situaciones aún más
específicas: el libro recoge algunos consejos del sacerdote Harvey para quien
descubre tendencias homosexuales mientras está comprometido o casado o siente
la vocación a la vida religiosa y sacerdotal.
Finalmente, un párrafo reafirma
la oposición de la Iglesia a los “supuestos derechos gay’”.
MARINELLA BANDINI
Fuente: Aleteia