Francisco, reunido con los participantes en el capítulo general de los Josefinos de Asti, recomendó apoyar y acompañar a las jóvenes generaciones y acercarse a los marginados no «de manera paternalista», sino compartiendo sus angustias
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El escondimiento, la paternidad y la atención a los últimos:
estas son las tres dimensiones de la existencia de San José, importantes para
la vida religiosa y el servicio a la Iglesia, sobre las que el Papa Francisco
se detuvo en su audiencia con los participantes en el XVIII capítulo general de
la Congregación de los Oblatos de San José, los Josefinos de Asti de San José
Marello, recibidos en audiencia esta mañana, 26 de agosto, en la Sala
Clementina del Palacio Apostólico. Antes de desarrollar su reflexión, el
Pontífice recordó sus «orígenes de Asti», reconociendo que él y los religiosos
tienen «raíces comunes en aquella tierra del Piamonte» donde nació San José
Marello; «tierra hermosa, aquella, de buen vino», añadió.
Enraizar la vida en Cristo
En su discurso, el Papa, a propósito del escondimiento, citó
un lema del fundador de los Oblatos de San José: «Cartujos en casa y apóstoles
fuera de casa». Precisamente a partir de estas palabras, el Papa instó a los
religiosos a poner a Cristo en el centro de sus vidas.
Sin Él no estamos en pie, ninguno de nosotros: cada uno
tenemos nuestras fragilidades y sin el Señor que nos sostenga no estaríamos en
pie. Por eso, los animo a cultivar siempre una intensa vida de oración(...) a
través de la participación en los Sacramentos, la escucha y meditación de la
Palabra de Dios, la Adoración Eucarística, tanto personal como
comunitaria.
E insistió, luego, en la adoración, en «el silencio ante el
Señor», que deben hacer todos los religiosos, subrayando lo importante que es
permanecer firmes en Cristo, porque cuando no se está cerca de Dios «se cae en
el pecado», mientras que «el que está cerca del Señor se aferra enseguida y no
cae».
Ayudar a los jóvenes a encontrarse con Dios
Estar con Cristo, escucharle, hablarle, compartir «con Él la
vida de cada día» da fruto en el apostolado, continuó Francisco, especialmente
en el que se realiza al lado de los jóvenes, para que encuentren a Dios.
Los jóvenes no nos necesitan a nosotros: ¡necesitan a
Dios! Y cuanto más vivimos en su presencia, más capaces somos de ayudarles a
encontrarlo, sin protagonismos inútiles y teniendo en el corazón sólo su
salvación y su plena felicidad. Nuestros jóvenes -pero en verdad un poco todos
nosotros- viven y vivimos en un mundo hecho de exterioridad, donde lo que
cuenta es aparentar, obtener aprobación, tener experiencias siempre nuevas.
Pero una vida vivida toda «exteriormente» deja vacío el interior.
La invitación del Papa a los Oblatos de San José fue, pues,
a hacer de sus comunidades y casas religiosas «lugares donde se pueda sentir y
compartir el calor de la familiaridad con Dios y entre hermanos».
Al lado de las nuevas generaciones
En cuanto a la paternidad, Francisco destacó la preocupación
de san José Marello por los jóvenes, de los que lamentó que estuvieran
«demasiado abandonados y descuidados» y «dejados a merced» de ellos mismos, y
consideró «injusta y estéril la actitud de quienes entonces esta juventud,
abandonada y desorientada» se limitaba a criticarlos. Él supo captar el «gran
potencial de bien» que en los jóvenes puede «florecer y fructificar, si es
sostenido y acompañado por guías sabios, pacientes y generosos», señaló el
Papa, que exhortó a los Josefinos de Asti a estar «atentos al bien integral de
los jóvenes, concretamente presentes junto a ellos y sus familias, expertos en
el arte mayéutico de los buenos formadores, sabiamente respetuosos de los
tiempos y posibilidades de cada uno».
La atención a los últimos
Por último, en cuanto a la atención a los últimos, Francisco
destacó la fe y la caridad con la que San José acogió a «María y a su Niño»,
reconociendo a «Dios en su pobreza». Y es precisamente esto lo que significa
«acoger a los últimos», concluyó el Papa, «no inclinándose de modo
paternalista» considerándolos inferiores, sino compartiendo con ellos la propia
«misma pobreza». Esto es lo que «nos enseña Dios haciéndose pobre», lo que
enseñó san José Marello ocupándose especialmente «de los niños más problemáticos»
y lo que «el Señor nos llama a hacer hoy». Y para concluir, volviendo a la
figura de San José, Francisco contó que el cuadro que lo representa durmiendo
recuerda el hecho de que «en su vida no podía dormir, sufría de insomnio,
porque todas las veces que se quedó dormido habían cambiado su vida». «El
hombre que se deja cambiar la vida», le llamó el Papa, invitándolos a
reflexionar también sobre su valentía.
Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
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