POR QUÉ TIENE SENTIDO ELEGIR EL SILENCIO EN LUGAR DE LA CHARLA

En nuestro mundo de consumo interminable de contenidos, pequeños actos de silencio pueden transformar la forma en que vivimos e interactuamos con el mundo

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En un mundo lleno de conversaciones interminables, encontrar momentos de silencio es un lujo poco común. Søren Kierkegaard , filósofo y teólogo danés del siglo XIX, tenía una aguda percepción de los peligros de la conversación superficial. Advirtió que la charla constante, o “charlatanería”, puede distraernos de verdades más profundas. Para Kierkegaard, gran parte de nuestro lenguaje cotidiano corre el riesgo de ser superficial , oscureciendo en lugar de revelar las cosas importantes de la vida. La mayoría de sus obras nos invitan a cuestionar no solo lo que decimos, sino cuánto decimos y si nuestras palabras son realmente necesarias.

De hecho, el silencio siempre ha sido esencial para la vida espiritual. Es en el silencio que creamos espacio para que Dios hable, para que nuestro corazón descanse y para que la oración se profundice. Pero el silencio sagrado no se trata sólo de la soledad personal ; también nos invita a repensar nuestras interacciones diarias y el ruido que nosotros mismos provocamos.

Ofreciendo el silencio como regalo

Vivimos en una era en la que el “contenido”, ya sea en forma de publicaciones en las redes sociales, podcasts o conversaciones constantes, se ha convertido en el rey. Todo el mundo está constantemente animado (casi obligado ) a contribuir, compartir y participar . Pero ¿y si uno de los mayores regalos que podemos ofrecer al mundo hoy es nuestro silencio? No un silencio que nos distancie o juzgue, sino uno que cree espacio para que los demás sean escuchados.

Hay cierta humildad en el silencio, un reconocimiento tácito de que no siempre necesitamos llenar cada espacio con palabras, o de que en realidad no tenemos nada relevante que compartir. Al elegir el silencio, ofrecemos espacio para una reflexión más profunda, tanto para nosotros mismos como para quienes nos rodean.

Esta práctica no consiste en encerrarse en nuestras propias burbujas o en pretender estar por encima del ruido. Se trata, más bien, de cultivar una atención que escuche más de lo que hable . El verdadero silencio no es simplemente la ausencia de sonido; es la plenitud de la presencia . Nos permite estar atentos a las necesidades de los demás, a los impulsos de Dios y a la belleza del mundo que a menudo pasa desapercibida, enterrada bajo capas y capas de parloteo.

El silencio como compromiso

Abstenerse de conversaciones inútiles no significa evitar la conexión, sino ofrecer una interacción más significativa y reflexiva. En nuestro mundo de consumo infinito de contenidos, esta atención silenciosa puede ser un acto de caridad . Al aceptar el silencio, ofrecemos a los demás la oportunidad de hablar, de ser vistos y de ser valorados sin interrupciones.

Como católicos, estamos llamados a buscar la quietud no sólo en las profundidades de una iglesia o capilla, sino en medio del ruido de nuestra vida diaria. Ya sea tomando un momento de reflexión y oración durante un día ajetreado o eligiendo escuchar en lugar de hablar, estos pequeños actos de silencio pueden transformar la forma en que vivimos e interactuamos con el mundo.

Daniel Esparza

Fuente: Aleteia