Fenómeno Ikea
El otro día me comentaron un
hecho muy curioso que acaban de estudiar un grupo de psicólogos, y al que han
bautizado con el simpático nombre de “fenómeno Ikea”.
Pues bien, el estudio indica que,
por el hecho de “montar” tus propios muebles, ¡les coges cariño! Y, de ese
modo, hasta le perdonas que una pata esté coja o que no haya quedado muy recto
que digamos. Nunca comprarías un mueble así de primeras, pero, como lo has
montado tú, ¡te quedas con él tan contento!
Precisamente el año pasado, a
Israel y a mí nos regalaron para el refectorio (comedor) un armario de ese
estilo. Nos llevó dos tardes enteras entre montarlo, llenarlo... Y, es verdad:
las puertas no es que cierren “del todo”, tuvimos que reforzar las baldas...
¡pero es que es “nuestro” armario!
Esto es lo que llaman el
“fenómeno Ikea”: por muchos defectos que tenga, como lo has montado tú, ¡te
sigue pareciendo fantástico! ¡Forma parte de tu historia, tiene toda una
aventura detrás!
Y, ¿sabes qué pienso? ¡¡Que el Señor también vive el “fenómeno Ikea”!!
A simple vista descubrimos un
montón de defectos en nosotros: falta de paciencia, egoísmo, malentendidos...
y, a veces, incluso nosotros mismos nos damos por “caso perdido”.
Quizá tú o yo lo tiraríamos todo,
y buscaríamos empezar de nuevo. Sin embargo, ¡el Señor sigue apostando por
nosotros!
¿Te has fijado? La Biblia dice
que somos “obra de Sus manos”. ¡Él te hizo a ti, personalmente! Te ha soñado
desde toda la eternidad, te ha dedicado tiempo... ¡tiene una historia contigo!
Si por el hecho de montar un
mueble nos implicamos afectivamente, hasta perdonar sus defectos, ¡¡imagina
cuánto más se implica el Señor contigo!! Pues no solo te creó, sino que ahora
se hace igual a ti, nace como hombre, para poder vivir más cerca, contigo.
Creo que si alguien nos acusara
delante de Él, podría decir muchas cosas: que si la puerta no cierra, que si la
silla está coja... Y me imagino a Cristo, con esa mirada suya tan tierna, con
una sonrisa, respondiendo: “Sí, todo eso puede ser verdad... pero es mío”.
Hoy el reto del amor es descubrir
la huella de Cristo. En tu oración, disfruta saboreando que eres obra del
Señor, ¡que Él está implicado contigo! Cuando te mira, la huella que Él
descubre es la de Su amor... Y, a lo largo del día, cuando te cruces con
alguien, recuerda que es también una obra de Cristo. Tu mirada cambiará, ¡y te
saldrá el mismo cariño que a Él! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma