EL PAPA FRANCISCO A LAS MADRES Y PADRES QUE ABORTARON: EL MAL NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

El Papa Francisco recibió hoy en audiencia a los miembros del “Proyecto Esperanza”, un programa de acompañamiento para la sanación espiritual y emocional de mujeres y hombres que sufren las secuelas tras haber elegido el aborto

 Crédito: Vatican Media

Los miembros de esta iniciativa, expandida por la mayoría de países de Hispanoamérica, ayudan a quienes lo necesitan a recorrer un camino “de reconciliación y perdón” y a experimentar la misericordia de Dios.

Desde 1999, estos “acompañantes” —a quienes el Santo Padre se refirió como “ángeles” — se preocupan por las “otras víctimas del aborto”, aquellos que han decidido acabar con la vida de sus hijos.

Por esta razón surgió el “Proyecto Esperanza”, al ver a mujeres y también hombres que pedían ayuda “con lágrimas en sus ojos y manifestaban la necesidad de saber cómo sobrellevar el dolor insoportable”.

¿Su meta? Ayudar a elaborar su dolor “con la ayuda de profesionales capacitados y a través de un enfoque de acogida, comprensión y confidencialidad, que busca facilitar el encuentro de la madre y el padre con ese hijo que fue víctima de un aborto”.

El sufrimiento de estas madres y padres “es indescriptible”

Durante la audiencia de esta mañana en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Francisco expresó su alegría al recibir a estas personas que desde hace ya 25 años acompañan a las mujeres cuyo sufrimiento, según el Pontífice, “es indescriptible”.

Para el Santo Padre, “la llegada de cada recién nacido suele ser sinónimo de una alegría que nos embarga de forma misteriosa y que renueva la esperanza”. 

“Es como si percibiéramos, sin saber explicarlo, que cada niño es anuncio del Nacimiento de Jesús en Belén, del deseo de Dios de hacer morada en nuestros corazones”, añadió.

Al posar su mirada en las Sagradas Escrituras, el Papa Francisco precisó que el Señor “quiso hacernos partícipes de un dolor que, por ser la antítesis de esa alegría, nos conmociona de forma brutal”.

“Se escucha un grito en Ramá, gemidos y un llanto amargo: Raquel, que llora a sus hijos, no quiere ser consolada, pues se ha  quedado sin ellos (Jr 31,15)”, leyó el Santo Padre.

El primer gemido, según afirmó el Papa Francisco al citar a un antiguo autor, “se refería a los niños, los santos inocentes, y su dolor cesaba con la muerte, mientras el llanto amargo era el lamento de las madres que se renueva siempre con la memoria”.

También hizo referencia a la huida a Egipto de la Virgen María y San José debido a la orden de Herodes de asesinar a los recién nacidos para explicar “que un mal tan grande aleja de nosotros a Jesús, le impide entrar en nuestro hogar, tener sitio en nuestra posada”.

“El mal no tiene la última palabra”

“Pero no debemos perder la esperanza, el mal no tiene la última palabra, no es nunca definitivo. Como el ángel en el sueño de San José, Dios nos anuncia que, después de este desierto, el Señor volverá a tomar posesión de su casa”, afirmó.

Indicó además que las personas que forman parte del “Proyecto Esperanza” son como “ese ángel”. “Se lo agradezco de veras”, añadió el Papa Francisco.

También les invitó a confiarse “en la mano firme de San José para que estas hermanas nuestras puedan encontrar a Jesús en la desolación”.

“Con él llegarán al hogar cálido y seguro de Nazaret, en el que vivir el silencio interior y la pacífica dicha de verse acogidos y perdonados en el seno de la Sagrada Familia”, concluyó.

Por Almudena Martínez-Bordiú

Fuente: ACI Prensa