Algunos detalles hasta
ahora desconocidos de los acuerdos que se alcanzaron en el Vaticano
La sorpresa fue general. Cuando el 17 de diciembre los presidentes de Estados
Unidos y Cuba anunciaban la histórica reapertura de relaciones diplomáticas,
tanto Barack Obama como Raúl Castro agradecieron la labor desempeñada por el
Papa Francisco.
Pero, ¿qué ha hecho este Papa de las
sorpresas? El semanario Alfa y Omega ha podido reconstruir los
hechos y revela algunos de los nombres decisivos para alcanzar este resultado
que da una nueva esperanza a la Iglesia en Cuba.
Las negociaciones secretas entre Cuba y Estados Unidos
habían comenzado a materializarse hace dieciocho meses, gracias en un primer
momento a la mediación de Canadá. Ahora bien, los primeros contactos, según
hemos podido saber, ya habían sido facilitados por el mismo Papa Benedicto
XVI.
Cuando el pontífice viajó a Cuba, en marzo de 2012, a
petición del Comité Judío Estadounidense (American Jewish Committee), el Papa
Joseph Ratzinger presentó a Raúl Castro la petición de la liberación de Alan
Gross, judío, trabajador social, arrestado en diciembre de 2009 en Cuba mientras
trabajaba como contratista para la Agencia de los Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional (USAID).
La petición asumió un carácter
oficial y ya no podía ser desechada. Fue así como se entabló el primer
encuentro entre representantes de los dos países en junio de 2013, en la capital
de Canadá. Como contrapartida por la liberación de Gross, Cuba
reclamaba la entrega de otros prisioneros en poder de los Estados Unidos, que
cumplían condena con la acusación de espionaje.
El secretario de Estado
norteamericano, John Kerry, consideró útil informar al secretario de Estado del
Papa Francisco, el cardenal Pietro Parolin, antiguo nuncio apostólico en
Venezuela. Esas informaciones sirvieron para preparar la visita de Obama
al Papa el 27 de marzo de 2014.
El encuentro, así como todas las
negociaciones, contó con la diligente ayuda del embajador de Estados Unidos ante
la Santa Sede, Kenneth Hackett, quien antes había sido
presidente de la Cáritas en Estados Unidos (Catholic Relief Services),
cargo desde el que había seguido de cerca la situación por la que atraviesa
Cuba.
Cartas de Francisco a Obama y Castro
Tras
el encuentro con Obama, llegado ya el verano, el Papa decidió enviar
sendas cartas al presidente norteamericano y a Castro en las que los alentaba a
llegar a buen puerto en las conversaciones. No sólo impulsaba el
intercambio de prisioneros, sino que también los alentó a "progresar en la
relación bilateral", paralizada desde 1961.
Dos colaboradores del Papa
tuvieron entonces un papel destacado. Por una parte el cardenal Jaime
Ortega, arzobispo de La Habana, desempeñó la delicada tarea de entregar
la carta del Papa a Castro y asegurarse de que fuera bien recibida por
Obama.
Por otra parte, el cardenal Seán P. O'Malley,
arzobispo de Boston, miembro de la Comisión que el Papa Francisco ha creado para
la reforma de la Curia Romana, impulsó la labor del Papa y ayudó a preparar el
terreno en los Estados Unidos.
En agosto, O’Malley viajó a Cuba para
visitar al cardenal Ortega, quien celebró los 50 años de ordenación sacerdotal,
y se entrevistó con el embajador norteamericano Jeffrey
DeLaurentis, quien después sería nombrado responsable de la Sección de
Intereses de los Estados Unidos en la Embajada de Suiza en Cuba, un organismo
que hace los oficios de embajada en ausencia de la misma.
Acuerdo
en el Vaticano
La información era manejada por un puñado de
funcionarios de cada país. Y fue en octubre cuando se pautó la más
importante de las reuniones bilaterales. El lugar escogido par el encuentro fue
el mismo Vaticano. Allí garabatearon los últimos detalles de lo que sería la
hoja de ruta que seguirían ambos países hasta el anuncio formal.
En esa cumbre hizo falta de la astucia y la inteligencia del cardenal
Pietro Parolin. El secretario de Estado vaticano fue el mediador que
permitió el acuerdo.
Como parte del acuerdo, Cuba aceptó liberar, además de a Gross, a otro agente de inteligencia detenido en La Habana desde hace veinte años, cuyo nombre no se ha revelado. Otro punto importante en las negociaciones fue la liberación de otros cincuenta dirigentes políticos opositores cubanos. Por su parte, Estados Unidos aceptó liberar a tres cubanos detenidos en el país con la acusación de espionaje.
El acuerdo ciertamente ha sido logrado bajo los auspicios del Papa Francisco, pero no se puede entender sin la acción desempeñada con los dos países por el Papa Benedicto XVI y por el Papa Juan Pablo II, quien en su histórica visita de enero de 1998 pidió "que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Desde Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio siguió tan de cerca aquel viaje que pocos meses después publicó un libro con el título Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro.
Ese diálogo entre la Iglesia y el régimen cubano, que se ha hecho más concreto tras la llegada a la presidencia de Raúl Castro, en 2008, dio como fruto la excarcelación de unos 130 presos políticos, entre ellos 52 opositores que quedaban en la cárcel de 75 condenados tras la "Primavera negra" de 2003, y el cese de los hostigamientos a sus esposas, las "Damas de Blanco", que cada domingo marchan por la Quinta Avenida de Miramar, en el oeste de La Habana, tras asistir a misa.
Impacto para la libertad religiosa
Esta labor de diálogo promovida por la Iglesia católica, ha permitido, además, mejorar en el país la libertad religiosa de las diferentes confesiones.
En el caso de la Iglesia católica, se ha materializado en el acceso de sus pastores, en contadas ocasiones, a los medios de comunicación, en la posibilidad de realizar actos de culto y procesiones en lugares públicos, la apertura del primer seminario en medio siglo en la isla, y la recuperación de lugares de culto y bienes expropiados en los años sesenta.
Pero las negociaciones no han terminado. El restablecimiento de relaciones diplomáticas no implica el final del embargo económico que Estados Unidos impone a La Habana.
Como pocos, el arzobispo de Miami, monseñor Thomas Wenski, ha explicado bien lo que todavía falta: “Los comentarios hechos por Raúl Castro parecen indicar que su gobierno está abierto a entablar conversaciones con Estados Unidos sobre temas relacionados con la democracia y los derechos humanos. El progreso en esta área es normalmente el resultado -- y no las condiciones previas -- para esas conversaciones - por lo que la perspectiva de esas conversaciones es un desarrollo positivo”.
“Como dijo el presidente Obama, buscar el colapso de Cuba no es una política prudente —añade monseñor Wenski—. Cuba necesita cambiar. El anuncio cambia el juego –pero a medida que Cuba cambia, debemos de fomentar un ‘aterrizaje suave’- es decir, un cambio pacífico que ofrezca verdadera esperanza para los cubanos a ambos lados del estrecho de la Florida”.
Y a los más escépticos en Miami, las antiguas generaciones de emigrantes de Cuba, el arzobispo de Miami les ha explicado que “Francisco hizo lo que los papas se supone que deben hacer: construir puentes y promover la paz. Actuó igual que su tocayo, san Francisco de Asís, quien durante la quinta cruzada, fue a Egipto para reunirse con el Sultán Al Kamil, con el interés de promover la paz”.
Como parte del acuerdo, Cuba aceptó liberar, además de a Gross, a otro agente de inteligencia detenido en La Habana desde hace veinte años, cuyo nombre no se ha revelado. Otro punto importante en las negociaciones fue la liberación de otros cincuenta dirigentes políticos opositores cubanos. Por su parte, Estados Unidos aceptó liberar a tres cubanos detenidos en el país con la acusación de espionaje.
El acuerdo ciertamente ha sido logrado bajo los auspicios del Papa Francisco, pero no se puede entender sin la acción desempeñada con los dos países por el Papa Benedicto XVI y por el Papa Juan Pablo II, quien en su histórica visita de enero de 1998 pidió "que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Desde Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio siguió tan de cerca aquel viaje que pocos meses después publicó un libro con el título Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro.
Ese diálogo entre la Iglesia y el régimen cubano, que se ha hecho más concreto tras la llegada a la presidencia de Raúl Castro, en 2008, dio como fruto la excarcelación de unos 130 presos políticos, entre ellos 52 opositores que quedaban en la cárcel de 75 condenados tras la "Primavera negra" de 2003, y el cese de los hostigamientos a sus esposas, las "Damas de Blanco", que cada domingo marchan por la Quinta Avenida de Miramar, en el oeste de La Habana, tras asistir a misa.
Impacto para la libertad religiosa
Esta labor de diálogo promovida por la Iglesia católica, ha permitido, además, mejorar en el país la libertad religiosa de las diferentes confesiones.
En el caso de la Iglesia católica, se ha materializado en el acceso de sus pastores, en contadas ocasiones, a los medios de comunicación, en la posibilidad de realizar actos de culto y procesiones en lugares públicos, la apertura del primer seminario en medio siglo en la isla, y la recuperación de lugares de culto y bienes expropiados en los años sesenta.
Pero las negociaciones no han terminado. El restablecimiento de relaciones diplomáticas no implica el final del embargo económico que Estados Unidos impone a La Habana.
Como pocos, el arzobispo de Miami, monseñor Thomas Wenski, ha explicado bien lo que todavía falta: “Los comentarios hechos por Raúl Castro parecen indicar que su gobierno está abierto a entablar conversaciones con Estados Unidos sobre temas relacionados con la democracia y los derechos humanos. El progreso en esta área es normalmente el resultado -- y no las condiciones previas -- para esas conversaciones - por lo que la perspectiva de esas conversaciones es un desarrollo positivo”.
“Como dijo el presidente Obama, buscar el colapso de Cuba no es una política prudente —añade monseñor Wenski—. Cuba necesita cambiar. El anuncio cambia el juego –pero a medida que Cuba cambia, debemos de fomentar un ‘aterrizaje suave’- es decir, un cambio pacífico que ofrezca verdadera esperanza para los cubanos a ambos lados del estrecho de la Florida”.
Y a los más escépticos en Miami, las antiguas generaciones de emigrantes de Cuba, el arzobispo de Miami les ha explicado que “Francisco hizo lo que los papas se supone que deben hacer: construir puentes y promover la paz. Actuó igual que su tocayo, san Francisco de Asís, quien durante la quinta cruzada, fue a Egipto para reunirse con el Sultán Al Kamil, con el interés de promover la paz”.
Fuente: Alfa y
Omega

